“Smoking kills”

Vale la pena que usted y yo imaginemos un mundo donde el Estado se comprometa a dar fin a su publicidad engañosa y nos advierta de los riesgos que conllevan sus constantes fallas.

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01 March 2016

En los últimos años, a fin de prevenir el consumo de tabaco y generar conciencia sobre los riesgos del mismo, en muchos países se ha tomado la decisión de colocar advertencias de diferentes tipos en los paquetes de cigarrillos.
 
Hay advertencias muy llamativas, con pulmones ennegrecidos, pérdida de dientes y hasta manifestaciones gráficas de ciertas disfunciones. También las hay discretas, haciendo uso de textos disuasivos o citando decretos que atañen a los daños en la salud causados por la sustancia en cuestión. Y están las que, a mi juicio, son altamente efectivas por su simpleza, colocando un texto claro y grande que reza “Smoking kills” (Fumar mata).

Sin embargo, no es mi intención referirme en esta ocasión a la lucha contra el tabaco en el mundo, la cual es encomiable, sino traer a la mesa de discusión una idea análoga.

Todos en algún momento hemos escuchado de los peligros de la corrupción y el mal uso de fondos públicos o hemos escuchado alguna historia sobre la impunidad. Quizá hasta hemos visto pasearse galante a algún funcionario o exfuncionario involucrado en comprobados fraudes al fisco, presumiendo su recién adquirida riqueza -y el mal gusto que viene con la misma- y burlándose del contribuyente. O sea, de usted y de mí.

Pero la corrupción no tiene una sola cara. La corrupción no se trata únicamente del frívolo y extravagante estilo de vida de quienes a costa suya se hicieron de abultados patrimonios. El otro lado de la moneda, el más grave, es el de los servicios públicos deficientes, pues esos fondos desfalcados no encontraron su destino final: solucionar alguna necesidad de la ciudadanía.

Hospitales sin medicinas, escuelas en ruinas, carreteras con daños graves y aparatos de seguridad y administración de justicia cooptados son algunos de los rostros más graves de la corrupción. Son consecuencias que usualmente vemos, pero no hemos terminado de relacionar. Hace falta que hagamos el enlace entre la nueva y sospechosa mansión de un funcionario equis con un servicio público que no se ejecutó o tal vez algún proyecto que por su debilidad y mediocridad causó pérdidas humanas o incrementó la vulnerabilidad de nuestros compatriotas.

Es por eso, estimado lector, que el día de hoy vale la pena que usted y yo imaginemos un mundo donde el Estado se comprometa a dar fin a su publicidad engañosa y nos advierta de los riesgos que conllevan sus constantes fallas. Un mundo donde sepamos que consumir los productos de la administración pública requieren el doble de nuestra atención, pues suelen contener errores en su empaque, en su esencia o nos los entregan ya vencidos.
 
Imagine un mundo donde cada obra pública contenga una llamativa advertencia que rece: “LA CORRUPCIÓN MATA”, y contenga algún compromiso ciudadano como: “El consumo de productos estatales sin vigilancia ciudadana trae daños a su vida y salud, además de incrementar su ingenuidad y dependencia”.

Imagine un mundo donde cada funcionario que pretenda presentar un programa deba ser sucedido por un anunciante imparcial que diga claramente: “La corrupción mata. Si el programa que estamos anunciando llega a ser sujeto de malversación, su calidad de vida se verá reducida significativamente. No hacemos reembolsos por proyectos fracasados”.

Fantasee un segundo con un mundo donde cada vez que se coloquen las triunfales vallas que anuncian nuevos programas, deba verse en grande que si el proyecto termina siendo una nueva maroma propagandística, este no solo generará un impacto mediocre, sino que impedirá que con esos mismos recursos se pueda hacer algo de verdad significativo. Todo calzado nuevamente con “la corrupción mata”.

¿Qué diferencia podría hacer una etiqueta tan simple? Quizá ayude a entender que como país estamos perdiendo el tiempo, saltando a defender con excusas ridículas al “corrupto de nuestro lado” mientras generaciones tras generaciones de funcionarios se ríen de nuestra insultante ingenuidad. Quizá también nos permita ver que la corrupción en efecto defrauda, empobrece, socava la democracia, mata y, al igual que los cigarrillos, sin importar el color, la marca o la banderita en que se empaquete, nos terminará causando mucho daño.
  

*Columnista de El Diario de Hoy