Roberto N. hacía el alto entre la calle Gabriela Mistral y la 25ª. Avenida Norte de la capital cuando repentinamente oyó que le golpearon varias veces la carrocería del vehículo.
Era un hombre en silla de ruedas, desgreñado y con el ceño fruncido, que agresivo le exigía dinero. Golpeaba la puerta con una mano y le extendía la otra.
Roberto generalmente lleva golosinas para darle a los indigentes, no dinero, pero en esa oportunidad no andaba y le tuvo miedo a ese mendigo. El semáforo seguía en rojo y al conductor no le quedó más que avanzar un poco, pero el otro lo siguió y continuó golpeando la carrocería.
Ante eso, el automovilista bajó el vidrio y le dijo: “¿Qué querés?”
“¡Dame monedas!”, le dijo el otro.
-No llevo –le contestó el automovilista- ¿Por qué me golpeas el carro?
¡Te voy a sacar los ojos, hijue…! No tengo nada que perder- amenazó el mendigo.
En eso el semáforo dio el verde y el automovilista aprovechó y aceleró hasta perderse.
Relatos similares se escuchan de más personas, sobre todo de mujeres, en diferentes arterias y con mendigos o vagabundos que limpian vidrios y que montan en cólera con quien no les da dinero e incluso rayan los autos o les tiran piedras.
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Las calles de San Salvador caminan a convertirse así en puntos de asalto, como ya lo son muchas en los tráficos, como el Paseo General Escalón o la avenida Bernal y calle a San Antonio Abad. Porque este hombre era literalmente un “limosnero con garrote”, pero hay otros que son viles asaltantes y la policía nunca está para neutralizarlos.
Se conoció que el mismo hombre llega a pedir entre la 29 calle Oriente y la 2 Ave. Norte por el Liceo Cristiano.
Existe un grupo intermedio, que son los limpiaparabrisas y los vendedores que son respetuosos y ofrecen primero, pero también otros que forzosamente limpian vidrios, se enojan si no les dan monedas pero se retiran sin mayor problema.
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