" Cuando vayas a bailar no te olvidarás de mí, porque tienes que bailar este pasito tuntún, tuntún". No dudo que más de alguno de ustedes ha bailado esta canción. Bailar es uno de los placeres de la vida que disfruto mucho, pero cuando en nuestro país se baila a pasito tuntún con la institucionalidad… ¡es de preocuparse!
Las elecciones del 1 de marzo han desnudado la fragilidad aún vigente en nuestras instituciones, y no solo me refiero al Tribunal Supremo Electoral, que es el centro de la atención por su débil capacidad mostrada en lo que le corresponde realizar por Ley. En este proceso se involucran los tres poderes del Estado, los partidos políticos, observadores internacionales y fiscalizadores de la sociedad civil. Y la ciudadanía con el ejercicio del derecho al voto.
Como ciudadanos ejercemos el voto con la convicción de que existe certidumbre y confianza en el proceso y sus instituciones. Sin embargo, uno puede ver que se toman decisiones que no van en esta dirección. Un ejemplo es la reducción del presupuesto para las elecciones recién pasadas. Esto nos obliga a preguntarnos si la democracia, la transparencia y la confianza en las instituciones están "on sale": en venta al mejor postor. Esto no lo tienen que contestar los ciudadanos sino los responsables de la toma de decisiones, a quienes les hemos concedido esa potestad.
Las instituciones están conformadas por personas. Los ciudadanos tenemos derecho a esperar que estas personas sean las idóneas para los puestos. No se trata de si el TSE se "puso las pilas" o no, estamos hablando de una responsabilidad y de un compromiso serio que puede contribuir o a fortalecer o a debilitar nuestras instituciones democráticas o, incluso, la democracia misma, que ganamos a un costo tan alto.
Los ciudadanos esperamos que cada uno sea responsable de su misión para hacer un mejor El Salvador en todos los aspectos. Aquellos que, a pesar de su declarada "buena voluntad" han demostrado su incompetencia --pues solo así se le puede llamar a este tipo de errores--, deben asumir su responsabilidad política evitando que el fracaso que aún hoy contemplamos incrédulos, se convierta en un escándalo institucional y en un sainete barato en el que los máximos responsables buscan, cual cipotes en un patio de colegio, a quién cargar la culpa, para evitar aceptar --como altos funcionarios que son-- sus responsabilidades.
Han transcurrido 23 años desde la firma de los Acuerdos de Paz, día en que los salvadoreños decidimos tomar el camino hacia la construcción de un Estado democrático y de derecho. Para ello, los acuerdos giraron alrededor de temas claves que asegurarían la creación o reformas en instituciones necesarias. Como ejemplo, en el sistema electoral se tomaron medidas como la creación del Tribunal Supremo Electoral para asegurar la plena vigencia de los derechos civiles y políticos de la ciudadanía en elecciones que tienen que ser transparentes y justas.
Reflexionemos sobre el camino que escogimos: lo que hemos recorrido y el compromiso que tenemos todos de dar pasos firmes hacia la construcción de la democracia.
El Salvador no puede dar pasos atrás hacia la mediocridad y la improvisación en un aspecto tan fundamental como la eficiencia y la transparencia electoral. Los ciudadanos ya no toleramos estos espectáculos en los que los avances institucionales son pasajeros y en los que los responsables de mejorarlos parecen decididos a recordarnos que somos incapaces de progresar seria y eficazmente.
¡No más pasitos tuntún! Con la democracia no se baila, y mucho menos, ¡se juega!
*Expresidenta del FISDL.
Colaboradora de El Diario de hoy.