Investigaciones iniciadas contra expresidentes por presunto enriquecimiento ilícito, indicios de cometimiento de este mismo pecado por funcionarios de todos los colores, intentos de amedrentar al Fiscal General, ciberataques en medio de competencias electorales, sospechosos extravíos de documentos públicos así como de donaciones nacionales e internacionales cuyos destinatarios no terminan de aparecer, opacidad en el financiamiento político, fiestas y actividades de prostitución en centros penales avaladas por las máximas autoridades de seguridad, etcétera.
Una exitosa combinación entre la labor desempeñada por algunas instituciones públicas que decididamente se han puesto del lado de la probidad y transparencia, más el periodismo investigativo realizado por algunos medios de comunicación y, sobre todo, más la acción ciudadana que se ve reflejada en la creciente utilización de las instituciones, en el planteamiento de exigencias concretas, en la promoción del debate público y hasta en la formulación de propuestas, ha generado un ambiente de crítica y de escrutinio permanente, que seguro terminará dando buenos frutos.
Como ya varios han reflexionado: está siendo mucho más difícil que un funcionario decida “portarse mal”. Contrario a lo que antes ocurría, ahora es más probable que las actuaciones indebidas e ilícitas de un funcionario, queden al descubierto; y ahora es menos probable que la ciudadanía esté dispuesta a tolerar o “dejar pasar” lo que antes ni por asomo reprochaba.
Es sin duda esa presión ciudadana la que a su vez está contribuyendo a que las autoridades a quienes corresponde la vigilancia de las actuaciones de los funcionarios, estén más proclives a actuar de conformidad al marco normativo existente, ejerciendo las atribuciones que les corresponden. Al menos en ese aspecto, se ha creado un círculo virtuoso: instituciones que hacen bien su trabajo generan confianza en la ciudadanía que ahora ha aprendido cómo y cuándo acudir a estas; y ciudadanos que exigen más haciendo uso de las instituciones en las que confían, ponen presión a estas para que actúen apegadas a la ley y ponen presión a otras que comienzan a querer ganarse la confianza ciudadana.
Pero nos está haciendo falta algo importante en este afán. En su mayoría, las críticas, los reproches, las exigencias y las denuncias públicas de la ciudadanía, están siendo dirigidas contra aquellos con quienes no se comparte ideología, contra aquellos que se consideran adversarios o simplemente contra aquellos que por diferentes razones no simpatizan.
Más que a la persona o al funcionario de turno, es menester reparar en la conducta misma; en la acción u omisión que puede llegar a configurar un ilícito o que al menos merece ser investigada. Hasta el momento parece que muchos prefieren abrir uno solo de sus ojos y efectuar el escrutinio a uno solo de sus lados, ignorando y a veces hasta justificando, las barbaridades que ocurren al otro lado.
Es importante perder el miedo a criticar la conducta de un funcionario que me simpatiza o que pertenece a un instituto político con el cual me identifico. Es importante y por demás necesario, que quienes han ejercido el derecho al sufragio privilegiando con su voto a un funcionario, comprendan que tienen no solo el derecho sino también la responsabilidad, de exigirle el cumplimiento de sus propuestas y de reprocharle cuando se aleje de estas. Aprendamos a ver y denunciar la viga que tienen los que apoyamos.
No podemos sostener posiciones antagónicas al mismo tiempo y ante un mismo supuesto. No podemos criticar el presunto enriquecimiento ilícito de uno y al mismo tiempo sostener que al otro se le persigue políticamente. Lo que sí podemos hacer es exigir que las instituciones funcionen y que respetando el principio de inocencia, apliquen la ley sin contemplaciones.
No podemos justificar lo que se está haciendo mal, argumentando que antes también se ha hecho y que nadie ha dicho nada No podemos aplaudir las bravuconadas de unos y al mismo tiempo pedir compostura de los otros; no podemos exigir transparencia de unos pero solapar la oscuridad de los otros. No hay que perder de vista que hoy están unos, mañana estarán otros y pasado mañana – ojalá – no estarán ni los unos ni los otros porque vendrán nuevos actores.
En cualquiera de esos escenarios, hay que ser consecuentes con nuestras exigencias, reclamos y propuestas, sobre todo cuando se trata de aquellos a quien nosotros hicimos depositarios de nuestra confianza.
Por último, los funcionarios deben entender que no se les falta el respeto cuando se les cuestiona o se les pide rendición de cuentas. Muy por el contrario, nos faltan el respeto cuando no lo hacen.
*Colaborador de El Diario de Hoy hsaenz@saenzlaw.com