Tranquilo y sin culpa

Aunque es un fenómeno fisiológico con el que estamos tan familiarizados, dormir ha sido y sigue siendo uno de los mayores misterios.

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25 March 2016

Una de las cosas que seguramente hemos hecho en esta Semana Santa es dormir un poco más. La atmósfera se ha prestado para ello. El ambiente cálido, inmóvil, y el sonido de las chicharras tienen propiedades somníferas. Ya era tiempo de relajarnos un poco y aliviar la fatiga física y emocional que se acumuló por el trabajo diario y los constantes sobresaltos.

El dormir se ve como una cosa simple, una actividad ?o falta de actividad? cotidiana; algo que es placer y necesidad al mismo tiempo. Al sueño le llaman “el tirano amable”, porque es imposible escapar de su poder pero que ejerce su tiranía de una forma sutil.

Pasamos casi la tercera parte de nuestra vida durmiendo y, dada la brevedad de nuestro recorrido por el mundo, parecería que es un enorme desperdicio de tiempo. Aunque es un fenómeno fisiológico con el que estamos tan familiarizados ha sido y sigue siendo uno de los mayores misterios. La ciencia se ha hecho muchas preguntas acerca de esta actividad natural y tratado de explicarse ciertas aparentes contradicciones.

La razón de que durmamos tanto ha sido una incógnita que hasta recientemente va comprendiéndose. De niños nos enseñaron que el sueño sirve para reponer energías. Esto es verdad pero sólo parcialmente. Al dormir en efecto recuperamos energía pero hay un par de cosas que indican que no es ésa la explicación completa. En primer lugar el cerebro, que es el órgano que gobierna el sueño, funciona como una batería de alta eficiencia y se recarga de energía en poco tiempo, es decir no necesita 7-8 horas para recargarse. Por otro lado hay una fase del sueño llamada MOR (Movimientos Oculares Rápidos) o REM, en la cual el cuerpo está inerte pero nuestro cerebro trabaja al mismo ritmo que cuando estamos despiertos. De hecho, el nombre deriva de que movemos los ojos como lo hacemos en el día. Muchos otros fenómenos fisiológicos también están en plena actividad.

El sueño tiene efectos benéficos en la salud como estabilizar la presión arterial y regular la función endócrina, entre otros. Nuevos descubrimientos en Somnología (la ciencia que estudia el sueño) dan luz sobre nuestra necesidad de dormir por relativamente largos períodos. Una función del sueño se relaciona con la memoria. Durante éste se organizan los recuerdos, archivándose (mediante una especie de codificación) los que son útiles y descartando los que no tienen relevancia. ¿De qué sirve que recordemos que el pasado domingo cenamos pupusas y sobrecargar nuestra memoria con algo así de trivial? Otra función recientemente descubierta, y que se expone en la última edición de Scientific American, es que en el cerebro existe una especie de cañerías de desagüe, que lo limpian de desechos que se producen en su funcionamiento y renovación. Al acumularse en exceso se vuelven tóxicos e impiden un normal funcionamiento. El Sistema Glinfático (nombre que se la ha dado) hace circular proteínas descartadas y residuos del metabolismo hasta expulsarlos del cerebro. Se calcula que al mes se produce hasta media libra de este material de descarte. Dicha actividad de limpieza ocurre principalmente cuando dormimos, pues el bombeo es más activo durante el sueño.

El descubrimiento de esta función tiene importantes implicaciones pues entre los desechos que se producen y acumulan están los que se relacionan con enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson y otros problemas cognitivos. Así que no se sienta culpable por haber pasado más tiempo tumbado en la hamaca. 
 

*Médico psiquiatra
y columnista de El Diario de Hoy