Horas después de que Francisco Zepeda Barrientos fue asesinado, en la mañana del 13 de septiembre anterior, varios miembros de la pandilla 18 de la facción Sureña anduvieron casa en casa por el caserío El Castaño, del cantón Plan de Amayo, municipio de Caluco, exigiendo a todos los habitantes que les dieran los números de los teléfonos que poseían.
Los pandilleros se acercaban a los jefes de familias y les decían que tenían que darle los números de los teléfonos que tuvieran. Sin más explicación.
A quienes se resistían, el emisario se comunicaba con sus cabecillas enfrente de los renuentes: mirá, dice que no tiene por qué darnos el número. O dice que no tiene.
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El cabecilla con quien se comunicaban era Marvin Arnoldo Valencia, (a) Chimbolo (detenido), un joven que residía en El Castaño y que, medio mundo, sabía que era quien mandaba a los pandilleros de ese lugar.
Tras una andanada de insultos y amenazas, el Chimbolo se decantaba por dar un ultimátum de 24 horas a las familias que no querían colaborar, para que desocuparan sus casas y abandonaran El Castaño.
“Mirá, toda tu pu... familia no ha querido colaborar con nosotros. Te doy 24 horas para que se vayan, después de ese tiempo no respondemos por lo que les hagamos”, le dijo el Chimbolo a un hombre que el martes anterior estaba considerando volver a su casa.
Esa fue la verdadera razón, según por la que más de medio centenar de familias que vivían en El Castaño abandonaron sus viviendas a mediados de septiembre anterior.
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Obligados a colaborar
“Muchas familias han tenido que colaborar con esos muchachos, pero la Policía no entiende que no lo hacen por su gusto sino por la necesidad de sobrevivir”, explicó a El Diario de Hoy el martes pasado una mujer desplazada.
Las mismas fuentes indicaron que es falso que todas o la mayoría de familias hayan retornado a El Castaño.
El martes pasado, el refugio temporal que la Alcaldía de Caluco había instalado en una cancha de baloncesto, había sido desmontado, pero no todos los grupos familiares han regresaron a sus viviendas.
“Son siete u ocho familias las que han vuelto; nosotros estamos considerando regresar porque la vida en la ciudad nos hace gastar demasiado y los niños están desesperados”, indicó un hombre que el martes había llegado a alimentar a sus perros y gallinas que dejó hace un mes tratando de salvar su vida y la de su familia.
El Diario de Hoy hizo un recorrido por El Castaño y pudo comprobar que las familias que han vuelto son pocas, más que todo, las que viven en la entrada del caserío.
Sigue el temor
No son pocas las personas que temen que al retirarse la Policía de El Castaño, los pandilleros vuelvan y ejecuten las amenazas contra quienes no quieran colaborar con ellos.
Desde el pasado 13 de septiembre, el caserío no ha sido abandonado por las fuerzas de seguridad, aunque en estos días la presencia de las mismas ha disminuido evidentemente.
En una de las casas del caserío se ha instalado un puesto de policías. Sin embargo, los vecinos consideran que no son muchos y ni medio de transporte tienen como para cubrir una emergencia, por ejemplo, al final del caserío.
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Desconcierto
El 14 de septiembre, en el revuelo causado por el éxodo masivo, el Gobierno respondió enviando un fuerte contingente de soldados y policías de elite.
Para entonces, los pandilleros que habían lanzado las amenazas ya estaban lejos de El Castaño.
Para en la tarde, la casa donde vivía El Chimbolo había sido quemada con todo adentro. Nadie sabe se atreve a señalar quién o quiénes incendiaron la vivienda.
De acuerdo con vecinos, esa casa era una especie de “casa destroyer” en la que se reunían decenas de pandilleros.
No son pocos los vecinos que dicen que “está bueno que hayan quemado esa casa”.
Sin embargo, muchas personas están desconcertadas porque ese mismo día también apareció quemada la casa de un hombre al que califican como trabajador y sin ningún vínculo con pandilleros.
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Es más, fuentes policiales afirman que aparentemente era uno de los más reacios a colaborar con esos grupos criminales.
Agregan que el único “pecado” de Santos (dicen ignorar el apellido), fue haber vendido a la madre de El Chimbolo, el lote donde ella edificó su casa, hace aproximadamente menos de dos años.
La quema de la casa de Santos ha desconcertado a personas que abandonaron sus casas en El Castaño y que están considerando retornar.
“Aquí la Policía bien sabe quiénes son los pandilleros y los colaboradores de ellos pero a veces hacen pagar a justos por pecadores”, indicó una mujer, con relación a la quema de la casa de Santos.
Un campesino secunda lo anterior aduciendo que entre la treintena de personas capturadas como presuntas responsables del desplazamiento forzado, hay dos que han sido detenidas injustamente.