Sufrir la guerra y vivir la paz ha sido una de las experiencias que han tocado mi vida; algunos aspectos no me gustan ni me gustaron en su oportunidad, pero así es la realidad; los avatares, es decir los cambios, fases, altibajos, transformaciones de la realidad social nos tocan en un momento determinado y nos afectan, nos guste o no, queramos o no. ¿Determinismo?, no, simplemente así son las cosas.
En este sentido, he sido testigo privilegiado, primero, cuando se gestó la guerra, luego durante el conflicto y por último lo ocurrido en los últimos años de paz, en medio de crisis económicas y la vorágine de la violencia delincuencial.
¿Privilegiado? Sí porque lo he hecho desde la prensa, desde el periodismo que me ha permitido estar en la primera línea de los acontecimientos e interactuar con los principales actores, de derecha e izquierda, de abajo y de arriba, de los de "adelante" y de los de "atrás" .
Lo más difícil no ha sido "contar" los hechos o hacer noticias, reportajes o entrevistas, quizá lo más difícil ha sido tratar de entender los cambios que, naturalmente, van ocurriendo a medida que la realidad se va modificando, comprender cómo era el pensamiento de la izquierda o de la derecha en el conflicto y cómo es esta en el momento actual; cómo se han producido las transformaciones de unos y otros y, por si fuera poco, el surgimiento de nuevos actores, que responden a realidades totalmente distintas que van surgiendo a través de los años. No ha sido fácil, pero sí interesante y, sobre todo, gratificante.
No pretendo recordar anécdotas o episodios, que los tengo por montones, mucho menos valorar o hacer un análisis sesudo de lo ocurrido, esto que lo hagan los estudiosos, sólo quiero traer a cuento tres reflexiones, tres ideas que han quedado grabadas en mi cabeza a través de los años: uno, los Acuerdos de Paz que dieron fin a la guerra en el país entre el Gobierno y el FMLN, hace 23 años, nos dejó un amplio legado, desde el cese del conflicto bélico hasta nuevas instituciones que forman parte de la "nueva" democracia que vive el país.
No sólo callaron las armas, sino también el FMLN abandonó la violencia revolucionaria como vía para alcanzar el poder; esto es un asunto de fondo, como también lo es que las Fuerzas Armadas fueran actores políticos desde las armas e incluso que fueran parte de los esquemas de seguridad en el país.
Tal como me lo dijo un amigo en estos días, la guerrilla dejó las armas para ejercer el poder y el ejército dejó la política para ejercer las armas.
Dos, la institucionalidad política también se transformó de manera profunda con los Acuerdos de Paz; la puesta en marcha de una diferente dinámica electoral a través de nuevas instituciones ha sido clave para que hubiese elecciones limpias en las últimas décadas, como también esto ocurrió con el fortalecimiento del Órgano de justicia, así como la creación de la Policía Nacional Civil, no menos importante el surgimiento de la Defensoría de Derechos Humanos.
Instituciones que si bien es cierto tienen sus carencias estructurales, serios problemas de eficiencia e incluso algunas de ellas por haber torcido los ideales con que fueron creadas, han generado una dinámica institucional que pone al país en camino hacia una democracia madura.
Y tres, tanto antes de la guerra como ahora después de 23 años de paz, la condición humana suele imponerse a las personas que ejercen el poder. ¿De qué hablas?, se estarán preguntando, simplemente que el poder lo ejercen seres humanos, personas, con ideas y razonamientos propios que, algunas veces, están determinados por sentimientos encontrados por las tentaciones del fácil vivir, tentados por la corrupción y por dejar de lado lo duro de la lucha y el trabajo tesonero, apegados a ideales propios de alcanzar una mejor sociedad integrada por personas que buscan no sólo que los salvadoreños tengan más y mejores niveles de vida sino también que el país se suba al tren del desarrollo.
Ayer al igual que hoy, los que detentan el poder, estando en el gobierno, o en la oposición, en el aparato productivo o en las organizaciones de la vida nacional, tienen las mismas tentaciones propias de los seres humanos. Al igual que ayer, muchos salvadoreños se acuestan hoy con hambre y no tienen en su horizonte un futuro mejor. Es más, tal como lo dijo el presidente Sánchez Cerén, al felicitar la decisión del expresidente Alfredo Cristiani, al firmar la paz: Ahora que soy presidente entiendo las dificultades que habrá tenido, y la decisión que debió tomar al firmar. Claro, se refería no sólo a las mismas presiones propias del poder, sino también a las tentaciones a que está sometida toda persona que lo ejerce.
*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
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