Si no hay café en las alturas no habrá agua en las llanuras

El cambio de uso de la tierra de cafetales a otros cultivos menos amigables con el medio ambiente es un riesgo real debido a la crisis económica del sector

descripción de la imagen

Por

30 March 2016

Esta frase la escuché de un buen amigo caficultor y me quedó grabada. Por su importancia creo que vale la pena relacionarla a la actual situación que estamos pasando en la agricultura y en especial en la caficultura.

El título de este artículo se refiere más a la ecología que ofrecen nuestros cafetales; si se abandona esta actividad y se convierten en urbanizaciones, zacateras, maizales y cañales se continuará perdiendo el único bosque que existe en El Salvador y por supuesto los mantos acuíferos del país.

El cambio de uso de la tierra de cafetales a otros cultivos menos amigables con el medio ambiente es un riesgo real debido a la crisis económica que vive el sector. 

Los precios internacionales del contrato C donde se cotiza nuestro excelente café Salvadoreño, se ha mantenido abajo de los $120 por quintal.
Cuando el precio en el contrato C es de $120 (lo que sale en los periódicos) el ingreso para el productor es de más o menos $70, el resto es el costo de transformación. A los $70 hay que restarle los costos de producción, de recolección, intereses e impuestos que pueden sumar entre $90 y $120. Con este ingreso es imposible cubrir el costo de producción y ningún negocio es viable si no se cubren los costos. Mucho menos si el resultado es una pérdida. 

Los costos de producción siguen siendo elevados. Los insumos son caros y para muchos de nosotros es imposible comprar las cantidades necesarias para nutrir las plantaciones lo suficiente para aumentar la producción; las plagas son interminables, y si el vecino no puede combatirlas se propagan aún a las fincas adonde se combaten y se vuelven recurrentes; las aplicaciones de fungicidas posiblemente traerán otras consecuencias que aún no conocemos. Por la falta de investigación los productores estamos a merced de los productos que existen en el mercado sin la garantía que van a funcionar o no. Por falta de conocimiento muchas veces no se aplican de la forma y dosis adecuadas. 

Sin temor a equivocarme los cafetaleros estamos conscientes del bajo ingreso de nuestros trabajadores, pero no es posible mejorarlos si no hay recursos para hacerlo y es irresponsable ofrecer lo que no se puede cumplir. 

Podría seguir con una lista de situaciones del por qué los cafetaleros estamos al borde de la desesperación y a punto de abandonar masivamente la actividad que nos apasiona y que ha sido además el generador de empleo, de oxígeno y de agua en nuestro país. Algunos ya la abandonaron.

Entonces ¿qué hacemos para salir de esta situación y revertir la degradación ambiental del país? Primero, darle la importancia que tiene la agricultura con urgencia: a grandes problemas grandes soluciones. La crisis en el sector merece una declaración de emergencia sanitaria de inmediato. Segundo, unir esfuerzos para combatirla y ver cómo convertir un problema en una oportunidad; plantear soluciones integrales que ayuden a todos los agricultores dejando a un lado los favoritismos políticos que no son sostenibles en el tiempo. Tercero: contribuir con la investigación y desarrollo. Crear una política cafetalera consensuada, de valor agregado ofreciendo calidad y no cantidad. Cada sector debe de tomar su responsabilidad y hacer lo mejor para sacar adelante a El Salvador. 
 


*Colaborador de El Diario de Hoy.