“La ventana del cielo”, así denominan al pueblo de Olopa al sureste de Guatemala en el municipio de Chiquimula. Por su altura, entre los 1,300 y 1,600 metros sobre el nivel del mar, el clima es perfecto para la industria del café de altura. Al entrar al pueblo, entre sus casas de techo bajo, se destacan más de una decena de agroservicios que suministran los agroquímicos para el cultivo del café.
La misma industria que ha llevado desarrollo a los habitantes de Olopa está llevando muerte al que es considerado uno de los ríos más grandes de Centroamérica: el Lempa.
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El problema ha rebasado a las autoridades de los tres países que recorre la cuenca (Guatemala, Honduras y El Salvador), tanto que la contaminación inicia a un par de metros de donde nace el río.“En este lugar a cinco metros del nacimiento hay un beneficio de café que usa el líquido para procesar y despulpar el grano, al usar el agua hay una descarga de aguas sucias que luego provocan un nivel de contaminación y muerte de la vida acuática y poco aprovechamiento del río Lempa en su cuenca baja”, explica con obvia desaprobación en su rostro Héctor Aguirre, director de la Mancomunidad Trinacional Fronteriza del Río Lempa.
FOTOS: ¿Sabe dónde nace la contaminación del río Lempa?
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Algunos cafetaleros de Olopa también han puesto de su parte para reducir la contaminación. Según Henry Lemus, primer concejal de Olopa, se ha evitado el 90% de la contaminación que había cuatro o cinco años atrás. “Los productores venden su café en cereza y han cerrado sus beneficios, dejando sus ganancias a otros con tal de no contaminar. Hoy solo hay dos beneficios de café cuyas aguas van al río Lempa. Dos de 200 beneficios”, enfatiza.
Agua sucia
El agua desde su nacimiento ya no es apta para el consumo humano, Víctor Sandoval, técnico de la Universidad de San Carlos, de Guatemala, explica que de las dos muestras que se extrajeron el 10 de febrero se analizará el PH, conductividad, oxígeno disuelto y temperatura, pero a simple vista “esta agua puede ser de consumo humano previo a un tratamiento, después de los resultados se sabrá si puede usarse para riego o para recreación, pero para consumo humano no lo creo”, añade.
Cierto o no, la contaminación recorre 30.4 kilómetros río abajo hasta llegar a Ocotepeque, Honduras en donde la carga de las aguas mieles ya es insoportable para mantener la vida acuática.
Juan Ramón Polanco, un joven pescador de la aldea de Piñuelas, en el municipio de Santa Fe, Ocotepeque, cuenta que este año el río sufrió más por la contaminación de los beneficios de café. “Todo el pescado se murió. Hicimos gestiones pero no hicieron nada. La verdad es que los alcaldes fueron a ver como estaba el río pero no hicieron nada”, señala.
Polanco nació y creció en esta aldea que desde hace años ha perdido la belleza de este recurso hídrico. “Cuando estábamos pequeños los recreos no los pasábamos en la escuela, nos veníamos al río. Hoy lamentablemente uno no puede bañarse en el río con la libertad y la seguridad con la que antes se hacía. Antes uno se metía y no se preocupaba porque el río estaba aseado hoy la verdad es un desastre”, lamenta.
El coordinador de la planta de tratamiento de basura en Ocotepeque, Carlos Barraza, es categórico sobre el problema del Lempa y dice “todos sabemos que quienes más lo contaminan son los cafetaleros. Acá se está creando la cultura de que la gente trate de no botar la basura al río, ya que acá no se cobran impuestos municipales por recolección de basura. Por ejemplo, en Concepción no cobran porque solo son 20 lempiras por la basura y eso no es nada y aún así hay personas que van con su bolsita a tirarla al río”.
Sin políticas, ni compromisos
Las historias sobre contaminación en el Lempa continúan a lo largo de sus 422 km de longitud, al igual que las voces que piden acción.
Una de las organizaciones que más trabaja con las comunidades es la Mancomunidad Trinacional Fronteriza Río Lempa, pero poco se logra cuando hace falta el compromiso de los gobiernos de los tres países. Su director cree “que hay que hacer más esfuerzos y generar una política, un cambio de comportamiento respecto a este río. Que El Salvador, Guatemala y Honduras hagan esfuerzos superiores a los que están haciendo y se genere otra forma de tratar el río Lempa que nos permite la vida”.
“A los otros países les pedimos que procedan contra estas personas que hacen mal uso del agua. Si nosotros aquí que es donde nace el agua, nos estamos sacrificando, evitando la contaminación, no es justo que allá abajo la contaminen,” agrega Lemus.
Jonathan Calderón, habitante de la aldea de Piñuelas y miembro de la unidad técnica de agua de la mancomunidad recalca que “se necesitan más inspecciones de parte de las unidades ambientales de los tres países para tener más control de la descarga de las aguas mieles que hacen los beneficios y que afectan a toda la población”.
Después de recorrer 31.4 km en Honduras, el Lempa ingresa al municipio de Citalá, en Chalatenango, ahí abajo del puente las familias llegan a descansar y consumir pescados, cangrejos y otros alimentos del río contaminado.
“Ya no podemos ni bañarnos en el río”
Edwin Padilla es un joven de 28 años originario de la aldea Piñuelas. Él, al igual que 35 familias del lugar, ha dejado de usar el agua del río Lempa debido a la contaminación que generan las aguas mieles que lanzan los beneficios de café en Guatemala y Honduras.
Padilla recuerda que solía pescar desde muy joven en el río, pero hoy ha tenido que cambiarse a la agricultura para mantener a su familia.
Incluso trabajar la tierra cada vez es más difícil pues hay cultivos que no aguantan la suciedad del agua. “Yo siembro frijol, maíz y plátano, yo no cultivo cebolla, tomate y chile esas son las plantaciones más afectadas por las aguas mieles que tapan los sistemas de riego”, explica el ahora agricultor.
Según Padilla, las plantas de cebolla agarran bacterias que no se pueden controlar con ningún químico.
Para poder usar el agua del río Lempa en esos cultivo han tenido que instalar sistemas con filtros de arena.
“El costo en la siembra se nos ha incrementado por este sistema y la producción poco vale. Antes gastábamos nueve mil lempiras en un sistema de riego para una manzana y ahora está costando como unos 23 mil y no recibimos ningún tipo de apoyo económico”, agrega.
El agricultor lamenta que ninguna institución de los tres gobiernos interesados ha llegado a ver la situación de la aldea que día a día empeora.