El vínculo entre funcionarios o empleados públicos con miembros de pandillas se ha vuelto muy común en los países del Triángulo Norte.
A cambio de información u otros beneficios, ellos trabajan para los delincuentes.
En septiembre pasado, David Campbell Licona, supuesto cabecilla de la Mara Salvatrucha de Honduras, burló a policías y fiscales cuando iban a capturarlo en su vivienda por lavado de dinero y asociaciones ilícitas.
Desde un día antes del operativo, decenas de agentes acordonaron la residencia del hombre, en San Pedro Sula, pero y cuando entraron él ya no estaba. Investigaciones periodísticas de ese país señalan que el pandillero tiene a su servicio a varios policías, encabezados por un comisionado, quienes se encargan de filtrarle información sobre los operativos que se hacen para arrestarlo.
Ricardo Castro, director de la Agencia Técnica de Investigación Criminal de Honduras, señala que “hay algunos malos elementos que han manchado el nombre de la Policía”.
Las investigaciones revelan que el prófugo (quien ha logrado evadir a las autoridades unas tres veces), tiene nexos con cabecillas de MS en Estados Unidos, un país que el hondureño ha visitado en varias ocasiones.
Para Castro no sería extraño que Campbell fuera el emisario que usa la pandilla en Honduras para estar en comunicación con miembros de la cúpula de la MS que están en la nación norteamericana.
“La pandilla siempre ha respetado su sistema jerárquico, consideramos que pueden estar siendo asesorados por ranfleros (cabecillas) de Estados Unidos para que se sigan fortaleciendo a pesar de que nosotros los estamos reprimiendo”, sostiene el titular de la ATIC.
Durante la Operación Avalancha fueron arrestados tres exoficiales de la Policía y la esposa de uno de ellos.
La Fiscalía los acusa de asesorar a pandilleros en el tema de los antecedentes delictivos y de trabajar como sicarios para la estructura criminal.