"Yo estaba en una reunión de capacitación de banqueros, en un edificio que está ubicado a unas 10 cuadras del World Trade Center.
Estábamos en el piso 17 de un edificio cercano. Es relativamente pequeño. De pronto, oímos la primera explosión. En ese momento, el expositor se detuvo. Nos quedamos inquietos y en silencio. Luego, 15 minutos después, vino la segunda explosión. Fue más fuerte. En ese instante, un segundo avión se estrelló contra la torre, precisamente, contra la que posee un observatorio para turistas.
La onda expansiva provocó un movimiento como el de un fuerte temblor. Eso nos llamó la atención y nos asustó a todos. Yo lo percibí como un fuerte temblor, quizá porque mi subconsciente quedó familiarizado con los terremotos".
De inmediato, vimos la enorme columna de humo que empezó a salir de las torres gemelas. No podía salir de mi asombro. ¡El World Trade Center estaba en llamas!
"No sabía lo que estaba pasando.
Cuando el humo iba subiendo lentamente, empecé a ver cómo la gente se lanzaba desde el piso 90. La torre tiene 107 pisos.
La gente quebraba las ventanas y se lanzaba al vacío para escapar de morir asfixiada o carbonizada. Es terrible imaginar la angustia que vivieron esas personas.
Desde acá, en el piso 17, pude observar el caos que se empezó a vivir en las calles. Todas las vías fueron bloqueadas. Pero, eso no fue todo. Lo peor fue cuando los bomberos y los policías que estaban en las operaciones de rescate tuvieron que correr ante el colapso de una de las torres.
Lo que es impresionante es la cara de impotencia de la gente en las calles de Manhattan. Van caminando de un lado a otro, sin dirección. Hay que entender que el ciudadano norteamericano no está acostumbrado a este tipo de situaciones, sino a vivir en un país seguro.
Tal vez uno, como extranjero que ha vivido situaciones de conflicto, tenga una asimilación más rápida de este tipo de hechos; pero el ciudadano promedio estadounidense está desmoronado, pues ahora sabe que el orgullo de la nación, el orgullo de su arquitectura monumental, se ha venido abajo.
Estupefactos
Mucha gente se ha refugiado en los bares y permanece ahí, viendo lo que se transmite por televisión. Ahí se han estremecido más al saber que los atentados han tocado el Pentágono.
Nosotros recibimos órdenes de no abandonar el edificio, que tiene 20 pisos y unos 10 mil empleados, y estamos preocupados, ya que supimos que dos aviones caza sobrevolaban la zona.
No sabemos por qué, pero la gente rumora que todavía hay otro avión que no desciende y nuestra preocupación es mayor, porque estamos cerca del Rockefeller Center, y podría ser un blanco de otro atentado.
Cuando le pregunto a Christian qué sentimiento experimenta después de haber sido testigo de estos atentados, hace una pausa, reflexiona y agrega:
Ahora que veo en retrospectiva los hechos, lo que más me impacta es el momento cuando se contrajo el edificio y empezó a desmoronarse hasta desparecer.
Es una sensación con una mezcla de molestia y rabia ante un ataque de esta naturaleza. Lógicamente, el dolor que causa la muerte de miles de personas y pensar en cuántos turistas estaban; en el observatorio. Imaginar cuántos niños estaban con sus padres, viendo la ciudad de New York y, de repente, ver que un avión se viene contra ellos. No lo puedo creer.
Y pensar que yo estuve el domingo en Wall Street y en las torres gemelas, donde ahora ya no hay nada. No termino de salir de mi admiración.
Yo planeaba regresar a San Salvador el próximo sábado y entiendo que han clausurado los vuelos"
(Historia publicada en la edición extra de El Diario de Hoy el 11 de septiembre de 2011)