“Al gobierno de Rousseff no le quedan más de tres meses”

 Líder político juvenil brasileño afirmó a El Diario de Hoy que la ciudadanía de ese país ha despertado 

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14 March 2016

“Los brasileños hemos entendido que nadie debe estar fuera del alcance de la ley y eso está motivando a la ciudadanía a salir a la calle”, afirma Jefferson Figuereido, secretario general de juventud del Partido Demócrata en Río de Janeiro y representante de este país de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia.

“El Gobierno de Dilma Rousseff, señalado como parte de fuertes escándalos de corrupción, ya acabó. Hasta sus aliados dicen que el gobierno termina en, máximo, 3 meses”, declaró ayer el líder juvenil en una entrevista exclusiva con El Diario de Hoy.

Figuereido afirma que no hay base de apoyo político ni soportes morales después de tantas denuncias de corrupción y condenas, especialmente las del tesorero del Partido de los Trabajadores (al que pertenece Rousseff), Joao Vaccari; y su líder en el Senado, Delcídio Amaral, quienes están presos.

 “No hay un gobierno en estas condiciones que pueda salir adelante”, acotó.

Según Figuereido, la reciente captura del expresidente Lula da Silva, para interrogarlo, supone un paso más en la estabilidad democrática y el Estado de Derecho en Brasil. 

Los escándalos de corrupción y un clima de fuerte descontento social por la recesión económica y el multimillonario fraude a Petrobras que salpica a empresarios y políticos, llevó el  domingo a más de 3 millones de personas en 300 ciudades a tomarse las calles, en las manifestaciones más grandes desde las “Diretas Já” que se dieron en 1983.

“Quienes protestan, además de denunciar la corrupción, critican que ésta les ha traído desempleo, inflación e instituciones públicas que solo satisfacen proyectos personales de poder”, añadió.

Finalmente, Figuereido afirma que, si bien la sociedad aspira a la renuncia de Rousseff (ilustrado por la popular consigna “Fora Dilma”, o Fuera Dilma), las manifestaciones aspiran a poner fin a la cultura de corrupción. 

“Este es un objetivo distante, pero el elector promedio empieza a interesarse en la política, a castigar a los corruptos en las urnas y a hacer ver que no hay políticos inalcanzables por la justicia. Esto genera una estabilidad de las fuerzas democráticas de Brasil”, reconoce.