Joven vende pan para pagar sus estudios de noveno grado

El día de Esperanza Carolina Jiménez inicia a las tres de la madrugada y una hora después sale de su casa hacia la tienda donde le dan el pan

descripción de la imagen

A Esperanza le pagan todos los días siete dólares por vender pan de 8:30 a 10:30 de la mañana.

Por

08 February 2017

Esperanza Carolina Jiménez dejó las aulas a los 15 años porque su familia no tenía los recursos para mandarla a estudiar y debía trabajar junto a su padre en actividades de agricultura, además de cuidar a sus seis hermanos pequeños y hacer oficios de la casa. Ahora, ella se mantiene de vender pan.

Esperanza es originaria de Tacuba, Ahuachapán. Durante los últimos dos años, por las necesidades del hogar y por ser la hija mayor,  sus padres decidieron que ella no siguiera estudiando. Este año reanudó sus estudios porque un tío  se hizo cargo de los gastos, para ello tuvo que dejar a su familia y venirse a vivir a San Salvador.

“Me vine porque mi tío me está ayudando con los estudios para seguir adelante y porque quería trabajar para ayudarles a mis papás”,  dijo.

Ella se rehusó a ser  una de las tantas niñas que abandonan sus estudios por problemas económicos y hoy, a sus 18 años, cursa el noveno grado. Sacrificio y disciplina están marcando el futuro de Esperanza.

Te puede interesar: Las 3 nuevas carreras que la Universidad de El Salvador ofrecerá en línea

Esfuerzo

Ella vende pan dulce y pan francés, de lunes a viernes, de ocho a diez de la mañana frente al Árbol de Dios, ubicado en la avenida Masferrer, en San Salvador.

El día  de Esperanza inicia a las tres de la madrugada y una hora después sale de su casa hacia la tienda donde le dan el pan; comienza su venta a las 8:30 de la mañana.

“Me dan el pan para que lo venda, a las ocho de la mañana ya estoy aquí vendiendo”, comenta.

Al día le pagan siete dólares, asegura que el dinero que recibe lo guarda para poder llevárselo a sus padres o comprar “cosas para la comida” cada fin de semana que los visita, porque sabe que las necesidades de su familia, que incluye sus seis hermanos, son muchas.

El padre de Esperanza tiene 42 años y la madre 32, ellos cultivan y después venden los productos para poder alimentar a sus hijos.

El dinero que le pagan a diario también lo utiliza para comprar materiales que le piden en la escuela, pues a pesar de estudiar en una escuela pública y la ayuda que le da su tío, no es suficiente para cubrir todas sus necesidades educativas.

Su horario de estudio es de 12:30 a 5:00 de la tarde,  por lo que sus tareas académicas las realiza después que llega de vender y durante la noche.

“Cuesta trabajar y estudiar, pero uno debe de esforzarse y seguir adelante para ser alguien en la vida”, comentó.

El sueño de esperanza es estudiar el bachillerato en Salud y después “si se puede estudiar la universidad” para llegar a tener un buen trabajo y poder sacar adelante a su familia.