Ancianos caminan 20 kilómetros diarios en busca de aluminio

Una pareja de esposos se gana la vida buscando latas y aluminio para vender en la carretera hacia Zacatecoluca

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José Raúl Medrano y su esposa Bernabé Rivera Durán

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23 October 2016

El camina más rápido que ella, por eso casi siempre va adelante. Pero cada cierto tiempo la espera y está pendiente de que no le pase nada en la peligrosa y tórrida carretera Panamericana en el municipio de Zacatecoluca, departamento de La Paz. Ambos son pareja desde hace medio siglo y durante 20 años han caminado 20 kilómetros diarios aproximadamente buscando latas y botellas de plástico para sobrevivir. 


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Bernabé Rivera Durán y José Raúl Medrano, de 90 y 88 años, respectivamente, no tienen ni una migaja de riqueza. Visten casi siempre la misma ropa y sobreviven con dos o tres dólares al día. Sus ingresos económicos lo sacan de lo encuentran en los prolongados recorridos que realizan en la carretera. 

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Cuando tienen un promontorio de botellas y latas que aproxime un quintal, la venden a seis dólares. Esa cantidad de envases es recolectada en 15 o tal vez más días. 


Datos oficiales de pensiones reflejan que uno de cada seis adultos tienen una pensión con la que pueden costear sus alimentos y medicinas. 

Desde 2009 que se inició con el programa de la Pensión Básica Universal, el Gobierno de El Salvador ha entregado la pensión a más de 32 mil personas adultas mayores en 95 municipios.

La faena de los ancianos comienza a las 7:30 de la mañana de lunes a viernes. Con paso corto y ligero, don José hala una vieja carreta de hierro que él mismo ha ido modificando y la conserva desde hace muchos años. Su esposa Bernabé, lo sigue a paso lento apoyándose de un bastón de madera. 

Don José tiene en mejor estado de salud sus ojos que su pareja. A pesar de que un grano de arena le dañó su ojo izquierdo y le provocó un daño de cataratas, es más rápido para ver los envases que ella. Pero la anciana tiene más suerte para encontrar cosas de mayor valor como dinero, joyas y otros objetos. 

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“Ella tiene mejor suerte que yo, los motoristas que paran en la calle se dirigen a ella y le regalan uno o dos dólares. Pero ella siempre me los entrega a mí para que se los guarde”, dice el anciano. 

La pareja camina desde el kilómetro 52 aproximadamente hasta el 64 y a veces un poco menos. Luego se regresan hacia su casa situada en una colonia muy peligrosa de Zacatecoluca. 

La vivienda en la que residen actualmente es de un sobrino que se encuentra en Estados Unidos. Don José relata que la cuidan a su pariente desde hace ocho años. Nunca han tenido casa propia y esa carece de condiciones seguras. Pero don José expresa “que no hay más” y con eso se conforma. 

Los ancianos nunca tuvieron riquezas, él sostiene que trabajó como vigilante en varias empresas. Nunca tuvo un ahorro que le generara una pensión. El único ahorro que logró fue en la compra de un terrero que hace varios meses lo vendió en 500 dólares. 

Sin embargo, don José contó que el dinero fue hurtado de su casa. Nunca fue encontrado el responsable. El anciano prefiere dejarle las cosas a Dios y no meterse en problemas. 

Doña Bernabé fue ama de casa, su madre elaboraba puros de tabaco y con eso mantuvo a sus cinco hermanos. Todos murieron. 

Su hijo es un agricultor que vive con lo que gana de la tierra y con trabajos en viviendas de los vecinos. Nada o poco puede hacer por sus padres. Casi siempre llega a lavarles la poca ropa que tienen y a realizar alguna tarea en la casa. 

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Los demás hijos de la pareja murieron. Él último, durante el conflicto armado. Era un militar del Batallón Atlacatl. 

La otra entrada de dinero que el anciano tenía era de lo sembraba en un terreno que alquilaba en la parte oriente de Zacatecoluca. Desde hace dos años dejó de hacerlo porque era muy cansado y su cuerpo no le respondía ante un trabajo muy fuerte como la agricultura. 

Don José relató que un día pensó dejar el trabajo de recoger latas. 

La decisión fue tomada tras quedar en cama durante varias semanas después de que una motocicleta lo atropellara y lo dejara con golpe grave en su pierna izquierda. En su cuerpo aún están marcadas las cicatrices que le dejó el accidente.

El anciano dice que no espera mucho de la vida, a sus avanzados años solo le pide a Dios que le salve de las enfermedades y que su muerte no sea dolorosa, al igual ruega por su pareja para que ambos no sean víctimas de un accidente en su campo de trabajo. La calle. 

Si desea colaborar con esta pareja de ancianos puede enviar sus datos al correo nacional@eldiariodehoy.com o comunidades@eldiariodehoy.com, el medio se encargará de comunicarse con usted y posteriormente gestionará la ayuda.