Lo de Donald Trump tiene a media humanidad con la boca abierta. Nadie esperaba que alguien que no ha hecho una sola propuesta seria, sino puras tonterías, bravuconadas e insultos esté tiro de conejo de convertirse en el candidato del Partido Republicano.
La inmensa mayoría de los llamados “analistas políticos” se equivocaron con el millonario del peluquín teñido. Todos, pensaron que sería flor de un día, luego de patear la mesa, ofendiendo a mujeres, personas con discapacidad, a la crema y nata de los dirigentes del partido que lo cobija, a los mexicanos y un largo etcétera. Además, su ignorancia en materia de política internacional, un analfabeta total, supera por mucho a la ignorancia que en el mismo tema mostró Sarah Palin.
Pone la carne de gallina, por más pesos y contrapesos que hayan en el sistema que Trump llegue al Salón Oval. Los ignorantes son audaces. Y cuando tienen poder (bien lo sabemos los salvadoreños) son más audaces todavía. Pero no con esa clase de audacia de los héroes, sino la audacia que termina en la imprudencia, las banalidades y el caos.
Pero lo que tiene a media humanidad con la boca abierta, no es Donald Trump en sí mismo, sino el hecho de que miles de millones de estadounidenses, que vienen de elegir al primer negro para la Casa Blanca, estén literalmente embobados con el discurso de un personaje que habla, se peina y se viste como un charlatán de feria. Ahora el Partido Republicano está hecho un nudo. Desorientado. Desconcertado. Desesperado.
¿Que le pasa a los estadounidenses? Están, como dijo un analista, obviamente furiosos. Enojados con los ricos de Wall Street, con su clase política, con sus líderes tradicionales en general, quienes no han sido capaces de frenar el constante deterioro de sus míticos niveles de bienestar, sobre todo en la clase media de los blancos, anglosajones y protestantes.
Los estrategas de la campaña de Trump obviamente vieron que éste era el momento ideal para crear o identificar a un enemigo a quien culpar de todos los males y por supuesto el momento de exponer al hombre capaz de destruir a ese enemigo para que todo vuelva a “ser como era antes”.
La tierra donde tener un sueño y hacerlo realidad era totalmente posible. ¿Quién no ha oído las historias de cómo pequeños negocitos como la de los hermanos McDonalds, un kiosquito de frituras y leche malteada, terminó siendo la cadena de comidas rápidas más grande del mundo? O la historia de aquel hombre sucio y rotoso que llegó a una farmacia y vendió por una irrisoria cantidad la receta de una bebida que hoy por hoy no solo es el refresco más vendido en todo el orbe, sino un ícono de la civilización de nuestros tiempos.
Todo estaba bien, hasta que los mexicanos y, claro los salvadoreños y los musulmanes, atravesaron las fronteras (no solo la sur) y lo echaron todo a perder. Eso no es cierto, claro, pero eso es lo que Trump escupe cada vez que puede, y los estadounidenses, como los alemanes en la devastada Alemania de la posguerra mundial le creyó a Hitler la patraña de que los judíos eran los culpables de todo lo malo que le ocurría a la superiorísima raza aria, le están creyendo.
Personalmente me parecía que Marco Rubio sería capaz de frenar tanto al bocazas de Trump como al extremista y antipático Ted Cruz. Después del debate del jueves en Fox, me quedó claro que solo un milagro podría colocar a Rubio en el ticket Republicano. A mi juicio Trump y Ted Cruz, por razones distintas, son un peligro para los tradicionales valores y principios sobre los que se fundaron los Estados Unidos de América.
Ahora la dirigencia Republicana tiene pocas opciones. O rescata la candidatura de Rubio en Florida, el único capaz de ganar a Hillary según las encuestas, o forman un tercer partido, y por último (así lo han dicho algunos de sus líderes) terminar apoyando a Hillary Clinton como un mal menor.
Si las cosas siguen así tendremos la primera mujer presidente en los Estados Unidos. Eso suena mejor que tener al hombre del peluquín teñido. Pero cualquier cosa puede pasar.
*Columnista de El Diario de Hoy