Yensi Elizabeth Molina, de 29 años de edad, tiene dos hijas. La primera producto de una violación. La segunda nació con hidranencefalia, sin cerebro, una condición incompatible con la vida. Su primer hija tiene ahora 12 años, y la segunda 10 años.
El Ministerio de Salud salvadoreño propuso, recientemente, legalizar el aborto o permitir interrumpir un embarazo cuando la vida de la mujer está en riesgo, la condición del feto es incompatible con la vida o cuando el embarazo es resultado de una violación.
La propuesta de Salud ha causado polémica entre diferentes sectores del país.
Yensi ha pasado por dos de esas tres situaciones; pero ella no cree que el aborto fuese una salida a las situaciones que ha vivido.
Ella es madre soltera y se dedica cien por ciento a sus hijas. No tiene empleo fijo, pero realiza diferentes trabajos informales para poder llevar el sustento al hogar. Recientemente pudo alquilar una casa que comparte con una amiga, a la que considera su hermana.
Su primer hija “ tiene 12 años, de ella quedé embarazada a los 15 años. Fue a causa de una violación. Fue un muchacho que era militar y él llegaba a visitar a mi tío y a mi abuela, porque era amigo de ellos”, narró Yensi.
En ese entonces, ella era una niña que había crecido sin sus padres y solo al cuidado de su abuela.
“El muchacho llegó un día en que no había nadie en la casa y abusó..., él era un sargento, y abusó de mí. Cuando supe que estaba embarazada, pues lo primero que hice fue llorar, sentí frustración porque estaba en la escuela, estaba estudiando mi primer año de bachillerato”, relata ella.
La Unidad de Atención de Adolescentes del Ministerio de Salud publicó, recientemente, que el 22% de los alumbramientos de mujeres adolescentes en el año 2015 fueron frutos de relaciones sexuales con un familiar, donde los principales violadores fueron padrastros o primos.
A Yensi fueron los desmayos y el vómito los que le anunciaron su embarazo, por eso decidió ya no continuar con sus estudios.
“Recuerdo que cuando ya tenía unos siete u ocho meses de embarazo, el estómago me empezaba a crecer más, pero lo ocultaba poniéndome las camisas flojas, en ese momento ya tenía 16 años. Ahí andaba yo jugando con mis amigos, jugaba pelota, me subía a los árboles, lo normal de una adolescente. Pero sabía que estaba embarazada”, dice.
Entre 2010 y 2016, hubo 124,721 adolescentes que llegaron a parir a los hospitales públicos, según datos oficiales.
Mi hija nació en el pasillo
“Cuando yo llegué al hospital, me dijeron las enfermeras que llenara un formulario, que diera el nombre del papá, que diera mi nombre... un montón de cosas que le piden a uno. Yo recuerdo que le dije a la enfermera ‘Mire, yo ya no aguanto’. Llenando el formulario estaba cuando ya sentía que la niña venía para abajo; entonces, con el formulario y el lapicero en la mano, con el dolor de las contracciones, vi una camilla que estaba sola, y solita me fui a acostar a la camilla. Me quité el pantalón. Y así sin vergüenza, ni nada, comencé a pujar. De ahí llegaron un montón de doctores y vieron que la cabeza de la niña ya venía para afuera, salieron corriendo, total que la niña la tuve en el pasillo, hasta después me llevaron al quirófano”, describe el episodio.
La niña nació sana.
“A pesar de la edad que tenía, 16 años, me sentí mamá, me sentí que tenía por quién luchar, sentí tantas cosas en ese momento, me sentí más alegre”, dice Yensi.
¿Alguna vez pensó en la posibilidad de abortar?, se le preguntó a Yensi.
“Sentí mucho miedo, pero me daba más miedo pensar en algo tan traumático y difícil como un aborto. Yo creo que ningún ser humano se merece que lo maten porque para mi es matar; pensar en un aborto es como un homicidio. Nunca pensé en eso y aunque hubiera sabido que mi hija tenía una discapacidad, nunca hubiera pensado en eso… para mí Dios hace las cosas con un propósito”, sentencia la mujer.
Al año y medio de haber nacido su primer hija, cuando Yensi tenía 19 años, decidió salir embarazada.
Su segunda hija ahora tiene 10 años y nació con hidranencefalia, un problema genético.
“La niña nació por parto normal. Yo no me puse en control, pero sí me cuidaba, ya no era como en el primer embarazo, que andaba jugando. Pero aunque me hubiera puesto en control, la enfermedad de la niña, como me explicaron los doctores, no tenía cura. A la niña no se le formó el cerebro,no fue por falta de vitaminas, no fue porque le faltara ácido fólico, sino que fue porque en el momento que se estaba formando el cerebro, en vez de cerebro se le acumuló agua. No fue culpa de nadie, solo son cosas de la vida”, expresa.
Yensi recuerda que a los dos meses de edad, la niña lloraba insistentemente, pero ella desconocía la enfermedad con la que había nacido su hija.
Debido al llanto, la llevó de emergencia a una unidad de Salud donde le diagnosticaron hidrocefalia, pero al remitirla al hospital Bloom, los médicos le dieron otra noticia.
Un examen determinó que la bebé tenía una enfermedad irreversible que se llama hidranencefalia, no tienen cerebro, solamente tiene el bulbo raquídeo, explicó.
“Cuando a mí me dio la noticia el doctor y me dijo que no tenía cerebro, para mí fue algo bien fuerte. Un dolor que quizás nunca en la vida he vuelto a sentir: me dijeron que la niña no iba a poder ver, no iba a poder caminar, no iba a poder hablar, iba a llegar un momento en que no iba a poder escuchar y, según fuera creciendo, iba a desarrollar la enfermedad y a tener más problemas, iba a necesitar una válvula, todo eso yo lo sentía como una pesadilla”, confiesa la madre.
Luego añade: “Los doctores me decían que el pronóstico de vida iba a ser de meses, porque esos niños morían a las horas de nacer, no vivían mucho tiempo porque les daban paros respiratorios o por un paro cardíaco ellos podían morir. Fueron tantas cosas que me hacían a mi ponerme mal y triste, pero nunca, en ningún momento, quizás ni en un segundo de los que yo he estado en el hospital, perdí la fe ni la fuerza”, dice la madre de Esmeralda.
Yensi manifiesta que a pesar de su inmadurez en ambos momentos en que quedó embarazada, de no tener una estabilidad familiar, ni los consejos de sus padres, el aborto nunca fue una opción.
“Cuando la niña estaba dentro de mí y sabiendo que estaba mal ¿cómo yo hubiera tenido el corazón de pensar en el aborto?, si la niña tiene ahora 10 años y es una niña que siente la presencia de su mamá, si me acerco a ella y la acaricio, se ríe. Ella quizá no entiende, pero sí siente que hay una persona a la par de ella que la quiere y se sonríe. Ella llora porque tiene sentimientos, llora si siente dolor, pero también siente que la abrazo, que le doy un beso y me lo agradece con una sonrisa. Es un ser vivo con sentimientos y sería un homicidio matar a un niño, aunque estuviera pequeñito, pero es un ser vivo, que merece vivir, tiene derecho a la vida, aunque venga mal, es lo que yo pienso en el caso de mi hija”, dice Yensi de forma categórica.