"Me salvé de milagro"

Raúl Gallegos es un periodista salvadoreño que laboró en El Diario de Hoy. Actualmente vive en Nueva York pues labora ahí en una publicación especializada que se llama "Seminario de Mercados Emergentes". A Raúl le corresponde visitar las Torres Gemelas, todos los días.

descripción de la imagen

Por

10 September 2016

Nueva York. ¿Qué podría advertir de todo lo que está pasando aquí? No puedo escribir más que estamos en shock. Está en šshock" un país. Está en "shock" una ciudad. Todos estamos en "shock".

Escribo esto al mediodía de Nueva York ( 10 a.m., hora de El Salvador). Me encuentro en el apartamento de una compañera editora de la publicaciòn en la que laboro como periodista. Pueden estar seguros que, aunque no se tengan ni cifras ni detalles sobre los muertos, en esas torres estaban algunos de los principales banqueros del mundo. Lo puedo asegurar yo que a diario visitaba esas torres porque allí encontraba a mis principales fuentes económicas.

Es más: quizá me salvé de milagro porque me correspondía visitar esas torres aunque a una hora más tarde. Ahora, en estos momentos, rezamos por mis compañeros periodistas: es probable que algunos de ellos se encontraran allí, a la hora de los impactos, pues allí se llega temprano a realizar coberturas periodísticas.

¿Por qué se trabaja ahí temprano? Porque los mercados financieros abren sus operaciones muy temprano. Además, por la diferencia de horas con el resto de los mercados financieros mundiales, los banqueros y periodistas están obligados a acudir ahí, incluso, al amanecer. Sin duda, ahí estaban los banqueros. Ahí estaban los periodistas. Ahí estaba muchísima gente. De eso no tengo duda.

Cuando ocurrió la explosión, iba hacia a la oficina del semanario financiero en el que trabajo que está localizada cerca del edificio Rockefeller. Exactamente a la par de la catedral de San Patricio. No escuché nada porque, como se trata de un tren subterráneo, lo que ocurre afuera es parte del silencio. Pero, si hubiese seguido mi rutina de llegar temprano a ese lugar, posiblemente se habría encontrado con la muerte.

Rapidamente la ciudad entera se enteró de lo que sucedió en las torres gemelas. Entonces comenzó el caos en las calles. Al principio la gente corría. Con el paso del tiempo, las marchas de ordenaron mejor. La mayoría de las personas se quedaron en la casas mirando, atónitas, la televisión.

Al llegar a mi oficina, mis compañeros estaban perplejos. Algunos subidos al último piso del edificio en que se encuentra el semanario para mirar todo lo que acontecía en la ciudad. De verdad, mi cabeza no podía creer lo que miraban mis ojos. El humo se levantaba por la ciudad. Las ambulancias y coches de bomberos dominaban Manhattan. La gente se movilizaba sin saber adonde ir. Una verdadera locura. Eso es lo que a la hora de escribir esta historia está ocurriendo en Nueva York.

Afino mis ojos. Miro de lejos las dos torres gemelas. Están llenas de humo. Se miran dos grandes agujeros. Después, ante los ojos del mundo, buena parte de los edificios se desploman.

No hay un ser humano que no esté asustado aquí. Recuerdo a mis fuentes de información. Recuerdo a los banqueros. Me pregunto: ¿Cuántos de ellos estarán ahí? ¿Cuántos compañeros periodistas estarán ahí?. Las calles están enloquecidas. No hay autobuses. No hay nada. Miles de policías corren por las calles. Sospecho que muchos de ellos no saben ni qué hacer. Esto es un gran hormiguero humano en el que todos están guardados en sus casas, en cualquier sitio, en cualquier rincón. Todo, absolutamente todo, está atascado.

Después de ver todo aquello, seis periodistas que laboran en el semanario decidimos retirarnos al apartamento de una editora. Seguimos perplejos. Al igual que todos los habitantes de esta enorme ciudad, seguimos lo que acontece en la televisión. A los estdounidenses los despertó los peores atentados terroristas que han sucedido en su larga historia.

Realmente estoy preocupado por mis compañeros. Por momentos agradezco que no correspondiera estar ahí a la hora que suelo llegar. Y , si alguien se preguntara qué va a pasar con el mundo, la única respuesta que puedo darles es esta: nadie sabe, nadie sabe. Si está preocupado por las finanzas internacionales o el precio del petróleo, mi respuesta es la misma: nadie sabe, nadie sabe.

(Historia publicada en la edición extra de El Diario de Hoy el 11 de septiembre de 2011).