Adancito, como muchos ahuachapanecos le dicen, tiene 43 años vendiendo dulces, muchos de ello ofreciendo su mercadería cerca de las escuelas, a la hora de salida de clases; por eso es popular entre diferentes generaciones de ahuachapanecos. Su nombre completo es Albino Adán Quintanilla y tiene 50 años de edad; pero nadie lo conoce por su primer nombre.
El día que tuvo que comenzar su propio negocio “me fui para donde don Tito España y le compre dos bolsas de dulces de monedas y con lo que vendí obtuvo una ganancia de diez colonos ($1.14), en aquel entonces; le pague a mi hermano lo que me prestó y con los otros cinco ($0.57) compre más dulce para seguir vendiendo y así poco a poco fui llenando el canasto”, narra el popular ahuachapaneco.
Casi a diario, Adán se instala en el Parque Concordia, desde las 8:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche, con un canasto gigante, repleto de dulces, chocolates, galletas, maní y juguetes para niños; todo eso está debajo de una gran sombría que lo cubre del sol y las lluvia.
Adán heredó el trabajo de su madre, Lidia López de Quintanilla; ella fue quien desde pequeño lo llevaba a vender por las calles y el parque; la sonrisa y el buen trato siempre fueron la clave para vender los dulces. Esa técnica de la sonrisa también la tiene él, razón por la cual muchos de sus clientes llegan a su improvisado puesto para comprar y tener una amena charla.
“La mayoría de mi familia se ha dedicado a otros negocio, mi madre fue quien me enseñó desde cipote la venta de dulces y después me lo heredó, ahora este oficio es el que sostiene mi hogar”, mencionó Quintanilla.