Decenas de personas recorrieron ayer la calle que conduce al cementerio municipal de Santo Tomás, al sur de San Salvador, para acompañar hasta su última morada a Pedro Odir Hernández Mártir, un micro empresario oriundo del lugar que a pulso se ganó el respeto y cariño de quienes llegaron a conocerlo.
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Su cortejo fúnebre partió pasadas las 3:00 de la tarde de su casa, en el centro de la localidad, donde los dos días que fue velado cientos de conocidos llegaron a despedirse.
La carroza, en la que lo acompañaba su esposa, fue seguida a pie por sus hijos, quienes portaban su retrato en las manos; mientras, familiares y amigos llevaban flores y globos blancos.
En el cementerio, además de dar testimonio sobre lo bueno que era entonaron cantos en su memoria, además del corrido La Cruz de Madera, una de sus melodías favoritas, según dijeron. “Siempre estará con nosotros”, era una de las frases que repitieron ayer sus hijos, a quienes cada vez que hablan de él se les dibujaba una sonrisa.
Pedro Odir, quien era llamado por sus amigos más cercanos Cabo Chuzo, era amante del buen fútbol, seguidor del Alianza Fútbol Club y del AC. Milán, de Italia.
El cariño por este último equipo lo compartía con su hijo, razón por la cual sobre su ataúd, además de su fotografía, colocaron una camisa y una bufanda de ambas escuadras deportivas.
La afición por el club italiano surgió de su estadía en el país europeo, donde fue en busca de un mejor futuro para los suyos, pero al cabo del tiempo decidió regresar.
De mutuo acuerdo su esposa permaneció allá y él se regresó haciéndose cargo de sus hijos. Cada cierto tiempo ella regresaba al país, pero nunca pensó que en uno de sus viajes vendría a sepultarlo.
Tanto ella como sus hijos afirman que como si se tratase de un presentimiento, recientemente él les dijo frases que nunca antes había compartido y además les dio consejos, como si se estuviese despidiendo. Ahora, para honrar su memoria sostienen los van a seguir y cumplir.
A Odir, quien era un micro empresario muy emprendedor, también le encantaba la jardinería, era amante de la cocina y un gran aficionado a la Fórmula 1. Su familia era sin duda su otra gran pasión.
“Era muy querido”, agregaron, por esa razón es que al preguntar por él, la gente en su pueblo le recuerda como un hombre humilde y caritativo, pues tenía por costumbre compartir lo mucho o poco que tenía con los demás.
Prueba de eso es que el día del accidente hizo una pausa en el trabajo para comprar jugo para él y sus empleados en uno de los puestos de la carretera, donde fueron embestidos. La familia espera que las autoridades hagan justicia y su muerte no quede impune.