Adriana Estrada tiene 10 años de edad y cursa el segundo año. Ella es una niña tez clara, cabello negro, largo y liso. Reparte abrazos y besos a su papá, Ángel Estrada.
Ángel con voz quebrantada y humedad en sus ojos recuerda la primera palabra que dijo su niña a los cuatro años y medio: “Fue papá”, dijo.
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Manifestó que sintió una emoción que le “retorció el corazón, muy difícil de explicar y describir”, puesto que pensó que jamás escucharía la voz de su niña a causa de la discapacidad auditiva.
Ella nació con sordera, fue detectada por sus padres cuando tenía ocho meses de edad.
Su padre asegura que no poderse comunicar con ella fue la mayor dificultad que presentaron durante los primeros cuatro años de vida de niña.
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Sin embargo, el lenguaje de señas mitigó la dificultad, ya que a través de este podía comunicarse con la familia y las personas que la rodeaban.
Adriana recibió el trasplante coclear cuando tenía cuatro años y tres meses después de la operación empezó a balbucear palabras.
Ahora ella tiene cinco años cronológicos de audición, su padre comenta que fue emocionante tanto para él y su esposa darse cuenta que Adriana después de recibir el implante escuchaba las palabras, analizaba y las asociaba.
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“Fue una gran bendición que ella escuchara y que además interpretara e hiciera una relación entre el sonido y las palabras”, explicó Ángel.