Vivir cerca de la Policía no es garantía para tener un poco más de seguridad. Incluso en municipios cuya tasa de homicidios es muy baja, como varios del norte del departamento de Chalatenango, donde la presencia de pandillas no es tan perceptible.
Pero Arcatao se estremeció el sábado en la mañana cuando se corrió la voz que habían asesinado a la niña Nico (Nicolasa Beltrán López), una mujer que a sus 82 años, se había ganado el cariño y el respeto en su pueblo natal.
Arcatao es un municipio fronterizo con Honduras. Está localizado a 135 kilómetros al norte de San Salvador y es uno de los pueblos cuyo mayor problema delincuencial es el contrabando de mercadería desde Honduras por varios puntos fronterizos que no tienen vigilancia en el lado salvadoreño.
La “niña Nico”, como era conocida la víctima vivía sola desde hace varias décadas.
Solo tuvo una hija quien, según conocidos de la anciana asesinada, vive o vivía en Honduras.
Por compañía, Nicolasa solo tenía un par de gatos a los que estimaba mucho.
Nicolasa se ganaba la vida con una tienda que había instalado en su casa, en el barrio El Centro.
Una buena referencia sobre esa tienda entre los vecinos de Arcatao eran los chocobananos que la viejita vendía. Hay quienes opinan que tal vez no haya ni un solo habitante de ese pueblo que no los hubiera probado alguna vez.
Pero aparte de los chocobananos, la mujer la recuerdan por su valentía: durante el conflicto nunca abandonó el pueblo. Ahí se mantuvo firme, aseguran quienes la conocieron.
Arcatao es un pueblo chalateco que quedó casi vacío durante el conflicto armado de 1980-1992. Muchos de sus habitantes nativos se fueron a vivir a otros pueblos más seguros o se unieron con la guerrilla. Al final de la guerra, muchos regresaron a repoblar.
No son pocos los que recuerdan que Nicolasa era constantemente amenazada de muerte por ambos bandos, pues la mujer siempre tenía un poco de comida para los combatientes que le llegaran a pedir o a exigir, incluso con la carencia de víveres que el pueblo sufría.
“Jamás olvidaré las tortillas con frijoles que ella nos regalaba cuando llegábamos al pueblo”, escribió alguien ayer en su cuenta de Facebook al comentar la muerte de la anciana.
“El hijo de Toño... me degolló”
A Nicolasa la mataron once años después de que Santos Barrera la intentara degollar en su misma casa.
Era el mediodía de aquel 11 de noviembre de 2005. Nicolasa no se percató a qué horas entró aquel hombre en su casa. Cuando sintió, alguien la tomó del cuello y le asestó una cuchillada en el cuello.
La mujer, que entonces tenía 71 años, alcanzó a gritar y a cubrirse el cuello con sus manos.
Don Paco, un vecino escuchó los gritos y corrió a la casa de Nicolasa a ver qué le ocurría. La puerta estaba entre abierta y al entrar observó a un hombre que estaba con un cuchillo encima de se su vecina.
Al verse descubierto, el hombre optó por huir. Pero tanto Nicolasa como Paco lo reconocieron.
A los gritos de auxilio, otro vecino corrió a ver qué le pasaba a la anciana. Sabían que vivía sola y, por tanto, como buenos vecinos estaban pendiente de ella.
Nicolasa fue trasladada a un hospital. Ella relató a los policías quién la había atacado: era José Santos Barrera, el hijo de Toño y Josefina.
En los pueblos pequeños la gente suele conocer por nombre a cada uno de sus vecinos.
Horas después, José Santos Barrera era arrestado bajo cargos de homicidio agravado tentado (que no fue consumado).
Un año después, el 16 de noviembre de 2006, Santos Barrera escuchaba su sentencia: ocho años de prisión; además debía pagar 300 dólares como indemnización a Nicolasa para compensar los gastos en que su víctima hizo en medicinas, aunque ante el Tribunal de Sentencia de Chalatenango, Nicolasa cuantificó los gastos en 500 dólares.
Santos Barrera cumplió su condena y salió libre el 10 de noviembre de 2013. Así lo estipulaba la sentencia judicial.
Asfixiada... para robarle
Por su parte, Nicolasa continuó con su vida. Se recuperó y siguió atendiendo su tienda.
Muchos de sus vecinos recuerdan que la anciana se había convertido casi en una estampa: en las tardes se sentaba a la puerta de su casa a ver pasar el tiempo... Y a sus vecinos. Todo parecía tranquilidad en la vida de la octogenaria.
Sin embargo, el sábado en la mañana, sus vecinos se extrañaron que la mujer no abriera su tienda. Siempre abría muy de mañana.
Cuando franquearon la puerta, la encontraron muerta. La habían asfixiado y le habían introducido un trapo en la boca.
La última vez que la intentaron degollar, el atacante no consumó el hecho porque Nicolasa gritó y un vecino acudió en su ayuda.
La Policía de Arcatao cree que a la anciana la mataron para robarle, pero aseguran que no tienen ni idea de quién pudo haber cometido el crimen.
Nicolasa fue sepultada ayer en el cementerio público del pueblo donde vivió sus 82 años, sola, con sus gatos.