Carmen Yánez ofrece los ramos de palma, se ven frescos, llenos de color y detalles. Cortó las palmas de coyol hace dos semanas, pero en todo este tiempo ha luchado por mantenerlas frescas.
Llegó a la iglesia El Calvario, en el centro de la capital, el jueves a las 2:00 de la mañana. Venía, junto a otros 50 paisanos, en buses que la alcaldía de Yucuaiquín, en La Unión, les pagó para traerlos al área metropolitana.
Todos llegaron a El Calvario, la mayoría se quedó ahí, muy pocos se fueron a otras iglesias a vender sus ramos.
Pero hace dos semanas, los hombres del pueblo, al oriente del país, se dedicaron a cortar las palmas “tiernitas”, esas que se esconden en una coraza, en medio de las palmas viejas, próximas a marchitarse.
Cuando esa palma “tiernita” es separada de la palmera, Carmen, al igual que otras mujeres de su pueblo, la envuelven en mantas húmedas y la dejan “dormir” en el suelo de sus casas, bajo la sombra, buscando la zona más fresca del lugar.