Treman Adonay, el joven víctima de la violencia en la Miramonte, era un emprendedor

Con su entusiasmo, creatividad y solidaridad por la naturaleza, Treman Adonay marcó la vida de quienes lo conocieron.

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Adonay Cardona murió durante un asalto en la colonia Miramonte.

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07 April 2017

Treman Adonay Cardona y Dylan crecieron juntos. Compartían todos sus días, planeaban superarse, formar familias y ver crecer a sus familias.

Treman era el mejor amigo de Dylan, era su hermano. “A la primera cosa que me pasaba, era él a quien yo le contaba y, si a él le pasaba algo, era a mí a quien me lo contaba”, recuerda Dylan, quien pidió omitir su nombre real por temor a la violencia que le arrebató a su amigo.

Treman fue asesinado el martes en la colonia Miramonte, donde fue en su motocicleta a buscar una dirección y un expresidiario lo asaltó (ver nota aparte).

Cuando le avisaron a Dylan que Treman había sido asesinado, los sentimientos de dolor y sorpresa se mezclaron con la idea de que tenía que llamarlo, para oír sus palabras y consejos... para saber qué hacer.

“¿Se imagina el dolor que esto me está causando...?”, expresa Dylan.

La muerte de Treman Adonay, de 24 años, ha impresionado a todos los que lo conocían. Las frases: “¿Por qué él?” y “¡es injusto!”, se repetían entre los dolientes.

El dolor se mezclaba con el sentimiento de admiración y cariño que Treman dejó entre sus seres queridos y quienes lo conocieron.

Alguien que siempre ponía su fe en Dios y su familia ante todo; un emprendedor que cumplía sus metas, disciplinado, trabajador y solidario, es como todos describen a Treman.

El orgullo se revela en las palabras de Jacqueline Castaneda, al hablar de su hijo. A ella le sorprendía su creatividad y madurez, rasgos que demostró desde que era un niño.

“Me decía: mami, yo quiero llegar lejos, quiero cumplir mis metas. Y, de verdad, todo lo tenía organizado, lo estaba cumpliendo...”, recuerda su madre.

Al no tener el apoyo de su pareja, ella llenó la figura de madre y padre para Treman y sus dos hermanas.

Como pudo, ella logró pagar sus estudios de bachillerato en un colegio privado, pero los costos de una universidad superaron su capacidad. “Él me dijo: ‘No, mami, no te preocupés, yo voy a trabajar, sea como sea’”, recuerda.

A los 24 años, Treman ya tenía su propia empresa: “Publicidad Cardona”, que ya tenía una diversidad de clientes, desde pequeñas empresas a otras más reconocidas, agencias de viaje e incluso se preparaba para el trabajo que traería la campaña electoral.

Treman había egresado de la carrera de Administración de Empresas en una universidad privada. Su plan era graduarse para fortalecer aún más su empresa, dice Jonathan Góngora, su amigo y compañero de trabajo.

Todos sus logros fueron sinónimo de esfuerzo.

Góngora rememora que su amigo empezó trabajando en una empresa de comida rápida recibiendo las órdenes. Inició en la sucursal de la zona de Altavista, donde Treman vivía con su madre antes de poder independizarse y mudarse a Merliot, y luego lo mandaron hasta una sucursal en la carretera al Puerto de La Libertad.

Fueron años difíciles y agotadores para Treman, hasta que logró obtener una beca en el Tabernáculo de Avivamiento Internacional (TAI), donde se congregaba.

El segundo trabajo que tuvo lo dejó porque los horarios le impedían estudiar. Para Treman, una carrera universitaria era vital para poder salir adelante, por ello se arriesgó, y comenzó a trabajar de forma independiente poniendo en práctica sus conocimientos en diseño gráfico.


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Diseño gráfico lo apasionaba

El arte siempre había acompañado a Treman. Cuando eran pequeños, él y Dylan pasaban tardes enteras dibujando. Comenzaron con sus caricaturas favoritas hasta llegar a hacer dibujos más abstractos. Treman sacó un bachillerato en diseño gráfico, pero eligió otro campo para su carrera universitaria, porque su meta era sacar adelante su empresa. Góngora recuerda que las pláticas sobre el futuro, sobre nuevos los proyectos y metas que debían cumplir eran comunes al pasar tiempo con Treman.

“Él nunca decía ‘yo’, siempre trataba de hacerlo sentir a uno parte, que uno se sintiera incluido”, dice con cariño.

Para Góngora, todas las características de Treman eran envidiables, sobre todo su disciplina y dedicación. A veces comenzaban a trabajar a las 2:00 de la tarde y terminaban hasta las 3:00 de la madrugada. “Me decía: ‘Ya vas a ver en un futuro esto va a rendir, es el esfuerzo que hay que ponerle a las cosas’”, recuerda.

Treman siempre tenía consejos para todos. Jóvenes se acercaban a él para pedirle ayuda porque sus padres tenían problemas con el alcohol y formó un grupo de ayuda en la iglesia.

Góngora y Treman se conocieron hace ocho años, pero la amistad se fortaleció dos años atrás cuando Treman se mudó a Merliot y comenzaron a trabajar juntos.

Para él siempre fue admirable cómo Treman tenía presente tener que agradecer a Dios por todo lo que lograba y la madurez de su relación con su novia. Ya que habían decidido terminar sus carreras antes de dar el siguiente paso en su relación.

“Él estaba para llegar lejos, finalmente... alguien le truncó los sueños”, lamenta Góngora, quien se aferra al ejemplo y consejos que le dejó su amigo para poder superar la tragedia.

Su última conversación fue por chat. “La última nota de Whatapps de él es ‘ya te voy a mandar el diseño, solo voy a dejar unos roll-up’... Quedé esperando la respuesta…”.

Jacqueline vio a su hijo una noche antes. Su última conversación fue optimista: “‘Mami, yo soy feliz porque todo me está saliendo bien’, siempre me decía eso. Todos los días me decía ‘Te amo, mami... te amo’”.