Estado de excepción, mitos y realidades de una ficción

Esta semana el país entró en una discusión sobre el estado de excepción, cuestión que nadie ha propuesto; se habló de medidas excepcionales para enfrentar la violencia, cuestión que tampoco queda claro de qué se trata

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12 March 2016

Lo dicen los manuales, la sintáctica estudia la relación entre los distintos símbolos o signos; la semántica ve la relación entre los signos y su significado y la pragmática trata de interpretar la relación entre los signos y los contextos o circunstancias en que las personas usan los signos.

Tal como lo estudiamos en los primeros años de la Universidad, y los diccionarios, como el de Real Academia Español (RAE) lo dicen con toda claridad: el símbolo “es la representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención socialmente aceptada”, mientras que el signo “es aquel objeto, fenómeno o acción material que, por naturaleza o convención, representa o sustituye a otra”.

En todo análisis sea este sintáctico, semántico o pragmático, lo importante es dilucidar los signos y su impacto en los humanos; este aparataje sin embargo, no nos ayuda a interpretar lo que ha pasado esta semana con el estado de excepción, cuestión que moros y cristianos opinaron sin que hubiese una propuesta como tal.

Es más, tampoco creo que otras áreas del conocimiento social, incluido la jurídica o la política, nos ayuden a explicar lo sucedido. Creería que la cuestión es más simple, la realidad nos está golpeando duramente.

Una realidad, por un lado, exacerbada por la violencia, los crímenes y las extorsiones, y por otro ante la incapacidad gubernamental para enfrentar la situación.

Ambas dinámicas hacen disparar otros caminos, inimaginables hace un tiempo como imponer el estado de excepción (sin que nadie lo haya propuesto) o justificar el asesinato a mansalva.

La cadena fue clara: el Fiscal General habló, en el contexto del asesinato de once trabajadores en Opico, el jueves 3 de marzo, que debería de buscarse “medidas excepcionales”; el presidente de la República, cuatro días después de la masacre, luego de haber mantenido silencio sobre el múltiple crimen y haber viajado a Venezuela para recordar la muerte de Hugo Chávez, habló de una “declaratoria de emergencia”. Al siguiente día, la presidenta de la Asamblea Legislativa, afirmó que se estaba considerando un “estado de emergencia o excepción para algunos territorios en los que se necesita entrar con más fuerza”.

Estas expresiones vagas, generales, sin formar parte de una estrategia definida ni mucho menos teniendo en cuenta los alcances de una supuesta propuesta para endurecer el accionar contra las pandillas, desencadenó una avalancha de opiniones en favor y en contra de la puesta en marcha de un “estado de excepción” que claramente regula la Constitución Política en su artículo 29 y que conlleva a limitar o coartar derechos fundamentales a la ciudadanía.

Tres hipótesis que explican esta discusión estéril, sin base en nada, sin tener una formulación específica mucho menor formando parte de una estrategia contra la delincuencia y la violencia: uno, se trató de una ligereza y que, al igual a una bola de nieve, a medida que avanza creció de tamaño. Dos, una cortina de humo del gobierno central y sus adláteres que avalan cualquier iniciativa oficial ante la incapacidad para enfrentar los graves problemas de inseguridad que padece el país. Y tres, la excesiva sensibilidad de la oposición política que interpretó esta medida como una acción contra la libertad de los ciudadanos, que victimiza a los salvadoreños trabajadores.

Me parece que hay una combinación de las tres y que tiene como campo de expansión los diferentes medios de comunicación que poco o nada ayudaron a centrar la discusión en lo que era, en nada; que poco o nada hicieron para diferenciar lo que realmente dijeron los funcionarios y lo que la gente “quiere” o interpreta… además, y esto es más grave, los adláteres que comenzaron a interpretar lo que el Presidente había dicho… Déjenme terminar con una duda, una duda de fondo que me surge de lo ocurrido esta semana, sobre los adláteres que regaron estas ideas del estado de excepción: ¿fue una ligereza o realmente tienen en su mente y en sus corazones la intención de un estado policíaco más fuerte que no solo busque enfrentar a las maras sino a la misma oposición y la prensa libre?... No sé, la duda existencial me queda porque como lo dice el dicho, cuando el río suena, piedras trae.


*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
ricardo.chacon@eldiariodehoy.com