Queridos salvadoreños:
Nuevamente les escribo con mucha urgencia, y les ruego que me concedan unos minutos para expresarles una realidad muy triste que he descubierto. Por muchos años, El Salvador fue conocido como el país que alberga a gente trabajadora, amiguera, perseverante, soñadora… en fin, todas cualidades muy favorables, que hacían que esta pequeña nación se distinguiera entre los grandes poderes del mundo. Sin embargo recientemente me atreví a hacer algo que por mucho tiempo me daba miedo hacer; de hecho, los invito a que ustedes lo intenten también. Busqué en Google, “Cuál es la capital mundial del asesinato?” La respuesta, según El Diario De Hoy y Los Ángeles Times: San Salvador, El Salvador.
Me pareció muy triste saber que un país que antes era reconocido por características tan buenas, ahora es distinguido por las miles de personas que han perdido sus vidas como resultado de una situación de violencia extrema. Señores, creo que no es necesario señalar que la situación de nuestro país es muy seria. Solo en esta pasada semana hubo dos masacres distintas, en las cuales murieron 11 trabajadores, una madre, y tres hijos. Y, debido a la presente situación, me parece bastante sorprendente que en la misma semana nuestros funcionarios decidan dejar el país, sin dar declaración o pésame alguno a las familias de los fallecidos, para conmemorar al expresidente de otra nación. Ahora, les pregunto a ustedes: ¿será más importante participar en un homenaje de una figura nacional venezolana, que brindarle el homenaje adecuado a las víctimas de una masacre salvadoreña? ¿Será más importante viajar para agradecerle a otro gobierno el apoyo y la ayuda recibida durante catástrofes naturales, que quedarse en casa pensando en qué apoyo y ayuda se les brindará a las familias de las víctimas de estas tragedias?
Les pregunto esto porque, si hay algo que he aprendido es que yo no me merezco ser segundo plato de nadie. Y de igual manera, me parece que El Salvador tampoco se merece ser segundo plato. Creo que nosotros nos merecemos vivir en libertad. Creo que nos merecemos poder salir a las calles y disfrutar de un lindo paseo sin encontrar peligro alguno. Creo que nos merecemos poder ir a la escuela sin el miedo de que nos estén persiguiendo para reclutarnos en las maras. Creo que nos merecemos poder ir al primer día de trabajo sin el atemorizante pensamiento que podría ser el último día de nuestras vidas. Pero, más que nada, creo que nos merecemos que la persona en la cabeza del Estado sea una persona que esté consciente de que los salvadoreños somos la prioridad, y que es necesario poner sus necesidades al frente de todas las decisiones.
Perdonen si mi reflexión les parece muy atrevida, pero se las comparto porque la violencia en El Salvador me preocupa más cada día; y, me preocupa más aún el hecho de que hemos dejado que las necesidades del país se vuelvan segundo plato. Las circunstancias ahorita se ven bastante negras, pero los animo a que no perdamos la esperanza y que sigamos luchando por lo que nos merecemos. ¿Qué podemos hacer nosotros? Hacer que nuestras necesidades sean escuchadas, pero escuchar las necesidades de los demás también. Exigir un cambio, pero cambiar nosotros mismos. Luchar por la paz, pero dejar de recurrir a la violencia. Y, lo más importante, nunca olvidar que nuestra prioridad ahorita debe ser únicamente trabajar con los salvadoreños, por los salvadoreños, y para los salvadoreños.
*Colaboradora de El Diario de Hoy