Para asegurar una victoria en las elecciones de 2009, Funes y los efemelenistas, según la investigación de la Fiscalía, supuestamente negociaron acuerdos con las pandillas, que les permitían privilegios y prebendas, como ha ido saliendo a luz en los últimos días y como básicamente se sabe desde esas fechas.
Los hechos comprueban una realidad de lo que está sucediendo desde que iniciaron los movimientos de la extrema izquierda: no tienen mayor problema en reunirse, asociarse, aliarse, verse, contactar o unirse a secuestradores, narcoterroristas, asesinos, chantajistas, asaltantes, violadores, depredadores, contrabandistas o cualquier clase de facineroso que deambule sobre la tierra.
De acuerdo con la investigación de la justicia brasileña, la campaña de Funes recibió fondos de la gran firma corruptora, Odebrecht, como obtuvo también tres millones de dólares y se ufanó “de haber encontrado la manera de no pagar impuestos”.
Con quienes apenas se relacionan los del partido oficial y en todo momento atacan, denigran, exprimen y persiguen es con la gente de trabajo, los productores y las personas honestas en este país.
En esa dicotomía nadie puede anticipar en qué situación va a quedar El Salvador, ya que los alimentos, los bienes esenciales, el empleo, el comercio, los servicios, el entretenimiento, el deporte dependen de lo que genera el sector productivo, el sector independiente.
Qué puede suceder cuando un gobierno ataca y persigue a los productores se pone de manifiesto con lo que está pasando en Venezuela: hay una carencia casi total de todo, desde alimentos hasta medicinas, repuestos, agua, luz, comunicaciones. Literalmente la gente está quedando en harapos, como puede ocurrir a los salvadoreños de mantenerse el absurdo enfrentamiento entre el gobierno y los que mueven la economía.
Qué daríamos los salvadoreños por vivir en un país tranquilo
Muchos salvadoreños, por centenares de miles, comparan la situación tensa y violenta que se padece en El Salvador con lo que el país fue antes o lo que son naciones tranquilas como Costa Rica, Panamá, Chile y desde luego los países europeos en su casi totalidad.
Es muy distinto cuando la gente puede ir tranquila por las calles, ir y venir de sus trabajos, pasear por parques, andar en balnearios o ir de excursión en montañas. Como dice alguien que estuvo en Roma para la Semana Santa: pese a los centenares de miles de turistas que iban de un lugar a otro, no se registró allí ningún atentado terrorista, pues la policía bloqueaba las principales calles para que ningún demente en un vehículo perpetrara una carnicería.
Como antes los salvadoreños iban y venían por el territorio sin estar temerosos de que un pandillero fuera a agredirlos.
La paz y la tranquilidad son estados que se conquistan, que una vez alcanzados se protegen y se perfeccionan. Pero eso no va a conseguirse si los responsables de gobernar dividen la sociedad en dos partes, los que “están con nosotros”, aunque anden en el bajo mundo y los otros, aunque sean los que trabajan, cuidan a sus familias y obedecen las leyes.
Todas esas alianzas, treguas, arreglos y entendimientos con criminales es lo que ha causado la espantosa violencia actual.