Desde hace más de dos semanas, los comerciantes ofrecen, en diferentes puntos de la ciudad una variedad de productos alusivos a la temporada navideña y de fin de año.
Arboles navideños de diferente tamaño, guías de luces multicolores, juguetes, ropa y las tradicionales uvas y manzanas, son ofrecidas a los clientes con precios de “cachada”, según los vendedores.
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“Vengase mi rey, que aquí le tenemos el estreno de la temporada, que es lo que busca camisa, pantalón o zapatos. Se los tengo a precios bajitos...”, exclaman los comerciantes, mientras jalonean la mano a los posibles compradores.
La calle Rubén Darío, Arce, 1a. y 3a. calles Poniente, 2a. , 4a. y 6a. calles Poniente y en los alrededores del mercado central, son algunas de las zonas en las que existe más concentración de compradores y comerciantes.
Sin embargo, caminar por las calles del centro capitalino se ha vuelto un dolor de cabeza para las personas que han empezado a adelantar las compras de fin de año.
Al acercarse el 24 y 31 de diciembre, la situación se complica aún más, ya que la aglomeración de personas es aprovechada por los ladrones para despojar de sus pertenencias a los transeúntes.
En un recorrido efectuado por varias calles del centro de San Salvador, se constató la poca presencia de elementos de la Policía Nacional Civil, y el desorden e invasión de calles y aceras por parte de los vendedores informales. Además, del caos vial constante en la zona comercial.
Calle Rubén Darío
Esta calle se ha convertido en el símbolo del desorden e invasión de ventas informales, que se vive en varios puntos del centro capitalino.
Son casi siete cuadras, en las que es difícil circular, ya sea en vehículo o a pie.
Si se aventura a caminar en esta zona, se expone a ser golpeado por los carretilleros y vehículos que pasan a escasos centímetros de los peatones.
Además, se deben esquivar los canastos, mesas con productos y vendedores ambulantes que caminan ofreciendo su mercancía.
Y hay que tener cuidado de no botar ni golpear los productos que exhiben en la calle, ya que esto puede provocar que los comerciantes lo amenacen o le reclamen con insultos.
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Y si se ve en la necesidad de conducir por este tramo, tenga mucha paciencia, ya que puede perder hasta 30 minutos o más tiempo en recorrer este tramo problemático, el cual inicia cerca del parque Bolívar y termina en la zona de catedral metropolitana.
La recomendación, siempre es la misma, tener cuidado con los vendedores que deambulan en la zona, ya que si por accidente golpea a uno de ellos, o a su mercadería, podría estar en problemas.
La situación se complica, por la escasa presencia de policías en la zona, lo que crea inseguridad entre los compradores.
“A mi me da miedo venir al centro, ya que no se ven los policías en ninguna parte y los ladrones aprovechan para robarle a los peatones, mientras realizan las compras”, dice Margarita Quintanilla, a quien hace pocos días le arrebataron la cartera cerca de la Plaza Hula Hula.
Los capitalinos hacen un llamado a las autoridades de la PNC a incrementar agentes en el distrito más comercial de la capital, para que patrullen la zona y que dirijan el trafico en las principales intersecciones viales.
Una persona fue asesinada ayer a un costado de la Iglesia El Calvario, en San Salvador.
Robos a toda hora en el centro de la capital
Caminar por las calles de la ciudad, hablando por teléfono, se ha vuelto en un habito que debe evitarse, si no quiere ser víctima de los ladrones.
El domingo en horas de la mañana, una mujer de unos 35 años, caminaba despreocupada hablando por su celular sobre la 1a. calle Oriente, cerca del Parque San José, cuando de forma repentina, un joven de unos 19 años, le arrebato de sus manos el aparato.
No hubo tiempo ni de gritar ni de reaccionar por parte de la mujer, quien solo se limito a continuar caminando y subirse a un microbús de la ruta 42.
Lamentándose a lo mejor de la imprudencia de hablar por celular en la calle mientras caminaba o por miedo de que el sujeto volviera a aparecer.
Mientras tanto, en un abrir y cerrar de ojos, el ladrón, se perdió entre la multitud a toda prisa, sin que nadie hiciera nada por detenerlo.
Casos como el de esta mujer se viven a diario en el Centro Histórico, debido a la escasa presencia policial.
En el recorrido efectuado por este periódico, no se encontró ningún policía que patrullara las calles.
“Nunca hay policías, y menos en horas de la noche, cuando todos salimos de trabajar, aquí estamos en las manos de Dios”, dijo una persona que transitaba por el centro.