Gracias al relato ilustrado y detallado diario que Ringrose escribió de sus aventuras por el Mar del Sur u océano Pacífico, es posible reconstruir trozos de su propia vida -pese a lo cual no se sabe mucho de ella- y hacernos una idea del estado de las costas y puertos de la zona, gracias al derrotero o trazado de rutas de esta parte del imperio español. Todo lo describió con palabras muy precisas y lo ilustró con bocetos a lápiz, después vertidos a la acuarela por el inglés William Hack.
En su trayectoria desde la barra de Iztapa hasta el río Grande de Sonsonate recorrieron 26 leguas inglesas (unos 125 km), entre manglares y con la vista de la sierra de Paneca (sic: Apaneca), con un volcán humeante al fondo, quizá el de Santa Ana. Llegados a la aldea de Acajutla, compuesta por unas 30 casas y almacenes, se dieron cuenta de que ese lugar y Punta Remedios servían como sitio de pesca artesanal y puerto para muchas localidades del Reino y de otras latitudes. A la derecha de la desembocadura del río, la mejor zona para anclar barcos marcaba 12 brazas de profundidad.
Te puede interesar: Esclavos africanos en Sonsonate, en El Salvador
Desde esa localidad portuaria hasta la rica villa de La Trinidad de Sonsonate había unas 6 leguas inglesas (28 km). Unas pocas leguas más allá estaban las 20 o 25 casas de Nabiscalco (sic: Nahuizalco), Salcatitan (sic: Salcoatitán), Paneca (sic: Apaneca), Santo Domingo (de Guzmán) y Santa Lucía (¿Juayúa?). A los corsarios los impresionó la riqueza predominante en el lugar, basada en los obrajes de añil, los trapiches de azúcar, la crianza de cerdos en corrales y los variados cultivos, entre ellos el del bálsamo, muy apetecido para curar heridas y servir como expectorante y tónico para mejorar la digestión. Entre sus apuntes y mapas, Ringrose consignó la existencia del Obraje del Rey y los de don Melchor, Juan de Cojeres y Gerónimo de la Peña, junto con los trapiches de Palo de Guete, Pineda, Carosco y otros apellidos más, escritos con transcripciones inglesas que a veces resultan incomprensibles.
Desde La Trinidad, Sharp, Ringrose y sus hombres atravesaron un puente construido sobre el río y, dos leguas después, arribaron a la zona de Tovisalco (sic: Tacuzcalco) y después a Caldeo (sic: Caluco), donde encontraron unas 70 familias muy ricas, gracias a las explotaciones agrícolas del cacao. Siguieron su ruta y arribaron a Guaymoco, para después recorrer tres leguas más y visitar las emanaciones sulfurosas y ruidos intensos del ausol que décadas más tarde se convertiría en el volcán de Ysaco (sic: Izalco).
Es muy probable que el grupo haya retornado a Acajutla y abordado su nave, porque luego describe la “colina de piedra” denominada Vernall (sic: Bernardillo), desde la que surcan las 10 leguas inglesas que los separan del volcán de Sacatelupa (sic: Zacatecoluca, aunque en realidad es el de San Vicente), del que Ringrose anota que “arroja mucho humo y es tan grande como el de San Miguel” y del que tan sólo hay dos leguas hasta el río Lempa, punto en el que inicia el vasto territorio de San Miguel, ubicado a 18 leguas, toda vez que se atraviese el Lempa mediante un ferry, que Ringrose dejó anotado en uno de sus mapas con una X, quizá por su valor estratégico para atravesar ese caudal infestado de temibles lagartos.
También puede leer: De San Miguel hasta más allá de las Apalaches
Resulta curiosa la facilidad con la que el grupo corsario pudo deambular a pie por el territorio de la Alcaldía Mayor de Sonsonate, pero que no se haya atrevido a incursionar en los límites de la Provincia y ciudad de San Salvador, quizá por temor a ser descubiertos y capturados.
Desde el río Lempa hasta la bahía de Hibaltica (sic: Xiribaltique, ahora Jiquilisco) recorrieron 13 leguas (unos 50 km), en las que se adentraron por el camino real, vieron el Estero Grande donde se fabricaban barcos de gran tonelaje, visitaron el puerto del capitán Morales (ahora del Triunfo) y visitaron islas y penínsulas como San Dionisio, Diego García, Espíritu Santo, San Juan del Gozo, Palmares (hoy Samuria) y Socaran (ahora isla de San Sebastián). También recorrieron Liquilisco (sic: Jiquilisco), Araguaiquin (sic: Ereguayquín), Osolien (sic: Usulután) y Santa María (¿?), a la vez que admiraron las elevaciones volcánicas del Tecapa (cerro Taburete) y del Silottlan (sic: Usulután, aunque es el Jucuapa).
Una vez dentro de la población más grande de ese extenso territorio, San Miguel se les evidenció a los corsarios como un lugar acomodado, con 7 templos católicos y más de 600 familias españolas. Pero su viaje por tierra y mar dentro de la Provincia de San Miguel aún distaba mucho de terminar.