“Todas mis pertenencias me caben en esta pequeña cartera”

Ana Mirian Lemus no recuerda cuántos años tiene, fue abandonada por sus padres debido a su ceguera y nunca ha dejado que la adversidad amargue sus días.

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Para ella 30 dólares

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12 December 2016

Anita le dicen sus conocidos. Una mujer sin edad, porque no la recuerda, un metro con 25 centímetros de estatura, de figura frágil y de una personalidad cargada de alegría, de entusiasmo. No pide limosna en la calle, sino que vende su trabajo: manteles de crochet.

Ana Lemus no sabe cuántos años tiene, dice que no posee ningún documento de identificación que le ayude a recordar su fecha de nacimiento, porque nunca fue asentada por sus padres en el registro familiar de la alcaldía de Texistepeque, Santa Ana, donde nació.


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Quedó ciega a los cuatro años, a causa del sarampión.

“Mis padres me abandonaron cuando era una niña. No sé cuáles fueron los motivos. Una religiosa me recogió y me dio todo su apoyo, y me internó en la Escuela de Ciegos, ahí aprendí a no depender de nadie más”, afirma la anciana.


Regalo 2. La vida de María José y la fe de los padres


Fue en esa escuela donde aprendió a tejer, a elaborar una variedad de artículos con lana, una enseñanza que le ha permitido hacer manteles, gorros… para venderlos en dos o cuatro dólares y poder pagar sus gastos.

 

Desde hace tres años, en la rodilla izquierda usa una venda, debido a la caída que tuvo cuando iba hacia Los Planes de Renderos, en busca de refugio donde una familia de esa zona, que amablemente le abre las puertas de su hogar para que pase la noche.

Otras veces, las puertas se abren para Ana en Coatepeque, Santa Ana. Ahí también hay otra familia que le da albergue.

Todos los días, desde hace 16 años, la anciana viaja de cualquiera de estos lugares hasta la zona de Metrocentro, en San Salvador a vender sus productos. 

Para ella, la jornada inicia a las 4:00 de la mañana. Se prepara una taza de café, lo acompaña con pan, siempre y cuando tenga dinero… sino ese día marchará con el estómago vacío.

“Hay veces en las que me vengo sin comer nada, ya que solo tengo unas pocas monedas para el bus. No me queda otra que aguantarme y esperar que alguien me compre algún mantelito”, dice Ana, sosteniendo su viejo bastón.

En una cartera de lona descolorida y deteriorada están los bollos de lana, la aguja de tejer, un suéter. Esas son todas sus pertenencias. No usa bastón para ciegos debido a que se le arruinó y no tiene para comprar otro.


Regalo 3. Esperanza y amistad en tiempos difíciles


“Todas mis pertenencias me caben en esta pequeña cartera. No tengo bienes materiales pero sí mucha fe en Dios y en las personas que siempre me compran mis manteles”, dice. Ni siquiera tiene un banquito para sentarse porque no tiene un lugar para guardarlo, y tampoco podría andarlo en los buses, explica.

Cada miércoles, por la mañana, asiste a la primera misa que ofician en la iglesia del Rosario en San Salvador, para dar gracias a Dios por todas las bendiciones que recibe.

Luego de la misa camina con ayuda de su bastón, en medio del tráfico y las ventas, hasta la Plaza San José, para poder subir al autobús de la ruta 29 e irse hasta la Avenida Los Andes, en las cercanías de Metrocentro. 


Regalo 4. El amor vestido de blanco y cosido con ternura


Para la fe, la alegría, el amor al prójimo, esa gran riqueza humana que tiene Ana… no existe cartera nueva en la que se puedan depositar; solo corazones que estén dispuestos a recibir las lecciones de vida de esta anciana, sin edad y sin rencores.

Anita Lemus tiene su propio celular 7144-9896, porque le gusta la independencia.  


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