Siglos de historia

Por muchos siglos la enfermedad mental fue incomprendida, atribuyéndosele causas sobrenaturales o asociándola con vicios, castigos y maldiciones

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11 March 2016

La Psiquiatría tiene una historia que podríamos llamar bipolar. Por un lado tiene períodos gloriosos, de hombres que buscan formas de aliviar el sufrimiento de personas con problemas mentales, y que luchan porque los enfermos tengan un trato digno y se les respete como seres humanos. Por el otro tiene su parte oscura, plagada de incomprensión, prejuicios y crueldad. La enfermedad mental ha existido desde siempre, pues el cerebro, como cualquier órgano, es susceptible de enfermar. Y siendo el que organiza la conducta, su mal funcionamiento repercute muy profundamente.

Por muchos siglos la enfermedad mental fue incomprendida, atribuyéndosele causas sobrenaturales o asociándola con vicios, castigos y maldiciones. Tomemos el caso del Hospital Real Bethlem, uno de los más antiguos establecimientos para enfermos mentales del mundo. El edificio fue fundado en 1247 en Bishopsgate, Londres. Inicialmente fue usado como priorato, pero cuando los monjes notaron la cantidad de enfermos mentales que deambulaban por la ciudad decidieron convertirlo en asilo psiquiátrico. En esa época poco se conocía de las diferentes patologías mentales y recluían por igual a personas con demencia, depresión, psicosis, retardo mental, ansiedad o epilepsia, dándoles a todos el mismo “tratamiento”. El llamado tratamiento consistía principalmente en castigos cuyo objetivo era que se comportaran “normalmente”. Los baños con agua fría, los encadenamientos prolongados y la alimentación repugnante eran la norma. En 1370 el rey sustituyó a los monjes por guardianes, quienes sabían aún menos de medicina y de condiciones mentales. Los castigos se hicieron aún más crueles. El nombre Bethlem fue cambiado a Bedlam, que significa “casa de locos”. Tres cuartos de siglo después la ciudad de Londres se hizo cargo y los gobernadores colocaron sus propios guardianes. El lugar era tan sucio y descuidado que se le consideró no apto para ser habitado por humanos. Pero como los enfermos no eran considerados como tales siguieron allí. La suciedad no solo era física sino moral, pues los directores casi sin excepción fueron corruptos o sádicos.

Después de una inspección Carlos I en 1631 contrató a un médico, una enfermera y un boticario. El antiguo hospital se cerró después de unas décadas. Se reabrió en Moorfields y se le llamo “El palacio de los locos”. Con el tiempo se convirtió en una atracción turística donde los visitantes podían ver y caminar entre los “locos”. Los enfermos eran obligados a bailar y a hacer otras acrobacias en contra de su voluntad. La crueldad siguió. Uno de los tratamientos consistía en columpiar por horas a los enfermos hasta doblegarles su voluntad. Lo típico era ver a los pacientes encadenados, desnudos y hambrientos. En 1815 los enfermos fueron trasladados a unas nuevas instalaciones en Saint George’s Fields, que tenía iguales condiciones, con el agravante de inviernos más fríos.

El Bedlam llegó a conocerse como el peor hospital del mundo, tanto así que ha sido fuente de inspiración para libros y películas. Pero ningún mal es permanente, y en 1852 apareció William Hood, un médico que cambió drásticamente las formas de tratamiento. Éstas se hicieron más humanitarias y científicas, tal como hiciera Pinel en La Salptrière de París. Esto dio inicio a la primera revolución psiquiátrica, con trato digno y asistencia especializada. La nueva era de la psiquiatría comenzaba.

El Hospital Bedlam aún existe (ahora en Beckenham). Es hoy un hospital psiquiátrico moderno que, aunque tiene un museo, trata de retomar su primer nombre y olvidar parte de su pasado.

*Médico psiquiatra
y columnista de El Diario de Hoy.