Nadie puede dudar que Geoffrey Chaucer era un periodista político. Alrededor de 1343, escribió dos poemas que son calificados como periódicos de noticias políticas. Son The House of Fame (La casa de la fama) y The Parlement of Fowles (La asamblea de aves), en ellos nos presenta el ruido político del gobierno y las ambiciones de los políticos. Ambos poemas funcionan como molinos de rumores y chismes, están “llenos de susurros y declamaciones”.
En el auge del comercio y el clamor de los cortesanos de estos poemas, estamos muy, pero muy lejos de la privacidad y silencio de los scriptoria, los salones donde los monjes, quienes habían tomado votos de silencio, copiaban las crónicas históricas y diarias del mundo de afuera. Y, aunque Chaucer no era el primer periodista de Europa, sus poemas políticos sobresalen con el ruido de la vida pública donde, en las casas de vidrio que nos ofrecen estos poemas, no hay privacidad ni silencio. Estamos en el mundo de la información política, no de la comunicación, aquí vestida con plumas de pavo real y águilas que declaman en las líneas de estos poemas noticiosos, que representan una transición desde los manuscritos hasta las noticias impresas en el espejo distante del siglo XIV.
Desde el mundo de las cortes elegantes hasta los muelles apestosos del comercio en las ciudades portuarias, Chaucer, en sus narrativas, participa en el juego peligroso de denuncias, elogios y recuentos vestidos, sí, en metáforas de plumas y cantos, pero no menos serio por eso.
Doscientos años más tarde, otro periodista político, William Shakespeare, presenta ante la corte de Elizabeth I, reina de Inglaterra, en ca.1600, una proclama con argumentos noticiosos detallados a favor de una insurrección de los católicos ingleses contra la opresión de los anglicanos en su obra teatral, Hamlet, Príncipe de Dinamarca, en la que las noticias políticas de los semilleros de conspiración (léase, los teatros), funcionaban para reportar hasta las noticias políticas más minuciosas.
En sus famosas instrucciones a los cortesanos del Castillo de Elsinore sobre como tratar a los “players” (actores), Hamlet exige a la corte: “¿Me escuchan? Dejan que sean tratados bien, porque ellos son las crónicas abstractas y breves de los tiempos”. Hamlet. (II.ii.519-20) Descifrando lo que dice Hamlet a un teatro lleno de personas de todas las clases económicas de Londres, es claro que las noticias (“chronicles”) deberán ser “breves” (brief) y comprimidas (abstract). Pero no solamente eso. Las “crónicas” proclaman las noticias -o sea, las únicas modalidades- en que podemos aprender lo que está pasando en el mundo político afuera. Y lo que está pasando en la obra es ¡una llamada a la insurrección política de los católicos! Noticias políticas de verdad.
Solo veinte años más tarde, en 1620, Ben Jonson, querido amigo de Shakespeare, presenta ante la corte del rey James I de Inglaterra, una mascarada satírica con el título Noticias del Nuevo Mundo (News from the New World), en que hace burla de los reporteros de noticias en el escenario. Además, en 1626, presenta en la corte real del rey y también en el Teatro de Blackfriars, en 1626, El Emporium de Noticias (The Staple of News), otra mascarada.
¿Y qué es una mascarada? Es una obra teatral con vestuario exageradamente formal e irónico, que apela a los ojos y oídos de la audiencia en doble sentido. Ambas obras gotean desdén, sátira, desprecio e ironía sobre los monopolios de “newsmongers”, peleándose como cangrejos en un barril por la inteligencia más fresca.
Ahora, un “monger”, en el inglés del siglo XVII, era un calumniador y un vendedor de algo en el sentido que un “fishmonger” era un vendedor de pescados; de la misma manera, un “newsmonger” era un vendedor de noticias. Para Jonson, el teatro en todas sus formas siempre era los ojos y oídos para noticias políticas y juegos de poder vendidos al precio más alto que se puede, sin importarle si las noticias eran verdaderas o no, porque las noticias frescas y podridas, ambas, son vendibles a quienes son crédulos.
Sobre los “newsmongers” (vendedores de calumnias y noticias), olvidamos, a nuestro riesgo, el hecho de que los políticos “viven en casas de vidrio” y sus vidas privadas podrían ser reportadas en trozos de prensa y redes sociales -aún en el Renacimiento- por medio de gritos y susurros.
Al respecto de susurros y suspiros, en el siglo VI del Medioevo, San Benito de Nursia nos había aconsejado, en su Regla para la conducta de monjes, que el grado más alto de perfección es alcanzado en la soledad, la privacidad y el silencio.
Pero la revelación del ser interno y privado en público, o, la intrusión del público en la vida privada, ambas, comienzan, durante el Renacimiento, a levantar sospechas. Y las noticias son públicas en mayúscula. Era inevitable que las acciones políticas fueran reportadas al mundo, como en el caso del Diario famoso de Samuel Pepys, Secretario del Navío para el rey Carlos II, cuando regresa de su exilio en Francia a retomar el trono de Inglaterra. Estamos en los tiempos de la Guerra Civil en Inglaterra, después del “Rump Parliament” (la asamblea de Oliver Cromwell que no permitió entrar a los miembros del Parlamento que iban a votar en su contra y ganó el epíteto del “Parlamento de la parte trasera de la vaca”, por ser reducido, por la censura militar, a solo la mitad de los diputados).
Pepys, en un recuento por escrito que es todavía muy famoso y popular, igual como delicioso por su ironía, reporta las noticias sobre el regreso del rey Carlos II desde su exilio en Francia, llegando, invitado, a Inglaterra en 1660 (La Restauración), a retomar el trono. Describe a la población de Londres celebrando su llegada, con fogatas en las que estaban rostizando “rumps” de carne de res, como un insulto al “Rump Parliament”, pero sin decirlo abiertamente. Los que conocían o vivían la situación política entendían a la perfección.
Ahora, querido lector, hacemos un salto de doscientos años para conocer la opinión de un poeta satírico inglés del siglo XIX, sobre el fenómeno de la información política. Es un tal Samuel Butler, quien borra la línea entre público y privado con decir: Un “newsmonger” es un vendedor en pequeño de rumores que recibe fiado y vende tan barato como compra, porque se trata de un bien perecedero que no dura. Y si pierde su frescura y se queda en sus manos, no rinde nada porque una verdad se pudre tan pronto como una mentira… y se preocupa poco si son buenas o malas noticias, porque eso no las hace más ni menos “noticias.” Verdadero o falso es todo lo mismo para él….” Citado en A.R. Waller. Characteres y pasajes de libretas. (Cambridge, 1908).
Así que, desde políticos vestidos de plumas de ave, pasando por actores como noticieros políticos y parlamentos como carne asada de grupa (rump roast), las noticias borran la línea entre pensamientos y actuaciones privadas reveladas en forma oral o impresa, pero siempre disfrazadas y reveladas en metáforas para quienes tienen ojos para ver y oídos para oír. Y, hoy en día, son más rápidos e internacionales que nunca, en las redes sociales, que borran la vida privada en un instante o proclaman un recorte de impuestos corporativos en una sola página (como hizo recientemente el nuevo presidente del país del norte).
Proclamas por “Tweets” son ahora las poco elegantes noticias que permean la vida privada y pública, alivian la tribulación de la soledad y abren todas las chapas con llaves electrónicas. Eso, sin embargo, es bueno para la revelación de la corrupción y el crimen, que son punto aparte.
Por lo general, se puede decir que, borrar la vida privada e interna es como borrar nuestro ser y clausurar el espacio privado y la soledad que en donde vive la creatividad, y la aspiración de comunicar los comentarios noticiosos en metáforas, ya que ellas permanecen en el costal cultural de nuestra vida privada.
En un estudio de inteligencia artificial y electrónica, recientemente reportado en las noticias de BBC de Londres, un comentador declaró que “hay jóvenes en nuestra sociedad quienes nunca han conocido la privacidad.”
Esta tragedia de vivir siempre y solo bajo la luz pública (léase, pegados a las redes sociales, examinando las actuaciones de otros y continuamente comparando nuestras acciones con los de los demás) no deja abierta la posibilidad de imaginar a la información política como nada más que un negocio.
Deseamos larga vida al uso de las metáforas ingeniosas, pescadas del mar político que atrapamos como peces brillantes en la atarraya de la lectura de nuestra vida interior, como en los siglos pasados cuando periodistas como Geoffrey Chaucer, William Shakespeare y Samuel Pepys proveyeron las noticias adornadas con metáforas y velas irónicas y punzantes curadas en lo que Montaigne denominó, en sus Ensayos, el almacén trasero (celier arrière) -término por lo cual Montaigne deseaba indicar a nuestro ser interior, que no es abierto a nadie más que a quien escribe.
Uno siempre puede escribir de manera perfecta, literal y pulida (pero aburrida) con el propósito ostensible de impresionar a las masas -una actitud despreciativa. Pero, también es posible invadir al mundo irónico, satírico e indirecto para comentar la política. La ironía no es, después de todo, un pecado político.
Es desde nuestro almacén trasero, privado y escondido, donde guardamos nuestras investigaciones recogidas de la observación y la lectura, que se puede comentar la información política provista de la creatividad, para elevar el nivel del discurso en el negocio del reportaje de las noticias políticas.
Quedan invitados a invadir la vida íntima de las metáforas y las alusiones al comentar la información política y así estimular la opinión pública, sin provocar el sueño en los que lean los reportajes. FIN.