Quien mira la sonrisa de Yaneth Arely Vásquez Rodríguez, una joven de 21 años residente en San Salvador, no puede imaginar que haya sobrevivido a un tumor maligno que afectó el lado izquierdo de la mandíbula, mucho menos que haya soportado vivir por casi tres años agobiada por un intenso dolor en ese lado de cara.
“Para serle honesta me quedé blanca, helada. Solo escuché que me dijo tú tenés cáncer, y esto, y esto... no me acuerdo que más decía. Yo salí llorando del consultorio”, explicó.
Fue el 2014 cuando Arely, como gusta que le llamen su familia, escuchó en el consultorio del médico maxilofacial el diagnóstico que tenía un mixofibrosarcoma.
Nunca imaginó que aquellos dolores que sentía al masticar o al cepillarse los dientes, y que la llevaron a consultar, fuera algo tan grave que trastornó su vida, al punto que tuvo que abandonar sus estudios cuando apenas iniciaba el segundo año de bachillerato opción Arquitectura.
De allí empezó un largo trajinar. En 2015, gracias a la ayuda de personas altruistas, fue operada en el Hospital de Diagnóstico para extirparle el cáncer: “Me retiraron el tumor y me pusieron tres plaquitas en la mandíbula porque como la perforaron me las pusieron para unirla”, precisó.
Cuenta que, tras la operación, pasó unos meses sin dolor en la cara y recibió tratamientos de radioterapia; pero luego volvió a experimentarlo porque tras la operación tuvo, como efecto secundario, daño en el nervio trigémino. Con el diagnóstico del Neuralgia del Trigémino vinieron más tratamientos con pastillas y con inyecciones en ese punto.
Tuvo que abandonar los estudios porque pasaba agobiada por el dolor y sonmolienta, a raíz de las pastillas y la morfina que tomaba o le inyectaban para contrarrestarlo.
Pese a los medicamentos el dolor no cedió, por lo cual el maxilofacial la remitió con un neurólogo y este a con el doctor Eduardo Lovo, un joven neurocirujano que trabaja en el Centro Internacional de Cáncer, del Hospital de Diagnóstico, y con quien al final vería una solución.
Y es que Arely, literalmente, se acostaba y levantaba con dolor. “Me frustraba el dolor y me impedía hasta caminar porque me cansaba. Si hacía actividades normales como salir a comer o algún lugar en la noche me sentía como que hubiera corrido una maratón”, comentó la joven, quien durante ese proceso se dio cuenta de que muchos de los que consideraba amigos y con los que había salido a fiestas o a paseos realmente no lo fueron porque la mayoría se alejó.
A quienes sí la acompañaron los cuenta con los dedos: Gustavo, Nelson, Elías, Rolando, sus hermanas María José y Cristy.
Da gracias a Dios por el apoyo de su madre Carolina Vásquez y los amigos que se quedaron apoyándola y, sobre todo, porque la puso en manos del doctor Lovo, quien le hizo un tratamiento definitivo y la hizo volver a disfrutar la vida.
El neurocirujano le practicó en octubre del año pasado un procedimiento de radiocirugía llamado Talomotomía Medial, precisamente en un punto del tálamo cerebral que registra las sensaciones provenientes del nervio trigémino.
El 26 de diciembre amaneció sin dolor. Ella, con la experiencia de anteriores procesos, pensó que el alivio era temporal. El tiempo le demostró que no. Hoy piensa terminar su bachillerato y luego asistir a la universidad para convertirse en arquitecto.