“Más que tratarlos como segundos acuerdos, los vemos como un acuerdo fresco, nuevo y distinto”

El delegado por las Naciones Unidas para facilitar el diálogo entre el gobierno y la oposición, llegó al país por segunda vez durante este proceso. Dice que se está preparando la agenda y los temarios de estos nuevos acuerdos, cuya resolución ve con optimismo. Cree que todas las partes involucradas tiene un objetivo en común: cambiar el rumbo de El Salvador”. 

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23 February 2017

Benito Andión es un diplomático de amplia carrera, la que incluye su paso por el país en los momentos más álgidos del conflicto armado salvadoreño. El máximo representante de las Naciones Unidas, António Guterres, lo designó como facilitador del proceso de negociación, que el gobierno salvadoreño ha dado en llamar “segunda generación de acuerdos”.

Andión conoce a fondo los problemas coyunturales de El Salvador, por eso no duda que este diálogo que ha iniciado entre gobierno y oposición es un hijo de la necesidad. “Aquí lo que vamos a decir es qué es lo que quieren (los actores políticos y sociales), cuál es la necesidad más ingente”, enfatiza. 

Está consciente de las “reticencias” en distintos sectores, incluso dentro del gobierno, hacia el diálogo. Incluso, ve como un nubarrón que el país esté cerca de dos eventos electorales, en 2018 y 2019, pero cree que este proceso puede ser “blindado”, es decir, si se mantiene la perspectiva en que se trata de un acuerdo en el que “todos ganen y que nadie pierda”. 

Sobre su presencia en el país, explica que el gobierno hizo gestiones con las Naciones Unidas para pedir el acompañamiento de ese foro mundial en el proceso, y que a partir de allí, Andión fue consultado sobre la posibilidad de respaldar el proceso. Fue fundamental, dijo, que si este mecanismo de diálogo se basaba en la confianza, el primero que debía gozar de la misma era el facilitador. 

Esto y más fue lo que comentó el diplomático mexicano en esta amplia entrevista.

¿Cómo llega a ser facilitador de este proceso?

Vista la situación que prevalece en el país y los acontecimientos internos y que han impedido llegar a una serie de acuerdos indispensables para que el país pueda continuar su camino y siga creciendo y haya una definición más clara de hacia donde quiere llegar, el gobierno realizó una serie de consultas entre los actores principales del país para poder llegar a la conclusión si era o no oportuno solicitar al secretario general su acompañamiento por este intento de conversar más cerca con acuerdos que sean definitorios y que ayuden al país a llegar solucionar ese impasse en que se encuentra.

El gobierno hizo una serie de propuestas al secretario general para elegir a quién podía ser responsable de acompañar in situ el proceso. Después de la evaluación, cuyo mecanismo desconozco, pues como todo saben yo hasta el mes de diciembre era aún parte del servicio exterior mexicano y ahí accedí a mi jubilación, fui invitado y consultado si estaría en disposición y accedí con todo gusto ser parte y finalmente me fue comunicado que la decisión tomada por el secretario general recaía sobre mi persona.

A partir de ahí que hubo consultas en las partes de manera que si este proceso se afinca en la generación de la confianza, pues el primero que tenía que ser merecedor de la confianza sería el facilitador. 

¿Se trata de mediación o facilitación?

Allí hemos querido ser muy cuidadosos en el lenguaje y apuntar que se trata de una facilitación, no de una mediación, pues que se media cuando ya no hay remedio, y se media cuando hay un conflicto armado o cuando hay dos partes que han agotado las instancias de tener la oportunidad de un acuerdo y no hay más. No, en este caso se trata de un debate interno permanente que en muchas partes su acidez rebasa los límites y por eso se contrapuntea con esa intensidad. Queremos bajar el nivel de alarma que existe sobre la situación que hay. En efecto son problemas serios y graves, pero no sin solución.  

¿De qué tipo de facilitación hablamos?

El facilitador lo que hace es tomar las opiniones de las partes, las opiniones de los participantes del debate nacional y proponerles una fórmula de avenencia a partir de las opiniones de todos. Proponerles además una metodología para poder conversar. Hoy en día las conversaciones, incluso las coyunturales de las mesas, están detenidas. Algunas están con luz amarilla, otras con roja, otras afortunadamente van con luz verde. 

Hay varias instancias como el Consejo de seguridad Ciudadana, en fin, que van caminando, a tropiezos pero caminan. Lo que se trata es de tomar las opiniones y ver las razones y de las causales de esa rispidez para tratar de que fluyan y eso nos va a permitir, por una parte, confirmar que hay voluntad de diálogo, y por la otra asegurarnos que las opiniones que vayamos escogiendo entre los diversos conversatorios nos conduzcan a una propuesta para acordar los pasos a futuro y a mediano plazo para El Salvador.  

¿Cuáles son los temas de fondo que se estarían analizando?

Eso corresponde a las partes, porque cualquier observador externo podría decir quizá lo político, quizá lo económico, lo social... No, aquí lo que vamos a decir es: qué es lo que quieren, cuál es la necesidad más ingente. Hay temas de sobra, muchos que se están tratando en diversos foros, pero si es necesario que el tema de seguridad, que es inescapable, esos temas los trataríamos del punto de vista que sea coadyuvante al esfuerzo que ya se realiza. No queremos caminar dos veces lo ya caminado. 

Al término de esta segunda visita a El Salvador ya tendremos mucho más claro en dónde hay coincidencias. Por ejemplo la educación. Sí, ¿pero qué parte de la educación? Nadie puede negar que la educación es un fundamento que influye en todos los aspectos de la vida nacional y en el futuro del país. Máxime que se trata de un país joven o con un porcentaje de jóvenes altísimo, entonces allí vamos a enfocar. Lo que no debemos olvidar es que cualquier acuerdo que se negocia a largo plazo, a quien va a perjudicar o beneficiar es a la juventud. 

¿Cuándo estará lista la agenda?

Esto se está construyendo solo. Naciones Unidas no viene a decir qué es lo importante o lo menos importante. Venimos a identificar dónde es que está el fondo de los problemas, dónde están las causales de muchos de los fenómenos negativos que están afectando al país, y ver la forma en que el sistema completo de Naciones Unidas, con su experiencia, con sus agencias, con sus organizaciones, puede ayudar en esos puntos, y ese abanico se extiende a muchísimos temas, pero tendremos que condensarlos a los que sean más importantes.  

¿Hay un plazo para lograr estos acuerdos?

Bueno, el plazo es un mandato original que tenemos, que es de seis meses. Si esto empezó en enero tendremos que tener ya algo consolidado para junio, pero en esto no nos fijamos un plazo determinado porque toda va a depender de la complejidad, de las consultas y de cómo podemos ir concitando la voluntad de las partes.  

¿Cómo no caer en el riesgo de que este tipo de esfuerzos lo vean algunos sectores como una oportunidad para lavar la cara al gobierno?    No se podrá distraer a la población porque, justamente, los temas que se van a tratar son los que más importan y los que más afectan a la población. Esto, además, no es un encargo del gobierno: esto deriva de la voluntad de todos. Que hay reticencias y muchas dudas en otros foros, por supuesto. Eso es la salud de una democracia deliberadamente. Lo que tenemos que hacer es identificar con claridad los temas y las soluciones a largo plazo. 

¿Es posible que el período electoral vaya a influir en este proceso?

Claro, porque hay una vida política que tiene el país de la que no es posible sustraernos para seguirnos por otro camino. Lo que sí podemos hacer es hacer compromisos para blindar este diálogo, que tiene trascendencia. Aquí se trata de que todos ganen y que nadie pierda, y eso es posible hacerlo si logramos conjugar desde los sectores más reticentes, que están en todos los sectores políticos, y logramos compilar una opinión generalizada de que es necesario llegar a acuerdos para que este país avance y tenga un mejor futuro; allí es donde está el punto de convergencia. Lo demás, quien quiera capitalizarlo políticamente, pues es muy su derecho. Pero trataremos de blindar este proceso.  

¿Es posible que estos acuerdos se logren con un gobierno que está complicado?

Yo creo que por supuesto que es posible, tanto que fue el propio gobierno el que, luego de recabar la opinión, decidió solicitar la participación de las Naciones Unidas. Es natural que, políticamente, el adversario busque la manera de justificar. Son temas que le afectan al gobierno, son temas que le afectan a toda la población salvadoreña, y la solución, entonces, no es solo del gobierno. Por eso no tratamos de hacer esto como segundos, o los que sean, acuerdos: es un acuerdo fresco, nuevo, distinto.

¿El tema de la transparencia y la corrupción caben en estos nuevos acuerdos?

Caben, por supuesto. Ese es un ejercicio internacional en el que están empeñadas no solamente Naciones Unidas, sino muchísimas instancias de la sociedad civil internacional. Todos estos organismos hoy exigen esto, y no solo aquí, sino en muchos países del mundo, donde ha llegado a tales límites el deterioro que ha impactado a las instituciones. Si aquí una de las razones es consolidar el andamiaje institucional de El Salvador, pues eso tendrá que ser forzosamente una forma de consolidar las instituciones.

¿Qué mecanismo de seguimiento llevará las Naciones Unidas luego de este proceso?    

Esto es parte fundamental del ejercicio que devino luego de los acuerdos del 92, la verificación y el seguimiento. De manera que Naciones Unidas en eso sí tiene experiencia y tan ha sido voluntario que viniere Naciones Unidas, como será someterse a la verificación y el seguimiento. Ahí es posible que Naciones Unidas pueda proponer, por ejemplo, una verificación tripartita: Naciones Unidas, la comunidad internacional... pero la verificación tiene que ser siempre el autocontrol.