Orar, descansar, pasear… ¡y prevenir!

La Semana Mayor se ha convertido en pretexto para el desenfreno, causando tragedias que hubieran podido evitarse con prevención y responsabilidad.

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25 March 2016

La Semana Santa, con su liturgia solemne y pausada, con sus días aptos para la meditación, es el momento para darnos una mirada interior, corregir errores, recuperar fuerzas y, principalmente, acercarnos más a nuestro Redentor.

 Desafortunadamente, la Semana Mayor se ha convertido en pretexto para el desenfreno, causando tragedias que perfectamente hubieran podido evitarse con prevención y responsabilidad, elementos cada vez más escasos. Habernos acostumbrado a leer diariamente sobre múltiples y crueles asesinatos nos ha hecho desatendernos de la alarmante cifra de accidentes de tránsito. Y si la criminalidad es responsabilidad de las autoridades, la seguridad vial es responsabilidad nuestra, de los ciudadanos.

 Me consta que las empresas formales tienen que cumplir rigurosos manuales de seguridad industrial; deben contar con los equipos necesarios para que el personal realice sus labores con seguridad, lo que incluye la permanente capacitación sobre el uso de dichos equipos, así como jornadas periódicas de simulacros de emergencias (incendios, terremotos) para que todos los empleados sepan cómo actuar en esos momentos.

Incluso, cuando se organiza algún paseo grupal, se les prepara recordando todas aquellas precauciones que deben tener respecto a la elaboración de comidas, al nadar o usar una lancha y, principalmente, al cuidado de los niños. Y, permanentemente, se imparten charlas sobre el uso y abuso de bebidas alcohólicas, tabaco y demás sustancias nocivas para la salud.

 Las empresas que prestan servicio de distribución toman especial cuidado en la correcta capacitación de sus motoristas, como las normas básicas de tránsito: manejar a su derecha, no bloquear intersecciones, respetar los pasos peatonales y los límites de velocidad, no hablar por celular mientras conducen, etc. Incluyen también el vital mantenimiento de la unidad a su cargo y el llamado “manejo defensivo”: cómo ir pendientes de todo aquello que le rodea, para prevenir y evitar cualquier accidente. Es decir, se pretende formar en el motorista una “segunda naturaleza” que le transforme de simple motorista en “excelente motorista”. (Como habrán adivinado, los buseros están excluidos de todo lo dicho anteriormente).

 Pues bien. Si una inmensa cantidad de nuestros ciudadanos trabajan en empresas que, por ley, están obligadas a cumplir con los manuales de salud mental, de seguridad industrial y vial; si esos empleados cumplen rigurosamente esos manuales en sus horas laborales, ¿por qué se olvidan de la prevención en cuanto salen a la calle?

 Y lo digo con conocimiento de causa: empleados que en su trabajo utilizan guantes, anteojos, zapatos especiales, arneses, etc., han sufrido accidentes que les han dejado con secuelas para toda la vida por haberse encaramado a reparar el techo de su casa sólo en calzoncillos. Y motoristas con décadas de buena experiencia laboral, que conduciendo su propio vehículo han sufrido accidentes desastrosos por haber sobrepasado a otro en una curva.

 La conclusión es que necesitamos, además, un curso intensivo sobre responsabilidad individual. Las empresas deben motivar a sus empleados, que tienen el privilegio de recibir esas capacitaciones, para que las reproduzcan en su vida privada, con su familia, con sus vecinos. Así, en el futuro tendremos ciudadanos responsables porque lo han aprendido en el hogar, desde la edad más temprana.

 Entonces, la Semana Santa nos dejará solamente frutos espirituales y gratos recuerdos, en lugar de las interminables listas de accidentes que pudieron evitarse, con responsabilidad y prevención.

 Por favor, cuídese y cuide a su familia.
 

*Columnista de El Diario de Hoy.