"Si hay un sistema podrido de corrupción, el ciudadano se acostumbra a ser corrupto"

El experto en gestión pública de la chilena Fundación para el Progreso advirtió que la corrupción también aleja al ciudadano de la clase política y esto favorece el surgimiento de liderazgos populistas.

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El chileno Jean Masoliver participó en la sexta edición de la Academia Libertad

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04 November 2016

“Cuando la gente mira a todos sus políticos como corruptos, vienen liderazgos populistas que prometen barrer con todo y gobernar con transparencia”, advierte el politólogo chileno Jean Masoliver.

El experto en temas de gestión pública explica que estos líderes personalistas, que se aprovechan de las crisis para ganar popularidad, tienden a centralizar el poder en torno a sí mismos y lejos de devolver institucionalidad, agravan los problemas. 

Todo, explica, porque las instituciones fueron tan debilitadas por la corrupción que el ciudadano dejó de creer en ellas y no las defiende más. 

Masoliver, quien llegó a El Salvador para disertar sobre institucionalidad en el evento Academia Libertad de la organización CREO, teme que la corrupción, además de alejar a los ciudadanos de la confianza en las instituciones, permea en sus vidas.

“La democracia requiere de un comportamiento que el ciudadano debe tener para preservarla y hacerla virtuosa. Si hay un sistema podrido de corrupción, el ciudadano se acostumbra a ser corrupto y a comportarse con base en esos códigos”, lamenta.

Por ejemplo, cita el politólogo, “en una sociedad acostumbrada a pagar sobornos, se empieza a entender que la justicia no es algo que se da a un ciudadano por derecho, sino por poder de compra. Este entiende que solo teniendo dinero será protegido”.

La pérdida de cultura cívica y la contaminación de las actitudes ciudadanas son, para él, los costos escondidos de la corrupción, que trascienden y hacen más daño que los mismos costos numéricos, es decir, una cantidad determinada de dinero que desaparece de las arcas públicas.

Incentivos que motivan la corrupción

Jean Masoliver explica que la corrupción es inherente a cualquier forma de gobierno, pues está en la naturaleza humana aprovecharse de cualquier situación para obtener beneficio propio.

Pero, añade, hay tres factores que intensifican el fenómeno de mala utilización de recursos y poder público. 

El primero, dice, es la excesiva burocracia, porque entre más eslabones hay en una cadena de toma de decisiones, hay más probabilidad de arbitrariedades. El segundo es que hay escasas garantías de las reglas del juego. Si bien hay leyes y normas, estas difícilmente se cumplen. 

Finalmente, la falta de atribuciones claras. Por ejemplo, los órganos judiciales, al ser cooptados por otros poderes, se prestan a ser corrompibles o parcializados.

“Corrupción sin dueños”

El experto chileno advirtió que un problema importante al estudiar la corrupción es que se cree que solo le pertenece a un bando en particular del espectro político, cuando esta puede residir en cualquier forma de pensar.

En las izquierdas, advierte, siempre está la tentación de engrandecer al Estado y en el proceso se generan áreas grises, clientelismo y el desvío de fondos que en lugar de beneficiar a todos, atienden a intereses particulares.

Además, “la izquierda tienen una tendencia a burocratizar y mezclar la estructura partidaria que tiene con la del Estado. Al final se crea un contubernio complicado”, dice.

En la derecha, la corrupción se ha dado a la hora de privatizar, cuando en lugar de vender o concesionar limpiamente empresas públicas, se hace con tratos preferenciales a los cercanos del poder.

En vista de que ningún bando político es garantía de transparencia, “evitar la corrupción depende de una ciudadanía empoderada, educada y con ganas de mejorar su sistema político. Tocar el tema en este medio, por ejemplo, ya es en sí mismo un buen signo de que hay gente interesada en discutir estos temas”, dijo Masoliver.