Comunicación

En la comunicación, no vale el principio de la guerra, en la que el resultado de una batalla ha de ser el de “suma  cero” o “mors tua, vita mea.” O “para vivir yo, has de morir tú”

descripción de la imagen

Por

04 March 2016

 La palabra comunicación proviene del latín, communicare, que significa “poner en común, compartir algo”.

Escuché hace unos días al Dr. Juan Manuel Mora, experto en la materia, quien durante unos breves días de conferencias mostró con su manera de ser, que lo más importante en la transmisión de información es el famoso, “show, don’t  tell” o “no me digas, muéstrame”. Al final de cada conferencia fue bombardeado con preguntas, ante las que se expresó de forma paciente, alegre, amable y sonriente. Contestó siempre con una respuesta novedosa e inesperada. Su mensaje es exactamente ese: hay que aprender a  escuchar, a transformar y a proponer.

La teoría detrás de su postura es la de sumar. Explicó cómo, en la comunicación, no vale el principio de la guerra, en la que el resultado de una batalla ha de ser el de “suma  cero” o “mors tua, vita mea”. O “para vivir yo, has de morir tú”. Más bien, ha de ser la de un resultado positivo, o de suma, una enseñanza, si no necesariamente en el contenido, al menos en la forma, un diálogo transformador.

La riqueza de la convivencia personal es la colaboración mutua. Siempre podemos aprender algo del otro. Las biografías propias, inevitablemente irrepetibles, pueden ser, de forma inesperada, fuente de asombro y de aprendizaje. La única premisa para saber escuchar a los demás y emprender una colaboración mutua es dejar lo propio y atender lo ajeno, con verdadero interés y estima por el otro. Tender puentes; dejar la comodidad del calor de la cueva, y atreverse a salir a la lluvia y al frío para brindar una mano, o mejor dicho, una oreja amiga. Sobre todo, olvidar posturas fanáticas e inamovibles.  
 
Una de las anécdotas que me llamó más la atención de la conferencias fue una en la que el ponente relató, cómo vio una vez un cartel a la entrada de un “pub” o bar inglés en el que se leía: “En este local son bienvenidos los caballeros. Y un caballero lo es antes de beber cerveza y también después”, ante lo que explicó: “También se debe poder decir que un caballero lo es cuando le dan la razón y cuando le llevan la contraria. En definitiva: la cortesía ayuda a evitar la trampa de la radicalidad y la violencia verbal”.

Ya el famoso antropólogo Gregory Bateson  se refería desde la década de los sesentas, a la teoría del framing, o “del encuadre” , como crucial en este tema. Proponía que los “marcos” son instrumentos de la mente, con los que se profundiza en las diferencias que encontramos en las cosas. Dependiendo del marco, “la gente se detiene en unos aspectos de la realidad y desestima a otros”. 

Las personas no respondemos directamente a los hechos objetivos, sino que lo hacemos con referencia a la interpretación personal, que condiciona nuestra respuesta. Con lo que cada uno, podría decir sin mentir: “Hablemos y acordemos o entremos en desacuerdo, pero con amabilidad, sensatez y respeto, para que sigan abiertos mis oídos. En el instante en el que dejes de ser un caballero, será para mi tan desagradable el marco, que así me hables de tu paraíso para mí será tal pantano el marco, que dejaré de escucharte”.
 

* Colaboradora de El Diario de Hoy.