Eliminemos la adicción de los políticos latinoamericanos

La corrupción es la adicción de los políticos latinoamericanos

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26 April 2016

Esta semana se desarrolló el Encuentro Nacional de la Empresa Privada (Enade). El sector productivo decidió utilizar su congreso para poner sobre la palestra pública un tema crítico del que se derivan muchas de las crisis que experimenta el país: la corrupción. La corrupción es una enfermedad sumamente contagiosa que llena al estado de funcionarios incompetentes, desvía a las instituciones públicas de sus misiones y permite a personas y grupos manipular el aparato estatal para la consecución de objetivos mezquinos, alineados con intereses particulares y en detrimento del bienestar de la mayoría.
 
Lastimosamente, ANEP no escogió bien al orador estelar para el Enade. Traer a José María Aznar para tratar el tema de corrupción no fue una decisión inteligente. Hablar sobre corrupción, especialmente en un escenario como el salvadoreño, es difícil, ya que cualquier señalamiento es recibido por los corruptos, sus adeptos y corruptores, con ataques viscerales y descalificaciones masivas. Aznar es un personaje cuestionado y, por lo tanto, un blanco fácil para quienes quieren desviar la atención del tema central del Enade o desvirtuar el mensaje detrás de su ponencia.
 
Sin embargo, es importante no distraerse en el interlocutor y concentrarse en la esencia de lo que el sector productivo quiere hacer ver. El evento pretende presionar públicamente al estado para que ataque la corrupción en El Salvador. La reacción de los corruptos confirma que este es un problema grave en el país. Han movido hábilmente todas sus teclas para distraer a la ciudadanía. Son expertos en crear distracciones para hacer de las suyas, como los ilusionistas que distraen a su público haciendo gestos con una mano, mientras hacen su truco con la otra.
 
Gracias a la corrupción, funcionarios del más alto nivel han vendido impunidad a delincuentes y facilitado negocios a sus corruptores a cambio de viajes en aviones privados. La facilidad con la que operan los corruptos en el país permitió que políticos inescrupulosos vieran el alcance y control territorial de las pandillas como una oportunidad para ganar elecciones, un atajo con el que no era necesario ganarse la simpatía de los votantes con trabajo arduo y la provisión de beneficios reales. La cotidianidad de la corrupción en El Salvador es la que ha generado el galopante déficit en las finanzas públicas y, por lo tanto, es la motivación detrás de la intención oficialista de confiscar las pensiones de los trabajadores.
 
Honduras y Guatemala le sacan un trecho significativo a El Salvador en cuanto al ataque de la corrupción. Ambos han reconocido la necesidad de contar con entidades independientes, protegidas de las tentaciones y presiones de corruptos y corruptores, para poder empezar a desarticular las redes de corrupción enquistadas en las prácticas y el funcionamiento del sector público. Guatemala, en especial, ha dado golpes contundentes a través de esta estrategia, encarcelando a su ex presidente y vicepresidenta. Honduras ha dado pasos firmes para replicar esa experiencia exitosa. Algunos analistas coinciden en que este es el principio de una primavera centroamericana.
 
La corrupción es la adicción de los políticos latinoamericanos. La dependencia que genera entre quienes la han probado y el atractivo que representa para quienes quieren probarla, es lo que tiene sumergidos a muchos países en crisis de diferente índole. Depende de los salvadoreños, de los ciudadanos comunes y corrientes que no se benefician de la corrupción, sino que sufren sus consecuencias, cuánto se tarde El Salvador en unirse a la primavera centroamericana impulsada por sus vecinos Honduras y Guatemala. No nos distraigamos por los interlocutores, concentrémonos en el mensaje y la lucha contra la corrupción.
  

*Criminólogo
@cponce_sv