Conociendo la historia y trasfondo del comercio podemos entender la vocación y mostrar la verdadera realidad histórica, así se gana no solamente la claridad, si no la autoestima social en este mundo. La historia del comercio y su desarrollo es poco conocida, es enterrada y encubierta en listas de fechas, nombres de reyes y reinas y sus batallas, pero es posible desenterrarla.
La historia del comercio es poco conocida pero si leemos la literatura desde otra óptica, en búsqueda de representaciones del desarrollo del comercio, podemos ver que Homero, por ejemplo, relata el saqueo de la elegante y rica ciudad de Troya por tribus de griegos subdesarrollados en su épica, la Ilíada. Por otro lado, en su Odisea, encontramos a Odiseo, ex combatiente de la Guerra de Troya, quien se elogia a sí mismo como “saqueador de ciudades” y se disfraza, ante la diosa Pallas Athena, como mercader de Creta. Herodoto, en sus Nueve Historias presenta el rapto de las mujeres en las playas del Levante por comerciantes de Fenecia quienes las toman como trofeos que representan el comercio exitoso. Jasón y sus Argonautos viajan al otro lado del mar Negro a la ciudad de Colchis para capturar el comercio: el vellocino de oro. Apuleius de Tiro, autor griego de la Mahgreb romana, de El Asno de Oro, dibujó la realidad del comercio en la provincia romana de Grecia durante el primer siglo d. C. ¿Las piratas en la novela bizantina Daphne y Chloe eran piratas o eran comerciantes?
He aquí algunas posibles interpretaciones distintas de las que nos enseñan la historia y la literatura como eventos enfrascados en un globo de cristal, sin tomar en cuenta que representan también la historia del comercio.
A lo largo de los siglos, personas, cosas e ideas -diplomáticos, peregrinos, refugiados, guerreros, esclavos, comerciantes, piratas, bienes de compra y venta y dinero - transitaron inmensas distancias por tierra y por mar por razones de comunicación y comercio-que son inseparables. Eso sabemos de documentos en latín, griego, árabe y hebreo, como el tesoro descubierto en la Genizah de El Cairo.
También podemos agregar evidencias arqueológicas y numismáticas como las más de 80 mil monedas, de diferentes denominaciones, árabes y bizantinas enterradas en el siglo VIII y recientemente descubiertas en lo que era la Escandinavia medieval y la Francia de Carlomagno para dar cuenta del movimiento de las cosas, de la comunicación y el comercio de entre Asia y Europa Occidental. Así mismo los comentarios y comunicaciones de la Iglesia en sus primeros siglos por medio de documentos del sistema denominado Vox Dei (La Voz de Dios), los fragmentos de ánforas de los naufragios antiguos en los barcos hundidos en el mar (los contenedores de la antigüedad) constituyen también evidencia de la historia del comercio. Además, los artefactos y cadenas de hierro para encadenar esclavos (la venta de los cuales era la primera acumulación de capital en Europa durante la temprana Edad Media) complementan las fotografías literarias de los mercaderes, comerciantes y empresarios del mundo antiguo.
De manera paulatina y alrededor del siglo X, apareció una nueva clase de oficiales que cobraban aduanas . Y hay tratados comerciales que documentan el intercambio de pieles de zorros negros y árticos igual como espadas de Baghdad y esclavas femeninas entre el Rus (rusos) y Bizantium que datan de los años de 911 - 944 (por técnicas de datación por carbono). Estos escritos mencionan la innovación islámica de botones y objetos de intercambio comercial-y cultural.
Entre los siglos IX - XIV, la palabra negotiator significaba alguien involucrado exclusivamente en la venta y compra de bienes, pero no distingue los diferentes tipos ni niveles de actividad de una persona que se ganaba la vida comerciando. Algunos sirvieron a un monasterio o a un obispo y, por lo tanto, pudieron gozar de exenciones económicas en impuestos.
Los historiadores han encontrado papiros que describen transacciones minuciosas como los hallados en los muelles de Mantua, en Italia (el portal de las rutas de comercio desde el Califato del Imperio Oriental pasando por Roma y Sicilia, hasta el Valle del Río Po) que documentan los pagos de aduana en especies: pimientos, lino, frutas secas, pastas de pescado, alquitrán, sal, naranjas y limones servían para cumplir con lo exigido. (Esto último descrito en un tratado de la revolución agrícola islámica del siglo IX en el que se documenta que todo eso, ¡se puede comprar en Genova!)
Un testigo ocular del escenario cotidiano del siglo IX a unos 800 pasos del río Sena en París y desde la puerta de su monasterio elogia como “glorioso con el tráfico de barcos”.
Así en el norte, en la Inglaterra de finales del siglo XIV, en el bello poema Sir Gawain y el Caballero Verde se describe el exquisito mantel en la Corte de Arturo en Gales durante las celebraciones navideñas que
provenía, nos dice el poeta, de Turkmenistan en la Asia Central, dejando así testimonio del comercio entre Inglaterra y Asia. Contemporáneamente encontramos a Geoffrey Chaucer, quien no solamente escribió poemas y tratados de gran belleza en el siglo XIV, si no que sirvió al rey Ricardo II como encargado del comercio entre el Puerto de Londres en Inglaterra y el Puerto de Calais en Francia que proveían oportunidades enormes de intercambios de cultura y comercio.
En las fotografías literarias de todos los segmentos de la sociedad, encontramos no solamente caballeros y monjes, si no que toda la gama de la vida comercial en los Cuentos de Canterbury. En el Prólogo General de esta obra se nos presenta un marinero que ha viajado constantemente entre la puerta de la ciudad inglesa de Hull a Cartago en el norte de África, y también a Gotland, Bretaña y España. El poeta nos presenta gente que confeccionan ropa de hombres y mujeres, cosiendo, tejiendo y confeccionando tapices. Chaucer denomina (en el inglés del siglo XIV) a estas personas el “Haberdasher”, el “Weaver” y el “Dyer” y nos declara con entusiasmo que cada uno eran un “fair burgeys” (guapos burguéses).
Hay otro peregrino que Chaucer denomina “The Merchant” (El Mercader) tan astuto que nadie sabía que estaba en deuda hasta la cabeza. Y Chaucer nos dice que este mercader poseía una excelente capacidad para regatear y ganar a cualquiera en los tratos comerciales; pero, añade, no sabía su nombre. ¡Muy discreto el poeta!
La reina de los comerciantes, en los Cuentos de Canterbury, es la Dama de Bath, una mujer un poco sorda que vivía tejiendo y vendiendo textiles en Ypres y Ghent-los centros principales para los gremios textileros europeos. Ella utilizaba una gran cantidad de decoraciones de tela en su cabeza que pesaban, según Chaucer, por lo menos diez libras. Usaba medias de escarlata finas con unos zapatos suaves, pero con espuelas, porque andaba de peregrinaje a Canterbury a la espalda de caballo. Sabía muy bien, nos dice, el arte del amor, había tenido cinco esposos en la Iglesia más “otra compañía en su juventud”.
La Dama de Bath es una fotografía maravillosa de una mujer comerciante del siglo XIV en la Inglaterra que había comenzado a dominar el comercio de los textiles de toda Europa. Ella había ido, nos dice Chaucer, tres veces en peregrinaje a Jerusalén, pero también a Roma, Bologne, Santiago de Compostela y Cologne.
Les presento La Dama de Bath como ejemplo de una empresaria fantásticamente rica y, además, honesta en sus tratos comerciales. Ni Jesús en el templo, ni Alcuino de York en sus comentarios, la pueden criticar. Es una empresaria internacional fabulosamente exitosa, honesta, brillantemente resplandeciente, ¡quien paga sus deudas a Dios y a la Iglesia en sus peregrinajes!
FIN