WASHINGTON. Cerca de las nueve de la mañana del martes 11 de septiembre de 2001, dos aviones comerciales se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York, provocando que ambos rascacielos se derrumbaran un hora más tarde.
Luego, un tercer avión secuestrado impactó contra una de las fachadas del Pentágono, en Virginia. Mientras que un cuarto Boeing no alcanzó ningún objetivo, al resultar estrellado en campo abierto en Pennsylvania.
Los atentados provocaron 3 mil muertos y 6 mil personas heridas. Se trató del mayor ataque en suelo estadounidense y la operación más grande de la red terrorista Al Qaeda. Todo cambiaría a partir de ese momento.
Fue así como este grupo y su cabecilla, Osama bin Laden, acapararon la atención planetaria.
A 15 años de los ataques que redefinieron la política global, Al Qaeda ya no ocupa las portadas de los medios. En su “reemplazo” surgió el Estado Islámico, un grupo yihadista aún más sanguinario.
“Al Qaeda ha sufrido considerablemente en los últimos años, debido a que ha perdido el corazón de su liderazgo y gran parte de su fuerza.
Como resultado, su ritmo operacional ha disminuido y lleva a cabo menos ataques. Además, el Estado Islámico ha desafiado al grupo respecto del liderazgo del movimiento yihadista global”, explica el profesor del Programa de Estudios de Seguridad de la U. de Georgetown, Daniel Byman.
Al Qaeda surgió de la yihad antisoviética en Afganistán en los 80. A medida que los soviéticos preparaban su retirada, Bin Laden y sus más cercanos decidieron capitalizar la red que habían construido para llevar a cabo la “guerra santa” a nivel global.
Según el Brookings Institution, la idea del millonario saudita era crear una elite de combatientes que pudieran ejecutar su proyecto y juntar a cientos de pequeños grupos yihadistas bajo una sola organización.
A mediados de los 90, Bin Laden cambió el foco de estos movimientos para que tuvieran un nuevo blanco: EE.UU. Para los yihadistas locales, el jurar lealtad a Bin Laden y adoptar la marca Al Qaeda significaba acceso a una amplia gama de dinero, armas, respaldo logístico, experiencia y, por supuesto, entrenamiento.
“Debido a su formación, sus viajes, sus accesos a la educación moderna y los medios de comunicación, Bin Laden sabía del mundo, sobre política, y es por eso que era un carismático jefe para Al Qaeda. Antes de él, otros peleaban de forma separada, pero él los reunió y luego trató de construir una coalición en contra de EE.UU. y el mundo occidental”, dice a BBC Rahimullah Yusufzai, periodista paquistaní que entrevistó Bin Laden en 1998.
Precisamente, los ataques de ese año contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania y los atentados del 11 de septiembre de 2001 convirtieron a Al Qaeda en una “marca conocida”.
Para los analistas, los ataques demostraron el poder, las capacidades, el alcance y la audacia de la organización.
Pero aunque los ataques del 11/9 elevaron el perfil de la organización terrorista al escenario mundial, la respuesta de Washington fue devastadora para Al Qaeda.
El Brookings Institution señala que Estados Unidos persiguió sin descanso a la red, “atacó su liderazgo, perturbó sus finanzas, destruyó sus campos de entrenamiento, infiltró sus redes de comunicación y, por último, dañó su habilidad de funcionar”.
La muerte de su cabecilla en 2011 y la sucesión de alguien menos convincente, como Ayman al Zawahiri, socavó el poder de Al Qaeda. Entonces, los grupos yihadistas proliferaron en Iraq después de la invasión de EE.UU. en 2003 y muchos finalmente se agruparon alrededor de Abu Musab Al Zarqawi, un yihadista jordano que pasó tiempo en Afganistán.
Al Zawahiri y Bin Laden presionaron para que el enfoque estuviese en los blancos de EE.UU., mientras que Al Zarqawi (y aquellos que tomaron su lugar tras su muerte en 2006) buscaban una guerra sectaria e incluso ataques contra musulmanes chiitas considerados como renegados, al igual que los que colaboraban con el régimen chiita.
“Al Zarqawi estaba obsesionado con los chiitas como un puñal en el corazón de Iraq y el mundo musulmán, llevando a Iraq a una guerra civil entre sunitas y chiitas, realizando miles de atentados suicidas en contra de los chiitas”, señaló a la BBC Farwaz Gerges, experto sobre grupos yihadistas del London School of Economics.
Cuando estalló el conflicto en Siria en 2011, Al Zawahiri instó a los yihadistas iraquíes para que fueran parte del conflicto y Abu Bakr al-Baghdadi -que tomó el liderazgo del grupo Al Qaeda e Iraq en 2010-, inicialmente envió pequeños pelotones de combatientes a Siria para construir una organización. Siria estaba en el caos más absoluto y los yihadistas establecieron bases seguras de operaciones en ese territorio, recolectaron dinero y ganaron nuevos reclutas a su causa.
Recién en 2013 los yihadistas iraquíes se autodenominaron como el “Estado Islámico de Iraq y Siria” para reflejar su nueva y más amplia orientación.
El analista Hassan Hassan junto al columnista Michael Weiss señalan en el libro “ISIS inside the army of terror”, que luego de la caída del régimen de Saddam Hussein, la Autoridad Provisional de la Coalición, a cargo del estadounidense Paul Bremer, promulgó una ley para anular al Partido Baaz. Este hecho contribuyó a que exintegrantes del Ejército de Saddam se unieran al EI.
Esa organización terrorista, sumada a la colaboración de combatientes extranjeros, permitieron que el EI fuera acaparando territorio en Siria, Iraq e incluso Libia. Sin embargo, la contraofensiva de la coalición liderada por EE.UU., además de Rusia, ha socavado su poderío. Eso no ha impedido que lleve a cabo atentados en Occidente, como los ataques múltiples en Francia en noviembre de 2015.
“El EI si bien ha perdido territorio puede realizar ataques terroristas con el fin de probar a sus partidarios de que es fuerte y están activos”, advirtió Byman.