Como niños pequeños esperando la llamada de una madre amorosa, así está un grupo de ancianos a la espera de que las puertas del comedor Mamá Margarita abra sus puertas y les invite a sentarse a la mesa.
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Con tono de amigo, hermanos, compadre o conocidos así van surgiendo las conversaciones entre los 100 hombres y mujeres que acuden a diario para, más que compartir el pan, compartir el calor humano, el sentirse escuchado, el sentirse importante para otro.
Regalo 5: La felicidad de un niño y la unión familiar
Felicita Meléndez Martínez tiene 73 años. Desde hace 16 años viaja a diario desde San Ramón en Mejicanos para estar puntual a las 6:30 de la mañana frente a las puertas del comedor.
Dedicó su vida al trabajo como vendedora del mercado y a cuidar de sus cinco hijos, pero ahora está sola.
“Mis hijos se acompañaron, ellos no me ayudan en nada, no tengo mucha comunicación con ellos”, expresa.
En su cartera, lo más valioso que guarda es el carnet de acreditación del comedor y unas cuantas medicinas.
Luego de desayunar esperará con paciencia en las afueras del edificio de Mamá Margarita para que las puertas se vuelvan a abrir y le invite al almuerzo.
Regalo 4. El amor vestido de blanco y cosido con ternura
Antonio Martínez Herrera
Está feliz, recién se bañó. “Aquí también hay baños”, dice sin poder ocultar su felicidad el anciano de 92 años.
Antonio visita el comedor desde hace 25 años. Llegó referido del lugar donde trabajaba, fue en la desaparecida sección de caminos, Dua.
Ya era demasiado viejo para seguir trabajando, la Mamá Margarita fue su consuelo tanto para el estómago como para las necesidades del alma.
“Me siento como en familia”, escribe Antonio, la forma más fácil que tiene ahora para comunicarse, porque está casi sordo.
Pero sus compañeros de mesa se comunican a través de señas con él.
Antonio se quedó sin familia, la violencia le arrebató todo.
Ahora vive solo en San Marcos, en una champita en la colonia Las Delicias.
En una bolsita guarda los panes que no logró comer en el desayuno, los dejará para cuando el hambre llegue.
Regalo 3. Esperanza y amistad en tiempos difíciles
Julio Alberto Lara
Julio vive en la Divina Providencia, así se llama el albergue que lo cobija. Al Mamá Margarita llega para aliviar sus otras necesidades.
“Al venir aquí me siento bien y satisface mi necesidad, que es la comida”, dice Alberto, de 72 años.
En el Mamá Margarita también practica terapia ocupacional, haciendo bolsas de papel… aunque él también opina que llegar al comedor “sirve como terapia ocupacional” y que “los pecados de la juventud los paga uno, cuando ya envejece”.
Sin familia o con familia
Decenas de ancianos comparten el pan y la sopa en el Mamá Margarita; han llegado ahí porque se sienten solos o porque en la familia no hay suficiente alimento en la mesa para todos.
“Vivo con mi hija y ella tiene hijos. Yo le ayudo con lo poco que recojo de dinero y le doy dinero a ella para que me dé de comer mi cena, aparte que le ahorro el desayuno y el almuerzo al venir acá, pero también me ayuda venir porque veo a mis amigos y contamos historias”,dice Víctor Avilés de 82 años.
Regalo 2. La vida de María José y la fe de los padres
Justiniano Portillo
En sus tiempos mozos trabajó como mesero en los hoteles y restaurantes de la capital.
Ahora, a sus 84 años trabaja en el ornato de los servicio sanitarios del comedor. Lo hace desde hace cuatro años.
Justiniano nació en San Luis la Reina, de San Miguel, pero ahora vive en San Salvador.
“ Al final los hijos se fueron acompañando y se retiraron de mi persona, así que estoy sólo”, confiesa.
Pero la soledad termina cuando comparte con sus compañeros de desayuno y almuerzo, mientras las noches las sigue pasando en los dormitorios municipales, que están cerca del comedor Mamá Margarita.
“ Cuando me muera a saber a dónde me van tirar”, comenta.
Regalo 1. Lecciones de humildad y ternura desde la oscuridad
En sus 33 años de fundación el comedor Mamá Margarita, se estima, que ha servido dos millones 409 mil comidas, entre desayunos y almuerzos. Y es a través de las acciones altruistas de empresas, instituciones educativas, personas particulares que ha logrado llevar el pan y alivio a cientos de ancianos.
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