Hipocresía de ceniza

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08 marzo 2014

Seguramente conoce a alguno, o lo ha visto por ahí. Alguien que no se puede ni los Mandamientos y jamás cumple los preceptos de la Iglesia Católica, pero que cada Miércoles de Ceniza, una vez al año, es uno de los que abarrotan las iglesias para que de premio por haber cumplido, le manchen la frente con el signo sensible de la ceniza y pueda después, pasearse muy ufano con la señal en la frente de que es cristiano cumplidor. Lo anterior sin importar que más tarde se va a terminar una hamburguesa de triple tocino en el primer día de abstinencia, que regrese a su casa a maltratar a su esposa o que trate a sus colaboradores como sirvientes.

Al igual que es risible y un tanto ridícula la hipocresía de los "católicos de Miércoles de Ceniza", es risible y ridícula la hipocresía patriótica de los "ciudadanos de día de elecciones". Nunca se han arremangado para salir a las calles a protestar por violaciones contra el Estado de Derecho ni han movido un dedo para exigir de sus gobernantes rendición de cuentas, no leen las noticias sobre las maneras en que a diario sus gobernantes le roban al país --en saquitos o en sueldos--, pero sienten que han cumplido porque les mancharon el dedo al votar, al que le tomarán foto para compartir en las redes sociales, ¡gran bálsamo para la tranquilidad mental!

Y con su dedo pintado, muy ufanos, se vuelven a sus casas para desconectarse de lo que los políticos hacen con su futuro, por lo menos por otros tres años. Se dicen apolíticos, como si la apatía fuera un hobbie tan de moda como practicar el yoga. No han entendido que se puede participar perfectamente en la política desde el apartidismo, y que es haberla dejarla en manos de los que sí eran políticos y para colmo, muy partidistas, lo que nos está dejando el país así como está.

La ciudadanía no es un sombrero que se quita y se guarda para ponerse sólo el día de las elecciones. Ser ciudadano es un trabajo de tiempo completo, que no se toma vacaciones. Interesarse por el interés público es irónicamente un trabajo de interés eminentemente privado: saber que los espacios que se tome la ciudadanía y llene para luchar por la transparencia y preservar la institucionalidad en el país son espacios que no podrán llenar políticos de mentalidades cortoplacistas debería de ser el primer incentivo para no dejar de involucrarse.

La sociedad civil no es un mito de los libros de texto ni un ideal al que hay que aspirar: es el capital social de la democracia y la razón por la que varios políticos se gastan millones de dólares en campañas electorales destinadas a conquistar nuestros corazones. El involucramiento no se mide en la participación electoral, que es sólo una de las maneras de ejercer ciudadanía. Es mal mensaje aquel que dice que "si no votas no jodas". Una ciudadanía que "no jode" es el sueño de cualquier político, habremos pavimentado el rumbo al autoritarismo el día que nos traguemos ese cuento de que la participación se termina después del voto.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg