La unión de fuerzas está cambiando Chamelecón

Iniciativa financiada por EE.UU. involucra a empresas y comunidad. En El Salvador, la alcaldía de Soyapango, cerró un proyecto similar

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Un joven imparte clases de inglés a niños y adolescentes hondureños que se benefician con el proyecto Génesis

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03 November 2016

Uno de los sucesos más sangrientos registrados en la historia reciente de Honduras -atribuido por las autoridades a la mara Salvatrucha- fue el ametrallamiento de un bus en el que murieron 28 personas y 30 salieron heridas.

El brutal ataque fue cometido en la víspera del Día de Navidad de 2004, en el populoso barrio Chamelecón, en San Pedro Sula, la ciudad más grande de Honduras. 

Este suburbio (integrado por  una treintena de colonias) está perfilado por las autoridades y la mayoría de hondureños como uno de los sectores más violentos del país.

La fama que tiene el lugar lleva a muchos hondureños a recomendar a los foráneos no visitar ese barrio o a advertirles que, si lo hacen, vayan acompañados de policías.

Estimaciones de la Policía indican que en este barrio residen unas 230 mil personas, quienes han aprendido a vivir entre pandillas y bandas de crimen organizado.

La noche de la matanza, las autoridades informaron que  hombres armados con fusiles AK-47 ametrallaron la unidad en la que iban varios niños acompañados de sus padres. La mayoría volvía a casa tras  hacer sus compras navideñas.

Tras cometer la masacre, los asesinos dejaron sobre el bus una pancarta en la que se  leía: “¿Dónde está la seguridad?”. 

También amenazaron de muerte al entonces presidente hondureño, Ricardo Maduro, y demás funcionarios que dirigían diferentes estrategias contra la delincuencia.

Este acto de barbarie hizo que organizaciones sin fines de lucro, el Gobierno y la empresa privada se cohesionaran  más para ejecutar proyectos  que eviten que niños y jóvenes hondureños en situación de riesgo sean seducidos por las pandillas.

Desde 2008, con financiamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), en Honduras fueron creados los Centros de Alcance (CDA), un proyecto similar que ya tenía Guatemala y El Salvador.

  Este consiste en abrir espacios en territorios conflictivos en donde los menores de edad, cuyas familias son de escasos recursos económicos, puedan ir a practicar deportes  y desarrollar actividades artísticas o de entretenimiento. 

También reciben refuerzo escolar y se les capacita para  que desarrollen destrezas laborales y decidan lo que harán en el futuro.

En cada país del Triángulo Norte el proyecto funciona de forma diferente. En El Salvador hay 143 CDA. Lo financia temporalmente USAID y lo administran las alcaldías, las comunidades beneficiarias y, en algunos casos, tienen apoyo de la empresa privada.

En Honduras hay 61 (siete  de ellos en Chamelecón) y están a cargo del Proyecto Génesis, una alianza hecha entre USAID y la Fundación Nacional para El Desarrollo de Honduras (Funadeh), en 2015.

Irónicamente, mientras que en Honduras se inauguraban en enero otros cinco CDA, en El Salvador los que estaban en zonas de Soyapango afectadas por la violencia dejaron de funcionar el 30 de septiembre, como se publicó en El Diario de Hoy.

Líderes de las colonias Las Margaritas 4, Bosques del Río, Guadalupe y Altos de Montecarmelo y una delegada de la USAID manifestaron que los CDA fueron cerrados porque la Alcaldía de Soyapango decidió no seguir sosteniendo estos sitios.

Mara, iglesia o Génesis

Los logros obtenidos con los CDA en Honduras han sorprendido a quienes dirigen el proyecto Génesis y a las mismas autoridades, pues han registrado que pocos meses después de abiertos estos sitios de formación empiezan a bajar los índices delictivos en la comunidad.

Los resultados también han sido advertidos por empresarios e instituciones de Gobierno. Muestra de ello es que el número de compañías o entidades públicas que están patrocinando la iniciativa en aumento.

Además, los jóvenes que años atrás se formaron en estos sitios actualmente comparten lo aprendido  a través del voluntariado.

Fernando Ferrera, director del Proyecto Génesis, sostiene que con el trabajo hecho en las comunidades, principalmente en Chamelecón, se han ganado la confianza y credibilidad hasta de los mismos delincuentes.

Según él, muchos usuarios de los CDA son parientes de pandilleros, quienes los envían con la intención de que no sigan sus pasos.

“En Chamelecón las maras  le dicen al joven: ‘Mara o iglesia, si perteneces a un grupo de la iglesia no te tocamos’. La misma connotación han empezado a hacer con nosotros: ‘El que está ahí, el que es atendido en Génesis, no se toca”, cuenta Ferrera.

Este suburbio aparenta ser tranquilo; no produce una sensación de inseguridad, no se ve merodear a pandilleros, ni se observan grafitis característicos de estos grupos. 

Algunos lugareños aseguran  que no todo lo que se dice de la zona es cierto, que se le ha estigmatizado. Otros advierten a los extraños que es mejor no confiarse.

Quienes administran el proyecto están convencidos que los países golpeados por la violencia, como el Triángulo Norte, deben invertir en jóvenes y enseñarles a planear la vida, que se valoren y a convencerlos de que tiene oportunidad de hacer las cosas diferentes.