Partes de una cadena

descripción de la imagen

Por

28 febrero 2014

Todas las ciencias están interrelacionadas. En algunas la asociación es obvia, en otras, más sutil. Así como en las ciencias, existe relación en todas las actividades humanas, y no siempre es fácil detectarla.

La Economía, para el caso, está muy estrechamente ligada a los aspectos emocionales de las personas y los grupos. En esta ciencia, que muchos sólo asociamos con fríos números y abstractas teorías, las percepciones y los estados anímicos juegan un papel crucial, son factores determinantes. Frases como "la economía está deprimida", "los mercados se mantienen nerviosos", nos brindan un claro ejemplo de la vinculación entre lo económico y lo emocional. La "confianza del consumidor" se ha vuelto en algunos países un parámetro de la actividad económica. Y "confianza" es un estado anímico.

Actualmente estamos ante una avalancha de ofrecimientos de los políticos. Se promete mejor educación, más seguridad, empleo, mejor infraestructura y más medicinas en los hospitales. Pero todo esto requiere dinero y la pregunta clave es ¿de dónde se va a sacar el dinero? Ha sido una pregunta insistente, y las respuestas no han sido del todo precisas.

La situación es, sin embargo, simple: La única forma de poder llevar a la realidad estos ofrecimientos (que son necesidades legítimas) es a través de crecimiento económico. En otras palabras, a través de la generación de más dinero con el que se pueda pagar los gastos. Sin dinero todo se queda en buenas intenciones.

Para esto no hay que digamos una gran cantidad de alternativas. Lo que produce actividad económica y por tanto dinero son las empresas. Empresas pequeñas, medianas y grandes. No hay otra forma. El Estado administra el dinero que capta de la actividad económica y lo emplea en servicios, infraestructura y salarios.

Todo esto parece muy sencillo de entender pero no es así, al menos para una gran cantidad de personas. Hay muchos que tienden a ver a las empresas con recelo. Como si por un lado estuvieran las empresas y los empresarios, y por el otro todos nosotros que somos los consumidores. Pero todos formamos parte de una cadena pues estamos relacionados con las empresas o somos, en mayor o menor medida, empresarios. El médico que tiene una clínica, el abogado que tiene un bufete, el que administra un taller de carpintería, la señora que vende verduras en el mercado, son empresarios. Todos contribuyen a la economía, dan empleo y son parte de esta cadena productiva pues funcionan utilizando lo que otras empresas producen. Si alguien duda de ser parte de esta cadena que se pregunte de dónde proviene en última instancia el dinero que gana, quién le paga al que le paga, y verá que las empresas están al principio de la cadena.

Mientras haya más empresas de todo tipo mejor para todos. Pero abrir y hacer productiva una empresa cuesta. Se requiere de arduo trabajo y eficiencia. Y también se requiere de una buena dosis de optimismo. Toda empresa comienza con eso, con la perspectiva de crecer, y esto es el factor anímico del que hablamos al principio.

Si el Estado es capaz de promover ese optimismo, esa confianza en los emprendedores, además de beneficiar a la sociedad por la creación de más inversión y por tanto más empleos, se beneficia a sí mismo, volviéndose capaz de enfrentar sus compromisos. Así es como funciona.

*Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de Hoy.