Joven salvadoreño a la conquista de Harvard

José Roberto Díaz Flores ganó una beca para estudiar en esa prestigiosa universidad ubicada en Cambridge, Massachusetts. De su puño y letra, comparte el  testimonio de éxito académico

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José frente al edificio de la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard donde estudia.

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08 November 2016

Estimada Susana Joma, periodista de El Diario de Hoy

 

Con respecto a sus preguntas, he reflexionado y he tenido la idea de que, en lugar de responderlas una a una, prefiero hacerle una sola narración. Creo que esa es  la mejor manera de contarle mi historia...

 

Mi nombre es José Roberto Díaz Flores y tengo 28 años. Soy el mayor de tres hermanos y mis padres me matricularon desde pequeño en el Colegio Lamatepec, en donde pasé toda mi infancia y adolescencia hasta graduarme de bachiller general en el 2005. Recuerdo siempre haber sobresalido académicamente desde mi época de colegio, lo cual creo que es fruto de la enseñanza que tuve en el hogar, en donde mi madre me inculcó el hábito de la lectura y mi padre ayudó con la parte matemática.

Escogí estudiar Derecho como cualquier joven lo hace, sin tener una verdadera idea de a lo que me metía. De hecho, también estuve tentado a estudiar Economía, rama de la que nunca me he desvinculado y la he seguido estudiando aún siendo abogado. Lo que sí tenía claro es que quería estudiar en la ESEN, en donde inicié mis estudios en enero de 2006 y salí graduado en enero de 2011.  En su momento, lo que me motivó es su grado de exigencia académica, su rigor y la pasión de sus profesores. Viendo hacia atrás, no pude haber tomado una mejor decisión.

Creo firmemente que estudiar en la ESEN es lo mejor que me ha pasado (sí, lo digo aún estando ahora mismo en Harvard). La clave de la ESEN es su interdisciplinaridad. La carrera de Derecho, por ejemplo, consta de 75 materias, de las cuales 45 tienen que ver con temas exclusivamente legales, mientras que 30 son de contenido interdisciplinario (incluyendo economía, administración, finanzas, política, filosofía, literatura, etc.).

Ese aspecto de mi educación en ESEN ha sido clave en lograr que yo esté aquí ahora en Harvard. El otro aspecto clave es su actual decano, el Doctor Albino Tinetti, quien ejerce de modelo a seguir para todos sus estudiantes y cuya influencia se logra ver en los frutos que los alumnos de la universidad están cosechando en los últimos años, de los cuales soy solo el último ejemplo en una larga cadena de notables casos que incluyen Oxford, Berkeley y LSE.

Si a alguien le debo, como mentor, como guía, como profesor, el lograr estar acá ahora, es al Doctor Tinetti. Recuerdo aún sus palabras de aliento y apoyo en los mayores esfuerzos, recordándome que “la juventud no se hizo para el placer, sino para el sacrificio, y que éste al que se enfrenta con el compromiso y la persistencia, son la ruta segura para alcanzar la excelencia y la consecuente felicidad”.  

Estoy convencido que su legado en la ESEN es ya de enorme importancia para el país. Esos dos elementos hacen que gracias a la ESEN sea que esté ahora en Harvard.


Ahora que han pasado los años, puedo contestar esa pregunta... ¿Por qué (estudiar) Derecho? Mi perspectiva sobre el derecho es que esta es una herramienta de cambio social que con las instituciones correctas puede ser usada para dar cierta dirección, cierto rumbo, hacia el progreso social. Aquí de nuevo hablo de la interdisciplinaridad, que creo que es lo que me ha llevado a Harvard.

Estoy convencido de que los abogados debemos dejar de pensar solamente como abogados. El derecho es la suma de muchas otras áreas de conocimiento. No basta con conocer las leyes, con saberse hasta la última regla, no basta el estudio meramente legalista y el análisis exegético.

Es necesario que los abogados conozcamos de otras áreas más allá del derecho, pues solo así podremos potenciar al derecho como la herramienta de progreso social que puede ser. 

Ese deseo por mejorar, por exigirme más, por ayudar y hacer mi parte, mi granito de arena, en levantar una ahora desprestigiada profesión en nuestro país es lo que me llevó a buscar realizar estudios de postgrado en el extranjero. Honestamente, no sabía adónde aplicar, habían muchos lugares posibles que se me venían a la mente y Harvard era el último de ellos.

No creí que tenía probabilidades reales de ser admitido, pero pensé que nada perdía intentando, que iba a aplicar a otras universidades y también lo haría a Harvard como un “tiro lejano”, aunque no creyera que fuera entrar. Trato de no cerrarme a mí mismo ninguna puerta, por lo que siempre intento siempre aplicar a algo, aún si no pienso que podré entrar, porque prefiero dejar que sea la vida, y no yo, quien me diga si sí o si no. 

Cuando hice la aplicación para Harvard podía ser sujeto a una beca que ofrece la universidad a todos los que aplican. No fue algo que tenía en mente desde antes pero teniendo la oportunidad enfrente, apliqué también a esta. Meses después, mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que no solo había sido admitido a Harvard, sino que también había sido otorgado una beca de la misma universidad que cubriría la totalidad de mi matrícula para estudiar allí, lo cual significaría que la mayor parte de los gastos relacionados al estudio estarían cubiertos por la institución y ya solo tendría que preocuparme por los gastos personales de vida. Fueron muy generosos conmigo.

A partir de entonces comencé a descubrir el maravilloso mundo de Harvard. Comprendí que aquí tienen la política de que nadie que tenga el potencial académico se quede sin estudiar aquí por razones financieras.

Tienen uno de los fondos de becas más grandes del mundo y realmente invierten en sus alumnos. Descubrí que aquí la interdisciplinaridad es la clave, es expandir horizontes, estudiar visiones más integrales y completas del derecho.

A partir de agosto de 2016, me encuentro realizando una Maestría en Derecho. El programa en sí no tiene una especialización específica, sino que funciona de la siguiente manera: tienen una oferta de alrededor de 600 materias, y al estudiante le es otorgado la posibilidad de construir su programa de estudio de acuerdo a sus intereses, inquietudes y pasiones, y es el estudiante el que decide qué herramientas sacará de aquí después del programa de estudio. Confían en sus estudiantes.

Lo otro fantástico del programa es el grupo de personas. El programa está conformado por 183 estudiantes internacionales de más de 70 países, de los 5 continentes. Realmente, lo mejor de Harvard son sus alumnos. Tener el privilegio de compartir con mis compañeros es la mejor parte de estar aquí, compartir con gente muy brillante pero todos de contextos tan distintos, en la que cada uno puede aportarle a uno en la construcción de su proyecto personal de vida. Una conversación con cualquiera de los compañeros es siempre una experiencia educativa y enriquecedora.

Admiro al grupo de personas que he conocido aquí y me siento privilegiado de estar entre ellos, cada uno con sus propias pasiones y (...) realizar cambios drásticos en sus sociedades y colaborar a mejorar su entorno de esa manera. Lo otro significativo, claro, es la calidad de las clases. La experiencia más memorable en estos primeros dos meses ha sido la oportunidad de recibir clases con dos premios Nobel de economía, poder escucharlos y participar en sus clases como uno más, es a la vez un reto y un privilegio.

Actualmente, soy el único salvadoreño en Harvard Law School (Escuela de Derecho de Harvard). Desconozco si ha habido algún otro antes de mí, pero hasta el momento no he sabido de nadie más que haya venido aquí antes. Espero que eso cambie en el futuro.

Espero que más estudiantes vean que no es algo tan inalcanzable. Claro que requiere mucho sacrificio y esfuerzo, pero todo en la vida lo requiere. Uno tiene que trabajar, trabajar , trabajar. Estudiar, estudiar, estudiar y tocar puertas, nunca se sabe cuál se va a abrir.

Definitivamente, Harvard no es inalcanzable. Yo puedo ser el único ahora, pero espero que muchos más, algunos de mis colegas, tomen el ejemplo y se unan a darle más presencia salvadoreña en este comunidad intelectual. Todo requiere esfuerzo, eso no es opcional.

El recuerdo más lindo, desde que estoy aquí, fue descubrir que existe un pasillo de grandes pensadores, en la que se encuentran plasmadas frases celebres de muchos personajes importantes de la historia, pensadores como Aristóteles, Martin Luther King, Michel Foucault, y encontrar que entre todos ellos, estaba plasmado también a la memoria, dentro de los pasillos de Harvard, las palabras de Monseñor Oscar Romero y Galdámez.

Se me hinchó el pecho de orgullo al ver que El Salvador había logrado llegar a lo más alto en los bastiones intelectuales de Harvard por medio de uno de los personajes más meritorios de su historia. 

Actualmente, el ritmo de clases es muy intenso y retador, pero trato de salir al paso manteniendo el balance, afrontando las horas de estudio con pausas para hacer deporte, para salir a correr, para jugar al fútbol (dentro de lo que el frío lo permita). Inmediatamente después de la maestría estoy interesado, si se da la oportunidad, en trabajar un par de años y obtener experiencia internacional.

Después de eso, me gustaría mucho hacer un doctorado. En el largo plazo, lo que más quiero es también poder dar clases. Creo que la educación es la llave para salir del subdesarrollo, para salir adelante como sociedad, y en esa medida creo personalmente que el aporte más valioso que una persona puede dar a la sociedad es por medio de la educación.

Admiro a los profesores y pienso que ningún labor tiene un rol social más valioso que el de ellos. Espero acompañarlos en la tarea y contribuir, ayudar, por medio de la educación en el futuro. Además, me gustaría servir a mi país en todas las maneras que me sean posibles. Ya veremos qué oportunidades traerá el futuro.

Para terminar, algunas cosas que dejé sin contestar. Además de español e inglés, hablo un poco de alemán y de italiano. Extraño a mi padres y hermanos, sin duda. Pero lo más importante es, parafraseando al doctor Tinetti, el compromiso, el esfuerzo, el sacrificio. Esa es la ruta segura, la ruta única, hacia la excelencia.

 

Discúlpeme si me extendí, pero no sabría contar mi historia de otra manera.