David Díaz es un anciano de 101 años y es el habitante de mayor edad de las 7 mil 500 personas del municipio de La Laguna, Chalatenango.
Él guarda muchas historias y vivencias. Entre sus recuerdos viene la imagen de las calles empolvadas del pueblo, casas hechas de lodo y vara de bambú, jóvenes y adultos vestidos de blanco en las misas de los domingos.
El anciano, que lleva más de un siglo de vida, es reconocido en el pueblo como “don David, el sorbetero”, debido a que gran parte de su vida se dedicó a vender sorbetes artesanales en el parque del municipio.
“Tenía ganado, de ahí sacaba la leche para hacer sorbetes. Los sorbetes los hacía de leche y fruta porque teníamos una finca y ahí iba a cortar lo que usaba”, comenta el anciano, cuyo peso no excede las 90 libras.
David estuvo casado 30 años con Bernavida Calles, pero enviudó hace 24 años; ella murió por diabetes. En la actualidad vive a un costado del parque con Celsa Edomilia Díaz, quien es sobrina de él y la única familia que le queda, ya que él nunca tuvo hijos.
A pesar de su avanzada edad, los recuerdos sobre sus padres, sus 16 hermanos, esposa y vivencias, llegan como lluvia; pero entre los temas de conversación y sin previo aviso cita pasajes de la Biblia.
Aseguró que toda su vida ha pertenecido a la Iglesia Católica, incluso por mucho tiempo fue sacristán. Además, recuerda que el amor a Dios y a la Iglesia se lo fomentaron sus padres y por ello dedicó gran parte de su vida al servicio de la institución.
“Yo fui católico todo el tiempo, fui sacristán de la iglesia y era el más querido de los alumnos católicos, yo servía de ejemplo para los demás”, recordó.
Ahora, David ya no asiste a la iglesia, ya que se le hace difícil caminar y su sobrina teme que se pueda caer. No padece ninguna enfermedad, según la sobrina. Sin embargo, no todos los días se levanta de la cama porque siente miedo de caerse por los mareos que le dan.
Este humilde señor asegura que él siente que ha vivido 115 años, pero su sobrina dice que en septiembre cumplirá los 102. Manifestó que el secreto de su longevidad ha sido siempre seguir los consejos de sus padres y tener a Dios en su corazón.
“Según lo que hacía mi papá, lo que hacía mi mamá, yo lo repetía. Yo seguía el camino que ellos me daban, nunca fui vicioso, nunca anduve en la calle; lo único que hacía era repetir el consejo de mi mamá y el de mi papá”, recalca.
David permanece la mayoría de tiempo en su cuarto, sus únicas pertenencias son un sombrero negro que utilizaba para ir a misa, una radio y un diploma que la Fuerza Armada le entregó por haber prestado servicio militar en el Destacamento Militar número uno del departamento de Chalatenango.
Con toda la humildad y experiencia acumulada por sus 101 años, le da este consejo a los jóvenes: “Deben de seguir los consejos de sus padres y mostrar devoción por todo lo que hacen. Ahora los jóvenes se olvidan de Dios, no obedecen (y) terminan desperdiciando su vida”.