Piden salir del dólar para imprimir todo el “dinero” que les dé la gana

Al salirse del dólar, si tal locura llegara a ser realidad, se dan dos fenómenos de inmediato: un acaparamiento natural --pues es más seguro tener bienes en mano que papeles-- y una elevación de los precios.

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22 May 2017

Ya no se trata sólo de robarse los ahorros de los trabajadores del sistema de pensiones, sino de robarse todos los ahorros de los salvadoreños, incluyendo los depósitos de los bancos.

En un par de ocasiones, como “tanteando las aguas”, algún figurón oficialista ha propuesto salirse del dólar y volver al colón, caer en papeles que rápidamente se convertirían en basura como está sucediendo con la moneda venezolana, que sufre el mayor deterioro mensual del mundo.

El tanteo lo repitió hace muy poco el plenipotenciario que está siendo investigado por la Sección de Probidad de la Corte Suprema, el mismo que lo afirma que es posible gastarse el sueldo y además ahorrarlo.

Guardar en el colchón los ahorros puede ser la fórmula de supervivencia frente al tsunami de papeles sin valor que el gobierno denominará “dinero”, como ocurrió durante los primeros años del sandinismo, cuando un dólar llegó a valer doscientos millones de córdobas.

Imprimir dinero fue una de las grandes pensadas del chavismo, lo que hoy ha llevado a Venezuela al borde de la hiperinflación, que además de destruir los ahorros y toda estructura fiscal, es un golpe de muerte a la inversión y daña hasta la médula los procesos productivos. Que en Venezuela falte pan y lo mínimo de artículos esenciales se debe en gran medida a la inflación monetaria.

¿De dónde es que el plenipotenciario saca la idea de que sabe de economía política como para andar recetando salirse del dólar y volver a la maquinita de imprimir dinero?

El problema medular de los procesos inflacionarios es que vuelve casi imposible efectuar el cálculo económico, saber con alguna exactitud lo que algo vale, se trate de una arroba de frijol o una consulta con el dentista, lo que lleva de inmediato a elevar los precios “para curarse en salud”.

Al salirse del dólar, si tal locura llegara a ser realidad, se dan dos fenómenos de inmediato: un acaparamiento natural –pues es más seguro tener bienes en mano que papeles– y una elevación de los precios.

Los billetes que se reciben temprano valen mucho menos por la tarde

En una inflación galopante no hay política fiscal ni se cobran impuestos, pues el gobierno imprime lo que necesita pero la “comodidad de imprimir los colones que a uno le hacen falta”, como actúan los falsificadores de billetes, hace que la codicia se sobreponga a todo y en cuestión de meses se duplican o cuadriplican las cantidades hasta que el torrente de papel es incontrolable.

Al desatarse una inflación, de inmediato todos acaparan lo que pueden, pues los bienes tangibles son la única defensa de la población, se trate de guardar alimentos no perecederos, oro y moneda extranjera o cigarrillos y medias de nylon como sucedió en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Se acaparan, por así decirlo, dos tubos de dentífrico o varios sacos de arroz, pues todo eso vale más que los billetes que se reciben por la mañana, pero que por la tarde han perdido una porción de su valor.

De allí se pasa al trueque, lo que es una forma tremendamente ineficiente de comerciar.

El exabrupto del plenipotenciario debe despertar de inmediato a todos los sectores del país para defender el dólar y la estabilidad monetaria y con ello sus ahorros y patrimonios por modestos que sean.