Latinoamérica está de goma

Borrachos de promesas como estábamos, intoxicados de inocencia, el pueblo no solo votó para subir a populistas a la máxima magistratura, sino que les brindó un “cheque en blanco”.

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27 March 2016

La resaca, “cruda” o “goma”, como se le llama en El Salvador, es un cuadro de malestar general que se padece tras un consumo excesivo de bebidas alcohólicas, aunque no lo suficiente para llegar al coma profundo y a la subsiguiente muerte por depresión respiratoria.
 
Sabiamente, Pedro Infante cantaba “ayyy, Diosito, si borracho te ofendí, con la cruda me sales debiendo”; y es que cuando una persona se pasa de copas, la acaba pagando caro: no solo por los efectos físicos que experimenta después de una noche de parranda, sino también por los actos realizados bajo los efectos del alcohol, de los cuales seguramente se avergonzará al día siguiente. 

Pues así está Latinoamérica: de goma. Está viviendo las consecuencias de haberse embriagado con el Socialismo del Siglo XXI. Los latinoamericanos se pasaron de copas con esa trampa caza-bobos que es ese adefesio ideológico creado en la Habana por los hermanos Castro. Latinoamérica se embriagó con esas promesas populistas de libertad, redención, progreso e igualdad para todos. Tomamos de la copa del populismo hasta beber a fondo ese envenenado brebaje.

En casi toda América Latina, desde Tenochtitlán hasta la Patagonia, decidimos entronizar al populista que mejor hablaba y más prometía, olvidándonos de ese pequeño detalle de preocuparnos si detrás de sus ideas mesiánicas, no se escondía un megalómano con una patológica afición al poder. Al momento de votar, el pueblo no se preocupó por analizar si sus regias posaderas, se iban a sentir demasiado cómodas en la silla presidencial y que simplemente se iban a negar a renunciar a ese tan cómodo sentadero cuando el reloj de arena del periodo presidencial llegase a su fin.

Borrachos de promesas como estábamos, intoxicados de inocencia, el pueblo no solo votó para subirlos a la máxima magistratura, sino que les brindo un “cheque en blanco”, acuerpándolos con sendos números favorables de diputados y alcaldes, de tal forma que le hiciéramos la vida fácil en términos de toma de decisiones y promulgación de leyes.

Los que votaron por ellos, de corazón sincero, pensaron que era el equivalente a la segunda venida de Jesucristo: ¡al fin justicia social para todos! ¡al fin los males del capitalismo sería extirpados de una vez por todas de la faz de la tierra! ¡al fin el cordero podría pastar junto al león! ¡al fin un representante del pueblo estaría en el poder! Pero el tiempo pasó y los cambios no llegaban. “Necesitamos profundizar los cambios” decían, “no se puede traer progreso mientras la oligarquía nos haga la guerra económica” afirmaban, “necesitamos un pura sangre en el poder” concluían.  
 
Para mientras, el pueblo que en su sencillez es sabio, miraba impotente como se lucraban; cómo, frente a ellos, nacía una serie de nuevos ricos cuya insultante opulencia contrastaba con sus humildes orígenes, así como con su inexistente historial productivo. 

Todo cambió y nada cambió. Mismos vicios, nuevos perpetradores. Ahora los latinoamericanos tenemos una bolsa de hielo en la frente y una alkaseltzer en la mano. ¿Quién perdió? El pueblo. Diez, quince o vente años de retraso en una región que sigue siendo “la región del futuro”, de un futuro que nunca llega.

Ahora el peligro es que reneguemos de la democracia, como si ella fuera la culpable. Los culpables somos nosotros por utilizar la democracia para llevar al poder a personas que no deberían estar ejerciéndolo.
 
Ahora que ya se nos pasó la borrachera, no nos queda más que tratar de recoger el desastre de la fiesta de anoche. Esperar pacientemente a que nos pasen los efectos (3 años más) y velar por que no existan más daños colaterales y tal vez, solo tal vez, finalmente aprendamos la lección y no volvamos a pasar por lo mismo. Y para mientras ¡salucita!
 

*Abogado, máster en leyes.