Hace demasiados meses que este espacio lo he dedicado a exponer mis quejas y críticas sobre la constante -y por ocasiones insultante- mediocridad de nuestra gestión pública y lo vergonzantes que son las reacciones típicas de la oposición en el país. Por tanto, quiero hacer referencia hoy a quienes recorren un camino diferente y se han embarcado en la aventura emocionante del ejercicio de un espíritu crítico.
Hace una semana, en la ciudad de Guatemala falleció un mentor y un gran amigo. El valiente académico y exrector de mi Alma Mater, Giancarlo Ibargüen Segovia, cedió tras años de lucha a una enfermedad degenerativa y nos ha dejado de acompañar.
Durante toda su vida, Giancarlo fue un admirable defensor de los ideales de libertad y nunca titubeó a la hora de pelear por que usted y yo podamos hacer pleno uso de la soberanía sobre nuestras vidas y nuestros recursos. Además, lo hizo con una sonrisa en el rostro y una mente, como diría Rush en su canción Tom Sawyer, que nunca estuvo en alquiler.
Giancarlo le declaró la guerra a la mediocridad y en toda iniciativa en la que participó dio el cien por ciento de sí mismo. Él era un guerrero y caminó toda la vida eligiendo la consistencia y pidiéndonos no claudicar y nunca abandonar nuestros ideales, en un mundo donde ser constante es generalmente superado por ser popular.
Yo le conocí cuando entré a la Universidad y aun sabiendo que era un laureado intelectual, siempre sentí la confianza de abordarlo y expresarle mis dudas sobre cualquier tema. Giancarlo nunca siguió el sendero de la arrogancia o la prepotencia que puede conllevar el conocimiento. En cambio, practicaba constantemente la humildad y honestidad intelectual, y quienes lo conocimos y compartimos con él tenemos la responsabilidad de continuar su lucha por la libertad y su búsqueda de la excelencia. Mientras descansa en un lugar mejor, Giancarlo Ibargüen puede estar tranquilo pues su mensaje está siendo retomado por quienes quieren defender la autonomía del individuo.
Una prueba de ello es lo que está sucediendo en Costa Rica. Cansados del secuestro que los sectores tradicionales han hecho de la palabra libertad, un grupo de profesionales ha decidido lanzar su propio vehículo para lograr significativos avances en el largo camino de apartar al Estado de sus intervenciones innecesarias en nuestras vidas.
La Plataforma Liberal Progresista es un valiente esfuerzo por alcanzar la consistencia y ofrecer una alternativa a los ticos que consideran que las amenazas a sus libertades y a su prosperidad pueden venir de todos los colores políticos.
En sus primeros meses, esta plataforma ha realizado audaces críticas a temas que el “mainstream” político no se atreve a discutir con argumentos técnicos, fuera de ideas moralistas o emocionales: posible legalización de algunas drogas, la igualdad matrimonial o el desmantelamiento de las redes de clientelismo que enriquecen a sectores ineficientes.
Además de sacudir su vetusto sistema, buscan elevar el estándar de exigencias del ciudadano tico. Como dice Silvia, una buena amiga e integrante de la plataforma, esta “es una oportunidad para sentirme representada en el escenario político nacional”. ¿Cuántos salvadoreños quisiéramos lo mismo?
La Plataforma Liberal Progresista ha demostrado que es posible y deseable seguir la clave provista en su momento por Giancarlo Ibargüen: “¿Cómo acertar? Aférrense siempre a la libertad”.
A Giancarlo, nuestros agradecimientos por un vida inspiradora y por ser un ejemplo para los que, sin importar sus ideas, actúan de acuerdo a su mensaje: “Caminen siempre con dignidad (...) sabiendo que viven una vida coherente con sus principios”. A Silvia y la Plataforma Liberal Progresista, quienes amamos la libertad dentro y fuera de Costa Rica les deseamos el mayor de los éxitos. Ojalá que su consistencia sea contagiosa en la región.
Y a los políticos de nuestro país, ojalá que en algún momento se comprometan a dejar la senda del lugar común, la crítica absurda y maniqueísta y la insultante mediocridad. ¡Tomen buenos ejemplos!
*Columnista de El Diario de Hoy.