Sonia Martínez es una salvadoreña residente en Bélgica desde hace varios años, y que como muchos compatriotas se han aferrado a nuevas oportunidades laborales lejos de la tierra que los vio nacer.
El 22 de marzo, la cotidianidad de Sonia y su familia se convirtió en caos: una serie explosiones en el aeropuerto y el metro de Bruselas. Esa fue la noticia que leyó en redes sociales mientras se dirigía a su trabajo. Más tarde se dio cuenta que se trataba de atentados terroristas que dejaron más de 30 muertos y 270 heridos.
Así relata esta salvadoreña lo ocurrido ese martes:
"Eran las 8 de la mañana, mi esposo y yo fuimos a dejar a nuestra bebé a la guardería y luego nos separamos cada uno a su respectivo trabajo. Al poco tiempo, comencé a ver las noticias en mi Facebook de las recientes explosiones en el aeropuerto. Le llamé a mi esposo para informar lo que estaba pasando y no logre contactarlo. Me sentí angustiada, continúe hacia mi trabajo y poco tiempo después de haber llegado supe de otras explosiones en el metro; me angustiaba más porque sabía que él iba por ese lugar".
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Los atentados ocurrieron temprano por la mañana. Según medios internacionales, las primeras explosiones, las del aeropuerto de Zaventem, fueron a las 07:00 a.m. (hora local). Una hora más tarde se registró otra explosión en la concurrida estación de metro de Maalbeek, también en Bruselas. La circulación del metro debió suspenderse y miles de usuarios fueron evacuados.
Sonia continúa: "Le llamaba a mi esposo y no lograba contactarlo. Me llené de mucho pánico y tristeza, desesperación, no sabía qué hacer. Los medios de comunicación anunciaban lo sucedido y sugerían que cada uno se quedara donde estuviera. Después de mucho tiempo logré hablar con mi esposo y me dijo que ya estaba regresando a casa porque todo estaba bloqueado, y no había paso para continuar. Me sentí más aliviada y le pedí que fuera a la guardería a recoger a la bebé y que no salieran más. Poco después me informan que al lado de mi casa se registró otra explosión, esta vez un carro el cual no hizo más daños por la rápida intervención policial. Después todo era alarmante: escuchaba las ambulancias sonar, a la Policía, las noticias, recibí los mensajes de amistades y también de mi familia, quienes cuando se enteraron me llamaron. Todo era una zozobra, ese 22 de marzo quedará marcado en nuestra mente y corazón. Y a dos días de lo sucedido, aún tenemos miedo, pero estamos tratando de llevar una vida normal"
Lo que más le asombra a Sonia es la manera en que la ciudad comienza a levantarse de a poco. Muestras de solidaridad, amor y coraje son evidentes en las calles, cuenta. "La gente sale a depositar velas y flores en honor a los muertos y para dar apoyo a los familiares. Todos se recuperan con dignidad, humanismo y solidaridad".
Pese a que el miedo persiste en ella y sus conocidos, salen al trabajo y a estudiar depositando su confianza en Dios. "Pensamos que somos más las personas que luchamos por el bienestar que aquellos que desean el mal de la humanidad".
Con el país europeo sumido en el luto, esta compatriota busca dejar atrás la incertidumbre y el horror de ese día: "Amo mi patria, pero me uno al dolor que llena a las familias de diferentes países que murieron en esta nación que nos ha acogido con brazos abiertos. Bendiciones a todos en mi patria querida El Salvador".