La pesca artesanal es la principal fuente de trabajo de las comunidades costeras del municipio de La Unión, quienes desarrollan a diario la actividad, utilizando técnicas tradicionales.
Alrededor de unos 200 pescadores, entre hombres y mujeres, salen a enfrentarse a esa dura faena en alta mar, pero pocas veces regresan con buena recompensa, debido a que el recurso se está agotando.
Los pescadores se exponen las altas temperaturas, las tormentas inesperadas, los fuertes vientos e incluso a ser víctimas del robo del producto y de las embarcaciones.
En el sector conocido como La Murrallera, del barrio San Carlos, Óscar Guerrero trabaja como piloto de la lancha, y Yosselin Galeas desarrolla el rol de el marino; ambos trabajan para el dueño de la embarcación.
Ellos salen del muelle en las madrugas con las esperanzas de regresar con muchos pescados, porque con el dinero que logran de la venta deben pagar el combustible y al cargador, además de dividir lo obtenido con el dueño.
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A las 4:00 de la mañana, las redes están listas, los recipientes con el combustible, las hieleras, y todo el equipo para la pesca.El cargador es el hombre que traslada el motor y todos los equipos hasta donde está la lancha fondeada, son alrededor de 200 libras de peso que lleva en sus hombros cada vez que lo carga.
Óscar y Yosselin verifican que nada haga falta, incluso la comida que prepararon para ingerirla durante el día.
El dueño de la lancha se encarga de despacharlos con todo lo necesario para la jornada de trabajo.
En el estero de la playa es un afán de ir y venir de los pescadores haciendo los últimos preparativos para zarpar, ellos conviven entre gritos y bromas . El ruido de los motores es señal de que todo está listo.
A las 5:00 de la mañana las lanchas zarpan a las islas en el Golfo de Fonseca para “probar suerte”.
En un buen día pueden lograr un quintal de pescado, mientras que otros apenas sacaron unos pescados por los que recibieron tres dólares, eso no les alcanza ni para el pago del combustible, para eso necesitan entre 20 y 30 dólares.
Las lanchas se ubican frente a las islas Conchagüita y Meanguera del Golfo. En el primer lance de las redes, que miden entre 150 y 200 metros de largo, sacan los primeros peces ; esto les lleva 20 minutos.
Para saber si ya hay peces en la zona, la tripulación carga un tubo plástico cubierto de almohadilla con un orificio al centro, este lo meten al agua y el otro extremo lo colocan en un oído con el propósito de detectar el canto o ruido de los peces.
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Los pescadores se conocen y acostumbran a preguntarse en qué tramo les fue bien y cuántos peces sacaron en un tirón.
A las 2:30 de la tarde, es posible que ingresen los vientos del Sur, alborotando el agua, “el mar está picado”, dicen los pescadores. Para ellos es una mala situación, porque ya no puede continuar tirando la red, porque se dificulta sacarla.Pocos se arriesgan a seguir trabajando en esas condiciones.
La opción para muchos es regresar. Con mar picado hay dificultades para regresar porque el oleaje es fuerte.
Antes de llegar donde le dueño de la lancha, los pescadores pasan por unas playas del lugar para lavar las redes y entregarlas limpias; así estarán listas para la jornada del siguiente día.
Doces horas después, as embarcaciones comienzan a llegar al estero. Ahí los esperan los cargadores para sacar el producto y equipo que deben llevar a guardar.
El pescado lo recibe el dueño de la lancha para clasificarlo, según especie y tamaño. La tripulación recibe el pago con base al peso de lo obtenido, por cada libra puede obtener desde $1.25 a $1.50.
Es día, Óscar y Yosselin lograron 38 libras de pescado, cada uno tuvo un pago de 19 dólares, de ahí pagaron 2 dólares al cargador.
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Óscar tiene más de 25 años de dedicarse al oficio, estuvo un tiempo residiendo en Los Estados Unidos, pero fue deportado y ha retomado el trabajo que tanto le apasiona y que también le ayuda a subsistir.Yosselin, de 21 años, aprendió a los 12 años el oficio, “trabajo igual que un hombre, soy ayudante, entre los dos lanzamos y sacamos redes, hay días buenos donde nos quedan hasta 20 dólares, hay días que solo vamos a colar agua, no traemos nada”, dice.